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Enzo Vogrincic

Sentía la campana de la boca de Carmela moverse sobre mis dedos, que metía sin descaro en su boca. Parecía gustarle mucho, porque sus ojos, a pesar de tener casi mi mano entera metida dentro de ella, me seguían mirando con lujuria.

Ella empezó a toser y fue ahi cuando yo retire mi mano, gracias a la luz que entraba por la persiana divise varios hilos de saliva entre su boca y mi mano.

Ella pasó una de sus piernas por encima de mi y se acomodó encima mío. Me obligó con sus manos a sentarme sobre el respaldo de la cama, y así como ella se dejaba hacer lo que quería, yo igual.

Ella bajó con desesperación a mi bulto. Sentí el frío de sus manos cuando poso su mano encima de mi miembro. La mire pasar la punta de su lengua por alrededor de mi extremidad y luego se la metió sin duda alguna.

Mi cuerpo se sentía aliviado y tenso a la vez. Era como si a pesar de que ya me había visto desnudo, me seguía dando vergüenza. Ella me hacia sentir intimidado.

Hubo muchas formas en las que ella movió y giró su cabeza que ni siquiera me atrevería a decirlas. Era salvaje y tierna al mismo tiempo.

Desde que puso una mano en mi cadera esta noche no la pude dejar de pensar. Es algo magnético. Ella era magnética.

No podíamos dejar de lado su atractivo. Toda su cara se complementaba perfectamente bien, sin error alguno. Sus caderas y su remarcada cintura. Sus piernas que no eran ni muy grandes ni muy gordas, eran el tamaño perfecto para mi; y sus pechos... Tenian una matemática perfecta, tenia unos pequeños pezones que adornaban sus dos grandes pechos, eran esponjosos y se notaba a plena vista que eran naturales. Me volvían loco.

–Para! Para...

La ví asustarse y dejar mi miembro estético en su lugar. Mientras levantaba la mano como si estuviera haciendo algo malo.

–Que paso? –preguntó con sus ojos bien abiertos, dándome una ternura inexplicable.

–No nada, no me quería venir todavía.

Ella sonríe y asiente mientras trepa por mi cuerpo hasta llegar a mi cara. Ambos estábamos sentados y nos besábamos sin pensarlo un segundo.
La sostuve de los brazos mientras la tiraba para el lado contrario en el que estábamos, colocando su cabeza en los pies de la cama y abajo mío.

Me gire hacia mi mesita de luz para agarrar un preservativo que me estaba esperando acá hace mucho tiempo. La vi morderse los labios mientras me lo sacaba de las manos y se dedicaba a abrirlo ella misma.

Una vez afuera del paquete me lo pasó para que me lo pusiera. Y seguí esas indicaciones al pie de la letra.

Ella me empujo con sus pies para estar aún mas sobre ella y agarro mi creciente extremidad para ubicarla en su entrada.

Cuando yo mismo me empuje hacia adelante sentí un torbellino de emociones. Nunca había estado en la intimidad con alguien que me gustara tanto como Carmela. Y la manera en la que ella se movía, levantaba un poco sus caderas haciendo que sus paredes se aprieten mas y recibiendo a mi miembro cálidamente.

Carmela llevo sus brazos hacia arriba, dejándose llevar. Su pelo estaba revuelto y se metía en su boca, creando una imagen que solo una persona tan digna como yo podría llegar a disfrutar.

Mi cabeza no podia soportar lo mucho que me gustaba ella. Me encantaba. Me deslumbraba. Era una cosa de locos.

No pedo explicar lo que sentí cuando me empujo haciéndome caer sobre el respaldo de la cama, otra vez sentando. Se volvió a introducir mi miembro mientras se ayudaba colgándose de mi cuello para saltar. Yo le seguía los movimientos poniendo mis manos en su cintura.

SIX THIRTHY • Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora