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Leonela Sanchez

La humedad resaltaba los pequeños pelitos tajeados que aparecían cuando me plancho el pelo, era molesto pero mientras mis pechos se vieran bien no tenia problema.

–Deja de acomodarte las tetas. –Dice Carmela, tocando su pelo delicadamente.

Doy vuelta los ojos mientras saco dinero de mi billetera para pagar la entrada al boliche. Ambas compramos la entrada vip así que nos ajustaron unas pulseras que brillaban.

–Vos estas segura que el pelotudo este está acá?

–Si Carme, siempre viene al mismo lugar con los amigos. –Carmela me da su dedo indice para que lo agarre antes de salir caminando para el rejunte de gente en la pista.

Me inclino para atrás hasta llegar a su oído para gritarle. –Nos fijamos primero en la normal y después vamos a la vip. Vino con unos chabones del trabajo por ahi conoces a alguno porque son ahi medio actores que se yo

Carmela me guiña el ojo mientras mueve el mentón para indicarme que camine. Yo sigo mi camino abriendo bien mis ojos de puta para encontrar a Esteban.

Carmela se ríe mientras tambalea la cabeza al ritmo de la música, el humo la invade haciéndola ver quinientas veces mas linda de lo que es normalmente. Yo sonrío al verla y sigo con mi camino.

–Che me parece que acá no están. –Me comenta Carmela después de un rato de dar vueltas.

Le hago una mueca y ella toma el rumbo contrario al que íbamos, dirigiéndose con firmeza a los escalones que nos llevaban al vip. Los patovicas nos revisaron las muñecas y después nos dieron un empujoncito en el hombro para que pasemos.

Mire bien el vip, no era mucho. Tenia una barra pequeña con una pista de baile, al lado había dos pares de sillones y unas sillas al lado de las paredes, pero no había nadie ahí. Carmela fue directo a la barra.

Carmela no sale nunca, pero cuando lo hace le gusta tomar bastante, nunca se pone borracha pero toma mucho. Empezamos con dos Camparis y seguido ella se me apoyo en el hombro para hablarme.

–Voy yo primera para que no sea tan obvio, si los ves apretame la mano.

Yo me río y acto seguido la veo recorrer la no tan grande pista, nos comimos unas varias puteadas por el campari que se nos caía pero a ninguna nos importo mucho. Noté como Carmela se quedo quieta un ratito y se movió mas sigilosa hacia un lugar en específico.

Se ve que ella misma lo encontró porque se quedó tranquila mientras se acomodaba de espaldas a Esteban, cosa de que si el miraba para atrás me viera justo a mi.

La veo hacer un gesto risueño mientras le da una chupada a la bombilla de su vaso. Yo me río y la observo bailar.

Ella se mueve al ritmo de la música de la misma forma que yo, ya la veo ir por la mitad del trago y sus pestañas se van moviendo mas lento. Ella le pega con la espalda a Esteban para que se de vuelta pero el no parece hacerle caso.

Mi corazón late con fuerza, hace nueve meses que me hablo con el y es re buen pibe, a comparación de otros. Pero es alguien tranquilo, que hace la suya todo el tiempo, por eso capaz no se da cuenta de las cosas.

La tranquilidad y las ganas de mostrarme se me van cuando Carmela le pega un codazo después de veinte minutos y lo veo darse vuelta buscando a la dueña de ese rudo golpe.

A la primera que ve es a mi, sus ojos encuentran los míos y una sonrisa de lado se forma en su rostro. La mía por otro lado se ensancha aún más.

Parezco una pajera.

–Ehh! Que haces acá? –El reacciona mostrándome sus manos y girando su torso.

Se inclina hasta llegar a mi y me da un beso en el cachete, que se siente como si me estuvieran besando con fuego. Yo sonrío aún más, si es posible.

El me sostiene el hombro y me acerca mas a el, ignorando totalmente a Carmela. Ella pone cara incrédula y la agarro de la mano mientras Esteban me pone al costado suyo. 

–Vine con Carme. –Le digo señalándola con la cabeza a mi lado. Me había acercado tanto a el que tenia la mitad de mi cuerpo metido en si ronda de amigos.

Carme lo mira con timidez, saludándolo con la mano, pero el, gracias al notorio alcohol que había consumido, le pone su grandota mano en el hombro y se acerca para chocar cachete con cachete. Escucho la risa sonora de ella mientras se aleja. Pero el la adentra un poco mas haciéndome quedar literalmente adentro de la ronda de sus amigos.

Me estaba cagando de los nervios y la vergüenza. Yo ya los conocía a los chabones pero me daba vergüenza igual. –Miren eh, vino Leo! –Exclamo Esteban.

Los amigos estaban uno mas en pedo que el otro, se notó cuando todos gritaron alzando sus vasos. Y me tuve que obligar a saludarlos a todos.

SIX THIRTHY • Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora