—¿Alguna vez habéis matado a alguien?
El puño derecho de Djeric se crispa sobre la copa que acaricia sus labios. Suni Firelips está presente en la última cena en Blazh, y parece dispuesta a sacarlo de quicio. Para colmo, se ha traído compañía.
—¿Es cierto que allí cualquiera os podría desafiar a muerte y no podríais negaros o seríais unos apestados?
Djeric dirige una glacial mirada al amigo de su futura cuñada. No sabe qué le desagrada más de él, si el pendiente negro de aro que lleva en la oreja, su pelo oscuro con mechas blancas similar a un tejón, o el tonillo de burla cada vez que se dirige a él o a Alon.
—Suni, Maiq, por favor, esas no son preguntas para una cena.
Djeric frunce el ceño ante el tono afable de Jerat, como si su hija y su amigo soltaran cada una de sus preguntitas con inocente curiosidad.
—Lo es, chico —responde Alon con voz de trueno—. Y rechazar un desafío es ser un cobarde, los cobardes carecen de honor en Ilgarar, y sin honor, no eres nada.
Maiq silba con fuerza antes de volver a hablar.
—Galáctico. Entonces, si tú, ¿Alon? te enfadas con él —señala a Djeric con el tenedor—, ¿podrías desafiarlo a muerte?
—Podría —responde Alon llenando su copa con vino especiado—, pero no me verás cometer esa locura.
El comentario provoca unas risas en Jerat y Mare, y expresiones de «están chalados» por parte de Suni y Maiq. Djeric hace su mayor esfuerzo por ignorarlos. Es demasiado difícil.
Lleva todo el día junto a Mare, en esperas larguísimas para cumplir con la burocracia de Ioral, asegurar que el contrato matrimonial está en orden, y hacer el pago. En todo ese tiempo, Djeric se ha esforzado en dedicar sus pensamientos a Mare, y evitar que su hermana se colara en ellos.
Odia haber fracasado.
—Ese desafío —continúa Suni— ¿tendría lugar en uno de los Islotes esos que tenéis en Rajtariv? (Es Rajtariv la capital de Ilgarar, ¿verdad?) ¿Cuántos islotes hay? ¿Siete, ocho?
—Suni. —El tono de Mare es mucho menos amigable que el de su padre—. Deja el tema ya.
—Vale. Qué tal este otro: ¿qué problema tenéis con los poderes extrasensoriales?
—Son poderes perversos. —Suni se atraganta con una carcajada ante la respuesta de Djeric—. ¿Te parece que entrar en las mentes ajenas es algo bueno?
—Creo que nacer con esa capacidad no es malo.
—¿Debo suponer que te gustaría estar con alguien que pueda saber todo lo que piensas? ¿Alguien capaz de manipular tu mente?
—El uso que le dan a esa capacidad —interviene Maiq— sí define lo buenos o malos que son, ¿comprendes, colega?
—¿Colega? —repite Djeric masticando la palabra como si fuera un alimento rancio.
El pitido del horno interrumpe oportunamente. Mare se levanta, las patas de la silla raspan el suelo con un chirrido.
—Ah, ¡el plato fuerte! —exclama Jerat con alivio— Hemos querido despedirnos con los platos más típicos de nuestra ciudad. Las salsas de limón y naranja debéis probarlas con el asado.
Jerat sazona la cena hablando de la gastronomía de Ioral y preguntando por la de Ilgarar. Alon y Mare son los únicos activos en la conversación. Suni cuchichea y ríe con Maiq, Djeric se revuelve en su silla, irritado.
Para una cena con invitados, qué mínimo que se tomaran el esfuerzo en arreglarse. Por el contrario, Suni ha elegido una camiseta recogida en algún contenedor de basura: descolorida y llena de agujeros que dejan ver una camiseta interior rosa chillón de tirantes. En lugar de una falda, lleva unos pantalones oscuros tan ceñidos que parecen haber sido pintados sobre su piel. A eso hay que añadirle unas botas negras con cordones fucsias y un pelo que cae libre por su rostro como una cortina.
Maiq no se queda muy atrás. Todo de negro, salvo por las alas azul brillante estampadas en su camiseta, una gorra torcida y unos zapatos que parecen calcetines de dedo. Una falta de respeto así provocaría una severa urticaria a la madre de Djeric.
Suni ladea la cabeza hacia Djeric y las miradas de ambos se cruzan. El choque entre ellas lo siente en sus huesos como algo sólido. Dura un segundo, lo que ella tarda en volver a cuchichear con Maiq, ignorándolo.
Djeric mastica con lentitud mientras trata de descifrar por qué esa chica consigue sacar reacciones tan poco comunes en él. «Tiene el rostro de un hada, y el alma de un demonio».
—Cuando mi hermana viva en Ilgarar, ¿estará segura? —Vuelve a la carga Suni, aprovechando unos segundos de silencio en la mesa—. ¿No habrá alguien que le lance algún desafío por cualquier tontería?
Djeric y Alon comparten una mirada.
—Los desafíos se lanzan entre hombres —responde Alon— nunca a una mujer o entre mujeres.
—La primera buena noticia en toda la noche. ¿Qué te parece, Mare? Ya no tendré que regalarte una navaja de supervivencia.
—Suni, ¿puedes practicar el silencio el resto de la noche? —pide con dulzura Mare.
—Tantas ganas de que cenáramos juntos ¿para no dejarme saber más sobre tu futuro marido? —resopla—. ¿Acaso tú no sientes curiosidad o qué?
Mare le dirige una mirada punzante que Suni ignora con un encogimiento de hombros.
—Ni en mis peores presentimientos esperaba conocer a una mujer así —murmura Alon en ílgaro.
—Voy a dar gracias al Gran Dios todas las noches de que viva tan lejos de Mare. —Djeric emplea el mismo idioma y volumen que su amigo—. Confío en no tener que verla más de una vez al año o a la década, si Él es generoso conmigo.
—Vuestra lengua suena como gruñidos y piedras contra piedras.
Maiq se parte de risa ante la observación de Suni y exclama un «me matas». Djeric lo contempla con seriedad, pensando en lo satisfactorio que sería cumplir esa afirmación. Él parece darse cuenta, porque interrumpe sus carcajadas y vacía el contenido de su copa.
—Bueno, creo que ya podríamos ir sacando el postre —interviene Jerat.
—Nosotros nos lo vamos a saltar, papá —dice Suni levantándose de la mesa, Maiq la imita—. Tenemos que ir al concierto de Takiro en «Ritmo Sai», empieza en una hora y quiero pillar buenos sitios.
—Mañana madrugamos —recuerda Mare.
—Lo sé, dormiré en el barco.
La pareja se va tranquila, sin apenas dirigir una mirada a los invitados. Djeric jamás ha visto tan mala educación en nadie, ni tan siquiera en niños pequeños.
—Perdonadlos —pide Mare en tono suave—. La adolescencia es terrible. Además, Suni está encaprichada de ese cantante, Takiro, y es mejor dejarla ir que prohibírselo.
Alon dirige a Djeric una expresión a caballo entre el humor y el pasmo. Djeric guarda silencio. No comprende la cultura iora y ha decidido dejar de intentarlo. Mañana volverá a su tierra donde las cosas son como deben de ser, se casará con Mare que, pese a ser iora, tiene la cabeza en su lugar, y procurará pisar Blazh lo menos posible lo que le reste de vida.
Mientras Mare y Jerat recogen la mesa, sus brazs pitan al unísono. Al observar las pantallas, los dos palidecen, comparten una mirada y se disculpan con ellos para subir a la planta de arriba. Djeric y Alon los observan marchar con una mezcla de inquietud y curiosidad.
—¿Qué habrá hecho esa chica ahora? —suelta Alon.
Djeric siente un pellizco en su nuca acompañado de un escalofrío.
—Alon. Problemas.
—¿Qué problemas?
Djeric no lo sabe, pero se pone en pie de inmediato y saca su daga. Su gracia nunca le ha fallado, lleva generaciones en la familia de su madre y es una fiel guía. Por la puerta trasera que da al jardín, irrumpen seis hombres armados.
—Esos problemas.
***
Espero que estés disfrutando de la lectura, de ser así, te agradezco mil si me das tu voto 🩵💙🩵 y dejas tus comentarios.
Besazos 💋
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Choque: Alas Encadenadas #PGP2024
Fantasy🥉3er lugar en Fantasía y Ciencia Ficción Contest 2024 *** Un compromiso matrimonial por poderes de sangre que no puede romperse sin terribles consecuencias. Djeric Lexer desembarca en Ioral con una misión: recoger a su futura esposa, y ya de paso...