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Estar con sus amigos, aparte de ser una experiencia agradable, era relajante y agotador al mismo tiempo. Desde que se conocían, Hongjoong había tomado el papel de mamá-protectora inconscientemente. Quizá por ser el mayor, sentía que era su responsabilidad hacerse cargo de que los otros estuvieran bien, incluso si ellos no lo vieran como tal; apenas y lo trataban como un igual.

Había llegado a casa de Yeosang por la tarde, y como siempre que tenían la oportunidad, había comprado un montón de comida para 'celebrar su llegada'. Lo cierto es que cualquier excusa era válida cuando se trataba de comida. Al día siguiente, Yeosang, Yunho, San y él salieron temprano para hacer las compras. Terminaron llenando el maletero del auto de Yunho hasta que era casi imposible cerrarlo. Lo único que faltaba por comprar eran las frutas, que preferían buscar el mismo día de la fiesta para que estuvieran frescas. Al mediodía se reunieron de nuevo en la casa de Yeosang, quien tenía que repetir cada cinco minutos que su sala de estar no era un parque público.

—Jung Wooyoung, si vuelvo a ver tus zapatos encima del sillón, vas a tener que limpiar todos los muebles con un cepillo de dientes—amenazó el rubio asomándose desde la puerta de la cocina, apuntando al aludido con una espátula.

—Ya, ya, cálmate—Wooyoung estiró las piernas fuera del sillón otra vez—. ¿Cuánto falta para que estén listas las hamburguesas?—preguntó empleando ese tono de voz que Hongjoong solía comparar con el de un niño de cinco años.

—Si tienes tanta hambre, ven y cocínalas tú mismo —respondió Yunho, quien también se encontraba en la cocina.

—Yeo no me deja acercarme a la cocina—el pelinegro hizo un mohín y se cruzó de brazos para demostrar su descontento.

Hongjoong estaba sentado en el sofá grande contando el dinero que había recibido de su última venta y escuchando a los chicos discutir por idioteces. Había tenido tiempo para pasar por algunas de las tiendas de las que era proveedor mientras estaban de compras. La parte más complicada era mantenerse concentrado en contar los billetes y no en los comentarios que abundaban en la sala.
Una vez que hubo finalizado, se puso de pie.

—¿Listo? ¿Alcanza para que me compres un Ferrari? ¿Un Lamborghini? ¿Un yate tal vez? —Wooyoung dejo de lado su conversación con los cocineros para molestarlo a él en su lugar.

—Suficiente para comprarte un bozal hecho a la medida—Jongho y San, que estaban enfrascados en sus celulares jugando en línea, se rieron estruendosamente ante el comentario. Wooyoung les saco la lengua y se enfurruño, subiendo de nuevo las piernas y dejando que las suela de sus Converse tocaran el sillón.

Joong fue al cuarto de invitados, en el que estaban sus cosas, escuchando como Yeosang salía de la cocina echando humo y las risas sinvergüenzas de los espectadores. Estar con ellos era natural, una sensación de intima comodidad se hacía presente cuando estaban juntos. Hongjoong había conocido y tratado con una larga cantidad de gente en lo que llevaba de vida, cada uno con distintas cualidades y personalidades que representaban una experiencia incomparable. Pero estos chicos, con sus ocurrencias y la mentalidad compartida que los unía en un increíble grupo, significaban algo más que un puñado de tontos reunidos para comer hamburguesas en un día corriente de diciembre. Ellos eran un lugar al cual pertenecer.

Caminó arrastrando los pies –no estaba usando zapatos, solo calcetines- y atravesó el corredor quedaba a los dormitorios. La casa de Yeosang tenía un estilo sofisticado, en comparación a la suya. Al igual que el dueño, no requería ser demasiado ostentosa para verse elegante. El cuarto de invitados estaba un poco oscuro, por lo que Hongjoong tuvo que correr las cortinas para que entrara algo de luz. Había dejado todas sus pertenencias dentro de la mochila, siendo que no se quedaría más que un par de días y realmente no tenía ganas de volver a empacar. Se sentó al borde de la cama y abrió el cierre más grande.

winter falls || seongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora