Capítulo 22

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Suni camina por el pasillo lo más rápido que puede en la oscuridad. Tantea la pared para no tropezar. Oye voces, música y ruidos provenientes de las distintas estancias cerradas. Djeric y Alon han debido cortar el gas que suministra luz a todo. ¿Para generar confusión? ¿Para moverse entre las sombras con mayor libertad? A Suni no le importa.

Después de llegar a un acuerdo con Sifri, no le costó convencerlo de que le dijera el paradero de Dagny. Lo hizo encantado. Sifri está convencido de que ella perderá y eso obligará a Djeric a ceder a su chantaje para liberarla del contrato, por lo que Dagny ya no es necesaria.

«No ha nacido delka que me gane napeando —Suni sonríe para sí—. En tres días volveré a Blazh y dejaré que esos dos se maten entre ellos». 

El sonido metálico de aceros chocando y el tañido de objetos que se rompen, la guían hacia la izquierda. Lo que encuentra la hace detenerse de golpe: sombras luchando con armas de luces. 

«Galáctico».

La chica nunca ha visto una pelea con armas de dilmun en la vida real. Observa, fascinada, una daga larga cuya hoja está imbuida de una luz azul gélido que corta el aire a su paso. Se estrella contra unas garras que parecen cuchillos, saliendo de los dedos de un tipo grande vestido con gabardina clara. El que empuña la daga viste chaqueta oscura con capucha. 

La única luz proviene de la daga. Suni no logra ver el rostro de ninguno porque el arma se mueve rápido en busca de algún punto flaco. Pese a lo reducido del espacio y a su enorme tamaño, el de la daga se mueve con agilidad, saltando y esquivando los ataques de las garras, que atacan con ferocidad animal.

Hay más armas que brillan: cuchillos que se clavan en las paredes. Suni contiene un grito al descubrir que en la pared hay una sombra moviéndose. Un cuchillo vuela y rebota yendo a parar cerca de los pies de la chica. Nadie parece darse cuenta. Suni se agacha con cuidado y recoge el arma. El resplandor rojizo desaparece en sus manos. Sabe que canaliza la energía de los poderes de sangre, pero ¿cómo? Lo guarda en el bolsillo de su gabardina.

Un fogonazo de luz azulada ilumina todo el pasillo. Un hombre, del que Suni no se había percatado, cae al suelo como un plomo. «¿Cómo se ven entre ellos?», piensa perpleja, a ella hasta le cuesta distinguir a los que están bajo la luz de las armas de dilmun.

El de las garras ruge y ataca con fiereza. El de la daga esquiva el ataque con un movimiento fluido, dejando que el aire silbe donde estaba su cabeza un instante antes. Sin embargo, su capucha cae, y un cabello blanco refulge en la oscuridad. 

Suni contiene el aliento al descubrir quién es. El de las garras vuelve a arremeter contra Djeric. La fuerza del choque entre garras y metal hace saltar chispas. Una energía blanco azulada se arremolina alrededor del filo del arma. El de las garras abre mucho los ojos y trata de alejarse, pero no es lo bastante rápido. El fogonazo de luz lo alcanza y cae inerte.

Djeric contempla el resultado antes de dirigir su atención al otro lado del pasillo, donde otro cuchillo de brillo rojizo se clava en la pared. Lo que ve parece agradarle porque sonríe. Saca un pañuelo blanco de su chaqueta y, con elegante meticulosidad, limpia la hoja que va perdiendo su brillo azul, sumergiendo a Djeric en sombras.

Suni no es consciente de que tiene la boca abierta. Por un momento, entiende que su padre tratara de apoderarse de esa daga. Es magnífica, hermosa, letal... «Y la razón de que esté metida en este lío».

La daga vuelve a iluminarse, mostrando la aguda y fría mirada de Djeric clavándose en ella.

—Por el Gran Dios —exclama al reconocerla—. Eres la criatura más insensata que conozco. ¿Qué haces aquí?

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora