Capítulo 30

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Suni camina junto a Djeric y Alon, por un recinto cerrado por altos muros repletos de pinturas de luchadores. Los gritos a su alrededor son graves y estruendosos. Están en el interior del polideportivo donde se realiza napeo ílgaro, entre otros muchos combates de poderes de sangre.

—Es estimulante competir en el único mes de descanso que tenemos en Gloria —comenta Alon con voz entusiasta.

Suni arruga la nariz y reprime una arcada, se están adentrando en la barrera de hierro que separa el círculo cubierto de arena donde se realizan las competiciones, de la zona donde se preparan los competidores. El olor es intenso: una mezcla de humanidad, comida grasienta y algo metálico, algo como sangre.

—Ah, sí, que estamos de vacaciones —responde Djeric con una chispa de ironía—. Recuerdo mi vida más tranquila antes de iniciarlas.

—Porque no estabas comprometido —ríe Alon.

Suni esquiva un trozo de cristal roto del suelo, y descubre también latas de bebidas, papeles sucios, cartones con restos de comida... No recuerda haber visto tanta porquería acumulada en ninguna parte de toda Blazh. Los robots limpiadores son muy efectivos y mantienen la ciudad como una postal. Los mismos robots son parte de la postal con sus colores vibrantes y su música rítmica.

—Lo bueno, mi quejoso amigo, es que pasado mañana podrás disfrutar de tu viaje de bodas.

Suni trata de hacer como que no ha oído ese comentario. Palpa la mochila a su espalda dónde descansa su napa. Necesita saber que está ahí, aunque el peso sea prueba suficiente. Ella siempre ha competido en napa con sus mallas y sus camisas elásticas cosmotextiles. Ahora, en cambio, viste un sencillo vestido blanco con manga hasta los codos, cordel trenzado desde el ombligo hasta el escote, falda a capas hasta las rodillas, mallas negras y guantes sin dedos a juego. Lleva una trenza alta y una máscara de filigrana que cubre su rostro.

—No sé qué esperar, no disfruté mucho del último viaje.

Un grito como un trueno estremece a Suni, que se detiene y se gira para descubrir a una montaña de músculos estampados contra la barrera de hierro. Un hombre enorme, rapado, cae del cielo para estrellar su puño en...

La mano de Suni es apresada y, de un tirón, reemprende la marcha sin llegar a ver el desenlace de los luchadores.

—No te separes de nosotros —dice Djeric apretando su mano.

La chica le dirige una mirada de soslayo. Él camina como si fuera a participar en un juego lúdico inofensivo. Quizá para él lo fuera. Suni no tiene idea del tipo de competiciones que se realizan en los Islotes, ni qué entrenamientos realizan en Gloria, y prefiere seguir sin saberlo.

Djeric vuelve a vestir todo de negro: pantalón y camiseta ajustados, chaqueta con capucha, sin adornos, junto a unas botas altas con cordoneras y muñequeras de cuero negro. Alon sigue el mismo estilo, pero en combinación con el rojo. Los dos llevan una máscara como la de Suni. No son los únicos, ocultar la identidad de los participantes parece algo habitual.

Se detienen al llegar hasta un grupo de hombres vestidos con ropas ajustadas y elásticas, todos descalzos. Suni extraña los napis, su calzado para napear. Al menos esta zona del recinto parece estar limpia. El suelo de piedra pulida brilla, hay bancos de madera que muchos emplean para estirarse, y una puerta abierta que parece conducir a un vestuario.

—Supongo que no habrá un vestuario femenino por aquí —dice en voz baja a Djeric.

—Supones bien.

Suni se libera de la mano de Djeric. Su mente evoca a Maiq como un fogonazo. Es la primera vez que va a competir sin él. ¿Qué pensaría de esta modalidad de napeo? Los labios de Suni se tuercen en sombría diversión. Conociéndolo, se sentiría emocionado ante el nuevo reto. Observaría a los delkas con suficiencia convencido de su victoria y entonces se inclinaría hacia Suni para susurrarle: «Juntos hasta la Luna, napeadora».

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora