Capítulo 33

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Suni camina de prisa hacia el tren. La mochila se clava en sus hombros, el napa inútil en su interior; confía en poder arreglarlo cuando esté en Blazh. No se ha cambiado de ropa, solo se ha abrigado con una chaqueta negra que le llega por la cintura y cubre la mayor parte de los guantes sin dedos. Sus pies se deslizan en unas bailarinas blancas, y su trenza está repleta de mechones que se han escapado durante los forcejeos en la competición. Lo mejor es no llevar la máscara.

Su paso se aleja rápido del polideportivo, pero su mente sigue volando, esquivando y riendo. Se detiene demasiadas veces en el momento en que acabó en los brazos de Djeric, lo que sintió cuando se aferró a sus hombros, cuando fueron compañeros de vuelo. Ha sido tan diferente de volar con Maiq...

Con su amigo había complicidad y entendimiento mutuo; con Djeric... no sabría definir lo que había. Su sangre burbujeaba, el corazón aumentaba la marcha o se detenía abruptamente ante esos ojos salvajes. Estar en contacto con él revolucionaba su cuerpo y todo parecía más vivo e intenso a su alrededor.

El pitido del tren la impulsa a correr. Apenas unos días atrás emprendía esta misma carrera con Djeric tras sus pasos. Esta vez no hay tanta gente en la estación, y ahora ella sí tiene el dinero, los documentos y la anulación del desafío para poder escapar sin consecuencias. Sube al tren triunfante, pero mientras observa cómo las puertas se cierran, otro sentimiento más amargo comprime su pecho.

No tiene tiempo de analizarlo, porque descubre que alguien más ha subido al vagón contiguo, un instante antes de cerrarse las puertas. Suni queda paralizada al reconocer esa melena blanca.

Él tampoco se ha cambiado de ropa, ni siquiera se ha puesto la chaqueta con capucha, sigue todo de negro, con la camiseta sin mangas ajustada a su pecho, resaltando sus músculos y una fea herida en el brazo; sus pantalones ahora lucen una rotura en la rodilla. Incluso los cordones de su calzado está sin abrochar. Conociéndolo, debe de estar rabiando por haber tenido que salir tan desaliñado.

Los ojos azules se traban con los grises, ambos inmóviles.

El suelo vibra, el tren se pone en marcha, y Suni también. Corre en dirección contraria, apartando gente, o colándose entre ellos si son demasiado grandes, y la mayoría de ílgaros lo son. Se vuelve para ver a Djeric tras sus pasos, él no va apurado, como si supiera que ella no puede escapar.

«Mierda».

Suni empuja a una mujer y ella comienza a chillar como si la hubiera apuñalado. Muchos se levantan de sus asientos y, ese pequeño revuelo, obliga a Djeric a quedar bloqueado en el momento que el tren se detiene en su siguiente parada. Suni se apresura hacia la puerta. Oye a Djeric gritar su nombre y una advertencia, pero ella no se para a escuchar.

Sale disparada del tren.

En un instante, Djeric empuja a un hombre para poder bajar antes de que las puertas se cierren.

Suni corre con el corazón retumbando en sus oídos. Se adentra en un laberinto de edificios ruinosos y callejones en sombras. En su carrera apenas se fija en la gente, aunque sí capta el hedor a sudor, o un rastro de alcohol. Los vehículos tampoco tienen buen aspecto, parecen chatarras con ruedas envueltas en nubes de humo negro.

«Galáctico, me tenía que bajar en el lugar más apestoso de Rajtariv».

Observa el cielo con expresión desesperada: está comenzando a caer el sol. El barco sale poco después del crepúsculo y si ya no puede tomar el tren, necesita un vehículo mucho más rápido.

Un napa.

Cuando nota pinchazos en el flato, Suni aminora el ritmo hasta detenerse en la esquina de un callejón. Jadeando, rastrea su entorno en busca de Djeric, pero parece que lo ha despistado. En su lugar, ve a un grupo de mujeres reunidas en una esquina de una calle en sombras.

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora