13.

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Naturalmente, las cosas entre ellos cambiaron. Tenían que cambiar. No mucho ni para mal, pero una vez que hubieron aclarado el camino que estaban atravesando y las condiciones que regirían sus pasos, las diferencias se hicieron presentes.

Si antes no habían estado buscándose explícitamente para pasar el rato juntos y aun así terminaban haciéndolo, después del día de Año Nuevo, era imposible no encontrar a Hongjoong tomando el camino hacía el lago, desviándose estratégicamente y tocando la puerta de la vieja casa, la cual no tardaría diez segundos en abrirse y mostrar a Hwa, quien parecía haber estado esperando en el vestíbulo su llegada. Entonces tenían un universo entero de posibilidades al alcance de sus manos; en un buen día, donde el clima decidiera favorecer al sol, podrían encontrarlos recorriendo cada una de las calles del pueblo, visitando las tiendas, probando los postres de la cafetería y tomando sus típicos cafés -el personal ya preparaba una taza de café tradicional y un latte grande apenas los veían entrar-, a veces irían a la iglesia, y si no tenían ganas de ir muy lejos, estarían a las orillas del lago, jugando con la nieve o tratando de descifrar que puntos estaban lo suficiente congelados para pararse encima del cuerpo de agua.

—¿Cuánto tiempo crees que le tome al lago descongelarse? —preguntó Joong antes de dar un paso en falso y resbalarse. No terminó con el trasero en el hielo porque Seonghwa reaccionó rápido y lo agarró por el codo para ayudarlo a recuperar la estabilidad.

—No será mucho —regresaron lentamente a la nieve. Seonghwa miró el lago y ladeó la cabeza, pensativo—. Un día se romperá. Una grieta enorme, un crack y listo. A partir de allí, será cuestión de días.

En los días de frío y ventisca, se quedarían en casa de Seonghwa, haciendo todo lo posible para mantenerse calientes y entretenidos, considerando que se hallaban en una casa en medio de la nada. Pondrían música, cocinarían algo, sacarían las cajas del ático y revisarían el contenido -en su mayoría, álbumes de fotos, discos viejos, ropa y adornos que los padres de Seonghwa habían guardado-, reorganizarían los muebles de la sala, o simplemente se acostarían en la alfombra y hablarían por horas de cualquier cosa que se les ocurriera.

—¿Este eres tú? —el dedo de Hongjoong señalaba al niño de la fotografía que había sacado de un álbum.

Seonghwa le echo un vistazo.

—Sí.

La foto parecía haber sido tomada el mismo día que la foto que había visto en el estante cerca de la entrada. En esta, el niño se encontraba sentado junto a dos personas mayores, y la mueca de su cara era más seria. La persona con la cámara se había alejado unos pasos, por lo que se podía apreciar mejor el edificio del fondo. Como lo sospechaba, era una iglesia.

—Si no me equivoco, es la foto de mi primera comunión.

—¿Eres católico? —el pelirrojo puso la fotografía de vuelta en el álbum y sacó otra. Ahora una mujer, de cabello corto y vistiendo una falda de pliegues largos, cargaba al pequeño Seonghwa.

—Mi familia —con la cabeza recostada en el sofá, Seonghwa hablaba con un dejo de sueño en su voz. Había dejado que Joong terminase de revisar la última caja que habían bajado, él ya conocía el contenido—. Mi relación con Dios es complicada.

Aparte del viejo álbum de fotos y varias carpetas con documentos vencidos, la caja no guardaba nada más que valiese la pena indagar. En el asombroso y reducido plazo de quince días, Hongjoong había hecho un recorrido por la vida y obra de la familia Park, a través de los registros fotográficos y las antiguas pertenencias que cada uno de los miembros había dejado atrás a modo de recuerdo. No hizo falta preguntar, Seonghwa le dejó hurgar y detallar a su gusto. Ahora sabía que Seonghwa había asistido la mitad de  la escuela primaria en el pueblo, que a su vez había tomado clases de catecismo; que estuvo por un tiempo en un equipo de béisbol, pero no le gustó porque el entrenador le daba miedo, y lo dejó a los dos meses; que también estuvo en un grupo de canto –lo tuvo que abandonar porque una de sus compañeras lo acusó de espiarla mientras estaba cambiándose y Seonghwa no quería meterse en un problema más grande solo porque alguien no aceptaba que un chico tuviera mejor voz-; que Seonghwa había tenido un periquito de mascota -Rossy- y que desde que falleció, no había tenido otra mascota. Le había visto crecer, las fiestas de cumpleaños que sus padres le hicieron en las distintas casas en las que habían vivido, los pequeños souvenirs que la familia obtuvo en las excursiones de verano, los juegues que Santa había dejado bajo el árbol en navidad.

winter falls || seongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora