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Enzo Vogrincic

Fuimos a un boliche nuevo esta vez. Este no tenía sector vip y era un amontono de gente. El techo estaba descubierto dejándonos respirar del suave aire de aquella noche cálida.

Trataba de bailar un poco, pero mis ojos se concentraban solo en ella. El vestido rosa cálido que le daba un aire de niña buena le quedaba espectacular. Se movía al compas de la música mientras revoleaba su cabeza para todos lados.

Sus caderas se chocaban entre Matias y Francisco. Leonela estaba parada al lado mío y se ocupaba de charlar con Juani. Carmela tomaba como loca, vaso tras vaso.

Sentí que mi mandíbula se quebrara cuando en un momento de la noche, con el propósito de seguir el ritmo de la canción, ella pego su espalda con el pecho de francisco y matias pego su espalda al pecho de ella, los tres se inclinaron hacia atrás, sosteniéndose del otro y bajaban hasta el piso.

Veía la fina tela del vestido de Carmela rozar contra el pantalón de Francisco y me volvía loco. Entre aquellos movimientos sensuales que hacia ella con los chicos, me miraba fijamente, como si buscara encontrar algo dentro de mis ojos.

Me remoje los labios y me di vuelta, caminando hasta la barra. Me pedí mi segundo fernet de la noche, y mientras esperaba pacientemente mi trago, sentí el escalofrío de una mano apoyándose en mi espalda baja.

Al darme vuelta me encontré con la cara de una chica rubia, de cara flaca y nariz respingona, unos pómulos bien marcados y unos ojos claros que son para matarte.

–Hola! Sos Enzo?

Uh la puta madre.

–Hola. –Ambos chocamos nuestras mejillas en forma de saludo. –Sisi, me llamo Enzo.

–Ah! Vi tu película, una actuación muy bonita!

Yo sonreí un toque incomodo, sin saber que mas decir. Gracias a dios mi fernet llegó y le regale una sonrisa a la rubia de ojos celestes mientras me iba. Por suerte fue normal.

–No sabes a la china que me acabo de comer amigo! –Grita Agustin, en clara prueba que no daba más de todo lo que había tomado.

La noche pasaba entre tragos y risas, idas al baño y vueltitas por el boliche.

Las risas no cesaban ningún segundo, nose si era por el pedo que tenían casi todos o porque realmente cada uno se destaca con su particular humor.

Amaba este grupo. Tengo más amigos, pero las experiencias que compartí con estos chicos  me hacía apreciarlos aún mas. Mi corazón latía fuerte siempre que nos encontrábamos y mi estomago siempre dolía de las risas.

–Me siento para el culo chicos. –Nos aviso Simon casi al final de la noche, mientras se tambaleaba sobre su propio eje.

–Epaa, como así? –Grito Pipe, que tenia dos latitas de Santa Julia en la mano.

–Posta no doy más, me voy a mi casa. –Respondió apretándose la panza.

–Aca, si se va uno, se van todos eh! La banda completa! –Gritó en corto Matias.

Y los demás, todos sobrellevados por el alcohol, empezaron a gritar como si de un festejo se tratara. El grupito se dirigió en fila hasta la puerta del boliche. Mire mi teléfono, las 05:28 marcaba el reloj. Al ser enero seguro este a punto de amanecer.

–Vamos a mi casa.















La casa de esteban se volvía a llenar de griterío, yo miraba a los demás divertirse en el patio. Con Esteban estábamos en la cocina cortando la torta helada en pedacitos para que todos comamos.

Nuestra atención se desvía cuando un gran chapuzón se escucha de fondo.  Esteban y yo nos dedicamos una mirada de temor.

–Se cayó uno.

Ambos corremos con rapidez hasta llegar a la entrada del patio, sin embargo la imagen de Francisco y Carmela tirandose de bomba a la pileta después de ver a Juani adentro, nos tranquilizo.

–Estos pelotudos... –Se rió. –Vos anda, yo ya traigo los heladitos

Le respondo con un asentimiento de cabeza y me acerco a la pileta. El único que no estaba aun sumergido era Simon que estaba tirado en una colchoneta en el pasto, durmiendo.

–Métete cagón! –Grito Matias divertido.

–Si dale, métete!

Me relamí los labios al escuchar la petición de Carmela, su sonrisa era única, y podía ver con facilidad todo su maquillaje corrido.  Pero le quedaba hermoso, era un testigo de la diversión y felicidad que se le podía notar a grandes escalas.

Me saque las zapatillas con mis propios pies y me levante la remera sobre los hombros para quitarmela.

–Apaaaaa! –Grito Felipe y yo me reí.

Corrí hasta llegar al pavimento aireado que rodeaba la pileta y después me tire de una, dejándome absorber por el agua que me rodeaba con burbujas.

SIX THIRTHY • Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora