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No es el despertador lo que me saca de mi profundo sueño

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No es el despertador lo que me saca de mi profundo sueño. Es una llamada. Aún con los ojos cerrados alargo la mano hasta mi móvil.

-¿Sí? –mi voz parece la de un camionero con catarro y me sabe la boca al tequila que no debí tomar anoche.

-¿Carol? Necesito ayuda. Es Bella.

Que mi hermano me llame no es lo que me alarma. Aunque es bastante raro. Por lo general sólo hablamos por Navidad o cuando es el cumpleaños de alguno de nosotros. Y como mi cumpleaños es en Navidad considero que esa llamada vale por dos.

Lo que me alarma es su tono. Está asustado. Está desesperado. Y si algo sé de mi hermano mayor es que no pierde los papeles con facilidad. Siempre ha sido el más calmado, el más paciente de los dos. El más bueno. Por eso él se quedó y yo me largué en cuanto tuve oportunidad.

Abro los ojos, el sueño se ha evaporado. Veo colgando el brazo del tipo de la litera de arriba que llena la habitación del hostal de molestos ronquidos. Encantador.

-¿Qué ha pasado? –me levanto esquivando el brazo y me coloco una camisa sobre la camiseta de tirantes que no me molesté en quitarme anoche.

-Se ha largado a Italia a sacar a su novio de algún lío. -Me coloco las converses con una mano mientras escucho a mi hermano, lo que es un poco complicado pero consigo salir al balcón para alejarme de los ronquidos. –Me ha dejado una maldita nota y no contesta al teléfono. ¿Sigues estando por allí?

Llevaba sin hablar con él desde Navidad pero no me he movido de Italia, viajando por el país. Llevo en la capital un par de meses, he conseguido un trabajo a media jornada en una cafetería y el hostal es barato así que me puedo permitir ahorrar un poco e ir a cafés demasiado elitistas pero en los que intento que venga la inspiración.

Ah sí, pequeño detalle, soy escritora. Una escritora frustrada que lleva sin escribir meses. Como el 99%, supongo.

-Sí, sigo aquí. Pero esto es enorme, Charlie. –digo lo evidente mientras mi vista abarca el trocito de Roma que puedo ver desde el balcón. El aire es cálido incluso ahora que apenas ha amanecido, será un día de los que me suda hasta el pelo. –Puede estar en cualquier lado del país.

Mi hermano resopla. En mi mente aparece agarrándose el pelo con el rostro torcido por la angustia. Sólo lo he visto así una vez, cuando Renee se largó con Bella. Fue la última vez que lo vi llorar, ni siquiera en el funeral de nuestros padres. Él siempre ha sido el estoico.

-¿Puedes intentar llamarla? No sé qué hacer...-su voz se quiebra al final y a mí se me hace un nudo en la garganta.

No somos los hermanos más unidos del mundo. Quizás ha sido la diferencia de edad, quizás es que parecemos de dos planetas diferentes. Yo quería perseguir un sueño, él quería asentarse. Él acabó divorciado, yo he perdido el rastro de ese sueño. Supongo que a ninguno le ha salido bien el plan.

-Bien, te llamo si consigo algo. Y relájate, es Bella, es la más lista de la familia.

Intento bromear pero no ha surtido efecto porque sólo suspira antes de despedirse y colgar. Marco el número de mi sobrina.

Siempre la llamo en fechas señaladas y en su cumpleaños siempre intento pasarme por su casa a pesar de no ser una gran fan de Renee, si alguien no es responsable ni de sí misma, ¿cómo está dispuesta a tener hijos? Supongo que nos asemejamos tanto que nos repelemos, pero al menos yo no he ido destrozando vidas ajenas en mi camino. En resumidas cuentas, le rompió el corazón a mi hermano y no es algo que vaya a olvidar y es la madre más irresponsable que he conocido a pesar de que quiere a Bella.

Por su lado mi sobrina siempre ha sido una adulta. Juro que nació con treinta años y eso que sólo tiene dieciocho. No hace locuras, no es de esas. Y sin embargo ha salido huyendo sólo por un chico. Es raro, muy raro.

La llamada va directa al buzón de voz. Entorno los ojos cuando el primer rayo de sol me impacta en la cara. Vuelvo a llamar.

Buzón de voz.

-No vas a poder conmigo, Bells. Lo de esquivar llamadas lo inventé yo. –mascullo volviendo a marcar.

El tipo de la litera de arriba se levanta, puedo escucharlo y sale de la habitación. Lo imito unos minutos después. Bajo a desayunar sin molestarme en quitarme los pantalones del pijama, venga ya, es un pantalón corto de chándal, hay personas menos vestidas sirviéndose el café.

Me sirvo una taza que dan gratuitamente y sigo llamado. Voy a quemarle el contestador hasta que lo coja.

-¿Sí? –una voz masculina suena al otro lado la decimoctava vez. A esas alturas el comedor está casi vacío y yo me he agenciado una silla para colocar los pies. Casi salto de mi asiento.

-¿Está Bella?

Un silencio.

-Está dormida. -tiene un tono musical, sería bonita si no fuera porque no es con él con quien quiero hablar.

Chasqueo la lengua.

-Pues despiértala. –le ordeno.

-No creo que s-

-Lo que yo creo es que te has llevado a mi sobrina para algún asunto extraño de drogas o trata de blancas y estoy a un segundo de avisar a la policía del aeropuerto. Despiértala.

Otro silencio, esta vez más prolongado.

-¿Tía Carol? –la voz de Bella suena confundida y pastosa.

-¿Bella? ¿Estás bien?

-Sí...¿qué ocurre?

La indignación me hace resoplar.

-¿Que qué ocurre? ¡Te has largado dejándole una nota a tu padre! ¿Dónde demonios estás?

-Italia. –murmura como si se sintiera culpable. Más le vale.

Pongo los ojos en blanco.

-Eso lo supongo. Digo dónde. Voy a por ti.

-No hace falta. –se apresura a decir. –Estamos a punto de ir a casa.

-¡Genial! –fuerzo mi entusiasmo. –Espérame en el aeropuerto.

-Per-

Cuelgo sin darle tiempo a replicar.

Bueno, supongo que es hora de volver a Forks.

Tentación. | Carlisle Cullen x Oc.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora