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Carmela Shannahan

Enzo y yo nos envolvemos en un ambiente de lujuria y excitación; sus labios cortejados y resecos bailan al compas con los míos. Yo recorrí sus fuertes brazos que estaban apoyados a mis costados, y el pasaba toda su boca por mi cuello. Lleve mis manos a su pecho para jugar un poco con los botones.

Cuando podia le desabrochaba algún que otro, hasta que el se canso de la posición y con fuerza me sostuvo sobre su pelvis, bajándome de la mesada y apoyando sus dos manos en la parte baja de mi trasero.

El rodeo la cocina caminando hacia alguna otra habitación, pero en mi mente divago la idea de las trufas. Mi perfeccionismo aveces podia superarme.

–Las trufas. –Murmure contra sus labios, sin dejar de moverlos.

–Las trufas que?

Su voz sonó inquieta y necesitada, lo que genero que mi interior se sintiera más a gusto.

–Van en la heladera.

El, sin separarse de mi, ni bajarme en ningún momento, volvió a la mesada de la cocina. Una de sus manos abandono mi trasero y abrí un poco los ojos para ver que estaba agarrando el plato de trufas.

Mi cuerpo no pudo evitar que mi excitación subiera al darme cuenta de que el estaba haciendo las dos cosas al mismo tiempo. Note como el giro sobre su propio cuerpo para llegar a la heladera.

–Abrime la heladera. –Mandó con un tono tembloroso. Pero no llegue a escucharlo porque no se separaba de mis labios.

–Qué?

–Que me abras la heladera. –Soltó bruscamente y yo tome la manija de la heladera mientras el se agachaba para meter la bandeja en uno me los estantes

El se tambaleaba entre las amplias paredes de un corto pasillo que nos llevó a su habitación.

La oscuridad de aquel lugar solo aumentó mi lujuria. El se sentó sobre la cama conmigo aún arriba.
–Queres que baje más la persiana?

Respondí a su pregunta con una negación de cabeza, concentrándome en ajustarme sobre sus piernas para estar mas cómoda. Me satisfacía mucho este sentimiento de estar disfrutando tanto algo.

Siempre que me veía con algún chico era nada mas para el placer de solo compartir la lujuria del momento. Con Enzo estaba disfrutando todo y en todos los aspectos. Con los demás solo me emocionaba llegar a la parte en la que ellos se ponen el preservativo y lo que pasa después. Pero con el admiraba cada momento.

El ambiente en el que estábamos era cálido. Los agujeros en la persiana nos reflejaban la tenue luz del amanecer, y el ruido del ventilador de techo nos hacía permanecer despiertos. Con Enzo era como si quisiera que cada roce y cada minuto duraran mucho mas tiempo.

El se despego de mi, llevando mi pecho mas atrás, lo miré.

–Que pasa? –Le pregunte mientras me reía nerviosa.

–Sos muy bonita.

Yo no puedo evitar esconder mi mirada mientras me sonrojo. Una pequeña risa se escapa de mi y lo escucho también reír con incredulidad. Mis pelos se ponen de punta cuando lo siento tomar mi mentos y levantar mi cara.

–No, mírame. –El sonríe, dándome un show de sus hermosos hoyuelos. – Posta sos preciosa.

–Gracias. –Le digo avergonzada pero risueña.

Mientras el mantiene el contacto visual, se acerca devuelta a mi cara. Deja un beso al lado de la comisura de mis labios y sus labios trazan un camino hasta mi mandíbula. 

Mis manos se guían solas hasta el final de su camisa, la cual termino de desabrochar para por fin sacársela. La piel de su espalda recibe mis palmas de manera caliente y sedosa, siento sus músculos adormecidos mientras mis manos llegan a sus hombros y hago una presión en ellos.

El se levanta de la cama conmigo encima, se da vuelta y me tira a la cama de una manera delicada y brusca al mismo tiempo. Mientras me besa, acerca sus manos a mi espalda, lo veo lidiar un poco con el cierre del top que tengo puesto y lo ayudo a desatarlo. Después el se separa de mi para levantar el top hacia mi cabeza. Sacándolo por completo.

–Ah bueee...

Yo me rio ante su comentario acerca de no llevar ningún tipo de corpiño. Solo éramos mi top y yo.

El alza la comisura de sus labios antes de dirigirse a mis labios de nuevo. Sin embargo, no dura mucho ahí porque era clara su intención de devorar mis pechos. Mientras lo hacia, yo sostenía sus cachetes, los cuales estaban duros por tanto movimiento. Yo soltaba cortos y casi inaudibles gemidos mientras el me chupaba y apretaba mis caderas.

Mis manos, hicieron una presión para que el suba de vuelta, llegando a mi cara en donde los besos no faltaron. Con mis manos, desabroche su cinturón y el me ayudo a bajar su pantalón. En un movimiento rápido, nos cambiamos de posición en donde yo tome el control. Me ayude a mi misma a terminar de sacarme toda la ropa y me senté encima de el.

Me dedique a besarlo y a acariciarlo un tiempo, mientras que el, por el mérito de la desesperación;  levanto su mano y recorrió un camino desde mi espalda hasta mi intimidad. No llegaba a tocar mi clitoris porque su brazo no era tan largo, pero si solté un desgarrante gemido cuando introdujo dos de sus dedos en mi interior.

Sus movimientos se volvieron frenéticos, y mis gemidos aún más. No duramos mucho en esa posición porque unos minutos después el nos dio vuelta quedando yo abajo y el, a un costado mío. Pero aún así en ningún momento sus dedos me abandonaron.

Sus dedos formaban un vaivén mientras el me acariciaba las cejas y los labios. De vez en cuando me besaba y yo me sentía totalmente expuesta.

–Sos una princesa. –El me dijo al oído mientras aumentaba la velocidad de sus movimientos.

Yo abrí mis ojos por un momento, concentrándome solo en el. En la armonía de su cara, en sus facciones y expresiones. Estaba tan concentrada que no me di cuenta cuando el introdujo otro dedo y me hizo gritar.

Cuando yo abrí mi boca por la gran cantidad de satisfacción que sentía, el me imitó con un aire risueño. Como burlándose de mi. Pero eso solo me provocó mas excitación.

Rasguñe las sabanas al sentir ese pequeño nudo en mi estómago que indicaba que estaba a punto de saborear el buen gusto de un orgasmo. Sin embargo, justo a punto de llegar Enzo retiro sin ninguna delicadeza sus dedos de mi interior.

Mi ser sintió un profundo odio hacia el en ese momento, el vacío era peor que nada. Abri mis ojos para encontrarme con una mirada burlona de el.

Después de eso, el sumergió sus tres dedos en mi boca. Metiéndolos sin reparo alguno.

Y nose si fue por la primera vez que alguien me lo hacía o porque era el. Pero nunca un movimiento tan brusco como ese me hizo sentir tantos sentimientos juntos.

SIX THIRTHY • Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora