-¿No crees que vas algo arreglada para una simple cita?
La diversión en la voz de Bella me hace poner los ojos en blanco pero no me giro a mirarla, demasiado concentrada en pintar mis labios de un rojo vino que me recuerda de manera poco conveniente a la sangre.
-¿No tienes deberes o algo así? –cuestiono girándome hacia ella. –Ahora en serio, ¿cómo estoy?
He puesto más esfuerzo de lo normal en parecer una mujer sensual que en absoluto va por casa con camisetas que tienen más agujeros que tela. He tenido que desempolvar los vestidos reservados para citas. Son tres: uno para aquellas citas que sé que van a ser un fracaso –así que no es demasiado elegante; otro para aquellas que tienen posibilidades –ni demasiado catastrófico ni demasiado revelador-; y otro para las que quiero que la prenda acabe tirada en el suelo.
He elegido el segundo porque aún estoy intentando unir en mi cabeza la inmortalidad con la sensualidad.
Mi sobrina me mira apoyada en el marco de la puerta del baño, el cual llevo ocupando más de una hora. El segundo vestido es de color negro con una tela fina que cae elegantemente hasta mis rodillas y tiene un ligero escote que permite ver algo de mi piel sin ser demasiado revelador.
Me he arreglado el pelo en un simple recogido pero algunos mechones han conseguido escapar así que espero que eso me dé un aire más informal.
-Estás preciosa, tía Carol.
Suelto el aire en un suspiro, ni siquiera me he dado cuenta de que lo estaba conteniendo.
-¿Qué les ha dicho a papá? –pregunta mientras bajamos las escaleras.
-Lo que tu padre no sabe, no le puede hacer daño. –respondo haciendo una mueca por los escasos pasos que he dado con mis tacones.
-Creo que ese es el lema de Bella. –Edward está en el salón y se levanta al vernos llegar. –Estás espectacular, Carol
Entrecierro los ojos hacia él.
-Sigue haciéndome la pelota, quizás arregles la que liaste en Italia.
Ahora que sé la verdad sobre todo lo ocurrido en Italia le he restado un millón de puntos a Edward por poner en tal peligro a Bella. En mi mente los Vulturis son como el conde Drácula de las películas antiguas pero multiplicado por tres.
El timbre salva a Edward de responder. Cuando abro la puerta me encuentro a un Carlisle que me hace arrepentirme inmediatamente de no haberme puesto el tercer vestido. Lleva un pantalón oscuro de traje junto con una chaqueta del mismo tono que contrasta con su camisa blanca.
No lleva corbata pero su pelo está perfectamente peinado hacia atrás y me invade un deseo irrefrenable de enredar mis dedos en él.
-Estás...increíble. –rompo el silencio entre ambos y noto cómo mi piel se enciende a medida que sus ojos me recorren hasta acabar en mi rostro.
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Tentación. | Carlisle Cullen x Oc.
Fanfic❝Eres todo lo que he deseado y todo lo que he temido.❞ || Donde Carlisle Cullen verá su autocontrol puesto a prueba. O donde Caroline Swan comprueba que Forks no es tan aburrido.