Capítulo 28

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Un cálido aire de aromas frescos y terrosos envuelve a Suni al entrar en el invernadero. Hay árboles que se alzan hacia el techo de cristal, sus ramas extendiéndose como brazos hacia la luz. Las plantas trepadoras se aferran a la estructura metálica que sostiene el vidrio de la cúpula. Flores de colores vibrantes salpican el paisaje como gemas preciosas en un lienzo de esmeralda.

Pero es el corazón del invernadero lo que provoca que Suni abra la boca con admiración. Una fuente de piedra blanca adornada con figuras de hadas y sirenas en una danza etérea. El agua cae en delicadas cascadas que forman un remolino en la base. Y en el suelo, junto a la fuente, están Djeric y Dagny con muñecas en las manos.

Suni parpadea un par de veces. Descubrir a Djeric en el suelo, despeinado, rodeado de muñecas, con los ojos brillantes de humor... la descoloca. Además, solo viste una camisa azul abierta hasta el pecho y las mangas subidas hasta los codos, un pantalón cómodo blanco, y va descalzo. Un calor suave se extiende por el pecho de Suni; con esfuerzo, aparta los ojos del joven para enfocarlos en Dagny. También va descalza, y solo lleva un vestido rosa cómodo, sin mangas, sin medias, con una fina y corta chaqueta blanca.

—Una entrada muy buena, cuñada, muy teatral. ¿Qué vas a confesar? —La voz de Dagny está llena de expectativa.

Suni abre la boca y la vuelve a cerrar, juega con las cadenas que lleva de adorno alrededor de su cintura. Como sigue usando ropa ajena necesita darle su propio toque, por eso no se separa de sus collares, su braz, sus cadenas y su maquillaje. Pese a llevar un vestido que roza sus rodillas, blanco con bordados de flores lilas; un chaleco oscuro ajustado a su cintura, con botones nacarados hasta su ombligo, y una chaqueta violeta a juego con las medias.

—Creo que Zephy necesita otro vestido —le dice Djeric a Dagny alzando la muñeca que lleva en las manos.

—¿Puedo ir a por él después de escuchar la confesión de Suni? —pide con un mohín; Djeric niega con la cabeza—. Lo suponía —refunfuña mientras se levanta; cuando se acerca a Suni le susurra—. Si luego me lo cuentas te dejaré jugar con mis hadas.

Sigue avanzando sin esperar una respuesta. Y mejor así, porque seguro que no le gustaría saber que le importan un bledo sus hadas. Djeric también se ha puesto en pie, y observa la muñeca que lleva en las manos con una sonrisa ladeada. Suni se fija en que es un hada de cola alta, alas azules y plateadas, y un vestido color musgo y tierra.

—¿Sabes, mishmi? La primera vez que te vi me recordaste a Zephy.

—¿La muñeca? —Djeric asiente y camina hacia ella— ¿Es un cumplido o un insulto?

Cuando está a un par de pasos de distancia, Djeric le tiende el hada.

—Juzga por ti misma.

Suni la toma en sus manos. Es de rasgos delicados, ojos claros y sonrisa traviesa.

—Solo encuentro parecido con la nariz y el color del pelo... —se interrumpe cuando Djeric empieza a quitarle el pañuelo del cuello—. ¿Qué haces?

—Está sucio.

Es cierto, Aine lo salpicó de café en uno de sus chillidos de excitación.

—Cada vez estoy más convencida de que tienes complejo de madre.

—Te puedo garantizar que no te veo como a una hija.

Djeric guarda el pañuelo sucio en el bolsillo del pantalón, y extrae otro negro con brocados plateados; lo coloca con delicadeza alrededor del cuello de Suni.

—Pues te encanta vestirme.

—Te vuelves a equivocar —baja el tono de voz hasta convertirlo en un ronroneo que acaricia los oídos de Suni—: ansío desvestirte.

Choque: Alas Encadenadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora