❝Eres todo lo que he deseado y todo lo que he temido.❞ || Donde Carlisle Cullen verá su autocontrol puesto a prueba. O donde Caroline Swan comprueba que Forks no es tan aburrido.
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No he vuelto al doctor Cullen en dos días. Cualquiera diría que me esquiva. Así que opto por arrinconar a alguien mucho más fácil de interrogar: mi sobrina.
Pero cuando por fin consigo pillarla en el salón sin Charlie, ella está mirando su móvil con un aire alicaído.
-Ey, ¿qué pasa? –le pregunto mientras me dejo caer justo a su lado en el sofá. Da un pequeño salto de sorpresa, como si estuviera tan metida en sus pensamientos que no se hubiera dado cuenta de nada hasta ahora.
-Nada, es sólo que...-suspira dejando el móvil sobre la mesita de café con gesto contrariado. –Jake no contesta a mis llamadas.
Rebusco en mi memoria quién es ese chico.
-Es tu amigo de la reserva, ¿no? –asiente mordiendo su labio inferior. -¿Estáis enfadados?
-No, sí...-se pasa una mano por la cara, frustrada, y se parece mucho a su padre en ese momento. –Él tiene...ciertos sentimientos que no puedo corresponder.
-Ohhh. –digo entendiendo la situación rápidamente. -Le gustas y tú no le correspondes.
Hace un ruidito que puede ser una confirmación o un atragantamiento. Opto por lo primero.
-Quiero a Edward. –murmura mientras sus dedos se enredan en los hilos sueltos de la funda del sofá. –Siempre será Edward.
-Nunca digas siempre. –replico de forma automática porque mi lado romántico está más muerto que el tipo que inventó los finales de felices para siempre.
Me fulmina con la mirada en la que brilla una determinación feroz.
-Lo digo en serio.
Alzo las manos ante esa arrebato, algo sorprendida. Bella nunca había estado demasiado segura de nada, es una pena que de lo que esté segura sea de su amor de instituto. Pero supongo que así es la vida, se le pasará en un tiempo.
Me sabe mal sacar el tema de Carlisle en estos momentos pero no creo que tenga más oportunidades.
-Bella...¿los Cullen te han puesto en peligro? -no se me da demasiado bien ser sutil.
Veo cómo la alarma se enciende en sus ojos y gira su rostro tan rápidamente hacia mí que estoy segura de que le ha dado un latigazo cervical.
-¿Qué quieres decir? –pregunta con brusquedad.
Entorno los ojos mirándola con sospecha.
-Normalmente la gente diría que no.
-Por supuesto que no. –se apresura a contestar y ante mis cejas alzadas sigue intentando justificarse. –No me han puesto en peligro. Nunca.
Mi sobrina siempre ha mentido de pena.
-Bella, si esa gente te ha puesto en una situación difícil...
