—Disculpadnos, mi prometida está un poco alterada...
—Me pasa siempre que me secuestran —replica Suni mordaz.
Djeric aprieta su mano con dolorosa fuerza. Un hombre enorme, calvo, con una barba sucia, da un paso al frente, y gruñe palabras en ílgaro señalando a Suni. Djeric se tensa, su rostro se vuelve hermético y tan frío como el tono cristalino de sus ojos.
—¿Qué dice? —pregunta Suni.
—Nada que te gustase oír.
A continuación, Djeric responde algo, hace un gesto como si sostuviera el ala de un sombrero invisible, y se da la vuelta arrastrando a Suni con él. Ella frena su avance anclando los pies al suelo.
—¿Qué pretendes, Suni?
Por toda respuesta, ella agarra un guijarro del suelo y se lo lanza al barbudo; le da en el hombro. El aire se carga de tensión, como un suspiro retenido en el pecho.
—Voto al Gran Dios que algo no funciona bien en tu cabeza —murmura Djeric.
Los cuchillos oxidados de los hombres emiten un sonido amenazante mientras asoman de sus bolsillos. Djeric coloca a Suni a su espalda de un tirón justo antes de que el barbudo se abalance sobre ellos con un alarido. Djeric lo golpea con la mochila, el sonido metálico del napa en su interior encoge el corazón de Suni: probablemente ya no se pueda reparar. El hombre cae al suelo con una brecha en la cabeza.
Hay un segundo de silencio antes de que todo estalle. Los cuatro hombres sacan sus armas: botellas y cuchillos.
—Te voy a dar una paliza, Suni, si ellos no se me adelantan.
Los hombres lo rodean como depredadores al acecho; el barbudo se incorpora y enseña unos dientes amarillos con varias mellas. Djeric les habla en un tono mesurado, como si tratara de razonar con ellos. Suni retrocede poco a poco con paso inseguro, con la garganta en un puño, temiendo haber provocado una distracción con consecuencias fatales.
Cuando el barbudo ataca, el resto se une. Djeric pasa de estar inmóvil a transformarse en un torbellino de energía: bloquea, esquiva, desarma y golpea derribando a sus oponentes uno tras otro.
Suni retrocede con más energía. El sonido de metal oxidado chocando con fuerza le chirría en los oídos. No sabe en qué momento Djeric se ha hecho con varios cuchillos, pero ya no tiene dudas de que saldrá vivo: corre en dirección al edificio de los napas.
Unos pasos resuenan como tambores en el asfalto, Suni no se vuelve para descubrir quién la sigue. Entra en el edificio abandonado casi derribando la puerta a su paso. La luz del atardecer se filtra por las ventanas rotas, un aviso de que el tiempo se agota. Cuando alcanza las escaleras, unas manos la agarran por la chaqueta. Suni se retuerce, la punta de sus bailarinas alcanza el tobillo de su captor, y de él escapa un gruñido de rabia. Trata de golpearla, pero es como sostener una serpiente. Suni se contorsiona hasta que la tela de su chaqueta se tensa lo suficiente para rasgarse.
Unas palabras crudas y toscas, salidas de una garganta gastada, le dicen algo que no comprende. La chica consigue sacar un brazo y coger el sobre con la documentación del bolsillo. Entonces comienza a lanzar patadas al aire, alguna da en las paredes donde toma impulso hacia atrás hasta que él pierde el equilibrio. Ella se gira con brusquedad, libera su otro brazo y deja a su captor con los restos de su chaqueta en la mano.
Sube las escaleras de dos en dos. El chirrido de la madera antigua se une al eco de la pelea en el exterior. El olor a humedad y polvo le provoca picor en la nariz. Pronto oye unos crujidos más fuertes a su espalda. La está persiguiendo otra vez. «Mierda, ¡dejadme en paz todos!».
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Choque: Alas Encadenadas #PGP2024
Fantasy🥉3er lugar en Fantasía y Ciencia Ficción Contest 2024 *** Un compromiso matrimonial por poderes de sangre que no puede romperse sin terribles consecuencias. Djeric Lexer desembarca en Ioral con una misión: recoger a su futura esposa, y ya de paso...