Capítulo 44

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Djeric corre en dirección a la entrada lateral de la mansión tirando de Suni tras de sí. La chica está tan turbada viendo sillas volar hacia las cabezas de los invitados, que tropieza y se golpea la rodilla, pero la mano de Djeric no se afloja. La muchacha sigue corriendo, ignorando el dolor de la pierna con los pulmones llenos del polvo de los objetos que se hacen añicos a su alrededor.

Algo que acentúa la perplejidad de la chica es la forma en la que Djeric se mueve entre el caos. Zigzaguea sin detenerse mientras sillas, piedras e incluso arbustos caen muy cerca de ellos. En ocasiones, a escasos centímetros. Entiende que debe de sentir dónde van a caer, pero ¿cómo logra esquivar tantos con ella pegada a sus talones? 

Cuando entran en la mansión junto a un puñado de personas alteradas, Djeric los ignora a todos y toma una dirección opuesta. Suni necesita saber qué está sucediendo, y a dónde la lleva, si no estuviera luchando por respirar lo preguntaría. 

—¡P-para! ¡Me muero! —suplica cuando siente un fuerte pinchazo en el flato. 

Djeric disminuye el paso, pero no se detiene hasta que entran en una sala semicircular. En cuanto queda libre, Suni se inclina con las manos sobre sus rodillas, respirando tanto y tan fuerte como si quisiera absorber todo el oxígeno de la estancia. 

—Si así es como celebráis vuestras bodas  —dice entre jadeos— no quiero saber, —respira un poco más despacio—, lo que hacéis en los funerales.

Al no recibir ninguna respuesta, la chica alza la cabeza para ver qué hace. Y lo ve desnudo. Casi desnudo. Solo lleva puestos unos calzoncillos, y una venda en el antebrazo.

—Dime que esto no es la noche de bodas —suplica en un hilo de voz aguda.

Por fin Djeric la mira. Su expresión concentrada se ve alterada ligeramente por una mueca. 

—¿Nunca te mencioné que en las bodas ílgaras se lanzan sillas en lugar de confeti? 

—¿Te puedes creer que no me sorprendería?

Djeric pone los ojos en blanco, un gesto fugaz mientras saca ropa de un armario. Suni se fija en dónde están y reconoce el lugar. Paredes repletas de armas, varios espejos de cuerpo entero, ventanas altas y estrechas, suelo decorado con un diseño en espiral... Es donde vio a Djeric bailando con su daga días atrás, la sala de entrenamiento. 

—¿Qué hacemos aquí? 

Apenas termina la pregunta cuando comprueba que Djeric vuelve a estar vestido, pero no con traje de novio, sino con una especie de uniforme blanco con patrones intrincados que se asemenjan a raíces negras, con cuello corto y alto que se abrocha con un pequeño gancho.

—Te pareces a ese larer tuyo…

—Learer —corrige Djeric—. Este es el traje que se usa en Gloria —explica mientras toma una espada de la pared y varios cuchillos.

—¿Qué, qué estás haciendo? —La joven se pone recta— ¿No pensarás salir ahí fuera? 

—No pienso quedarme aquí dentro mientras nos atacan —asegura, con una tranquilidad que Suni no entiende de dónde saca en un momento así.

—Pero, ¿quién? ¿Por qué? Dijiste ¿saiwos? 

—¿Quiénes más pueden mover objetos sin tocarlos? —replica Djeric mientras distribuye las armas por su cuerpo. 

Lo hace tan rápido que parece algo habitual para él. Suni se en qué consistirá esa competición del Laberinto para que un joven de la nobleza parezca un soldado. 

—El por qué no es difícil de imaginar en una celebración que tiene de invitados a las Altas Familias —continúa Djeric sopesando una espada larga, cuyo filo emite un resplandor azul—. La pregunta interesante sería —murmura más para sí que para ella—, ¿cómo han quebrado nuestra seguridad?

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora