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El trayecto de la estación a la casa fue un interrogatorio imparable hacía los dos ermitaños. Para Hongjoong era fácil responder o esquivar las preguntas, un arte que con el que había crecido y había perfeccionado al punto de saber que decir para que la conversación con su mamá no resultase agotadora. En la otra esquina, Seonghwa se encontraba atosigado con el bombardeo de preguntas.

—¿Y también vives tú solo? No termino de entender porque vendrían a un pueblo recóndito, aparte de solitario. Y encima, ¡vivir solo! ¿Qué haces para entretenerte por aquí? —de vez en cuando, ella detenía su monologo para darle la oportunidad a su audiencia de responder. Con suerte, encontraría un nuevo punto para desmenuzar verbalmente.

Seonghwa se removió en el asiento, buscando una respuesta con la urgencia reflejada en sus ojos.

—Pues, hay varias cosas que hacer en el pueblo, como… eh…

Para no dejar que el comentario muriera, Hongjoong continuó.

—... conectarse con la naturaleza, conocer los sitios históricos, hacer excursiones y viajes guiados. No todo tiene que ser grande y ruidoso, o lleno de gente, para ser divertido —ajustó el retrovisor para hacerle una mueca a su mamá. Ella le respondió con una igual y volvió a sus especulaciones.

Pasaron el punto en el que se hallaba la casa de Seonghwa. Un par de minutos más, y la camioneta se desvió hasta quedar frente a la casa de Hongjoong. De pronto, se sintió ansioso. Estaba sucediendo. Su familia, y Seonghwa, estaban juntos allí. Y estaban a nada de ver una de sus posesiones más íntimas y especiales.

Hongjoong tenía ciertos rasgos materialistas de los que no se enorgullecía. Su forma de juzgar al prójimo y a sí mismo tendía a basarse en lo material, por más que no quisiera hacerlo. Podía perdonar a otras personas por llevar este o aquel estilo de vida. Sin embargo, cuando se trataba de su propia condición, no se daba el lujo de ser flexible al respecto. Conocía sus condiciones, sus capacidades y debilidades. Podría vivir en un basurero infernal, pero ¿dejar que las personas a su alrededor lo vieran y tuvieran las excusas para criticarlo? Imposible.

Dejando de lado sus preocupaciones sobre las impresiones superficiales, se bajo de la camioneta y abrió la puerta principal para que todos pudieran ir llevando las cosas. Los mayores se encargaron del equipaje, los tres jóvenes se dividieron las bolsas de las compras. Dentro, el frío no había logrado penetrar gracias a la calefacción. Hongjoong les mostró las habitaciones de invitados a sus padres. Su hermano llegó corriendo directo al baño.

En la sala, solo quedaron Seonghwa y él para acomodar las bolsas y comenzar la preparación del grandioso almuerzo.

—¿Sigues asustado de que no les vayas a caer bien? —Joong le preguntó en broma, sacando las verduras y poniéndolas en el mesón.

—Creo que sería mejor que no les cayera bien de verdad —el pelinegro se paso una mano por la cara—. Tu mamá es muy simpática, al extremo. ¿Es así siempre o tiene que ver con el viaje?

—No, no. Es así siempre. Es su estado natural. Va a hablar de cada cosa que se le ocurra, para bien o para mal. El polo opuesto de papá.

Hwa rió ante el último comentario.

—Ya veo. Hacen contraste.

—¿Y qué hay de mí? ¿Me encuentras más parecido al bullicio materno o a la serenidad paterna? —Bumjoong apareció y se detuvo en la puerta de la cocina, apoyado en el marco. Los había tomado por sorpresa, así que no obtuvo más que un par de risas abochornadas—. Hablo en serio. ¿A quién me parezco más?

—Temo cual vaya a ser tu reacción si te digo la verdad —superando el momento de pasmo, la respuesta de Seonghwa causó que ambos hermanos exclamaran un “Oh” que imitaba las voces pregrabadas en los programas de televisión. El chico los miro con diversión—. ¿Y eso? ¿Ahora estamos en una sitcom?

winter falls || seongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora