Capítulo 10: Mordiendo el anzuelo

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Bianca saltó un muro y entró en un edificio en construcción. El lugar constaba de apenas algunas columnas y paredes erguidas y mucho material disperso por el suelo. Se escondió detrás de una gran mezcladora de cemento e intentó calmar su respiración.

La noche era silenciosa y apenas podía escuchar el ruido de los autos a unas cuadras de distancia. Tocó el lugar donde solía estar su amuleto, más como un tic nervioso que para comprobar si aun estaba ahí, ella sabía que no estaba. Gabrielle se había deshecho de el en cuanto regresó de New Haven.

El sonido de la verja abriéndose le heló la sangre y Bianca se asomó para ver a su perseguidor. Las pesadas botas hacían crujir la grava y la gabardina oscura ondeaba por el viento. Bianca corrió hasta la siguiente máquina, manteniéndose en todo momento en las sombras, sin embargo, no contaba con las luces con detector de movimiento y el foco blanco se incendió sobre su cabeza y la luz la bañó llevándose consigo todas sus esperanzas.

–Demonios –masculló, antes de correr hacia las columnas del edificio.

El hombre que la perseguía soltó una suave risa y dio una señal con su mano, de inmediato tres personas corrieron hacia ella.

Bianca tomó una larga vara de metal. Las tres personas la rodearon.

Aléjense de mí –dijo usando todo su poder de sirena. – Van a atrapar a ese hombre y me dejaran irme.

Los tres hombres se mantuvieron anclados en su sitio. una mueca extraña en su rostro indicaba la lucha interna entre seguir dos órdenes contradictorias. Sus cantó de sirena luchando contra algo más para tener el control.

Ahora –ordenó, Bianca, con toda la intención de ser obedecida.

Uno de ellos dio una paso hacia atrás, dubitativo pero antes de que pudiera hacer más recibió un disparo en medio de sus ojos.

Bianca soltó un grito agudo, apretando con renovada fuerza la vara de metal.

–Pequeña sirena, solo vamos a jugar.

Bianca giró sobre sus talones, encarando a su perseguidor y ahí, bajo la luz blanca, lo reconoció. Era el mismo hombre de la máscara, el mismo de New Haven. Su cabello azabache, su mandíbula cuadrada y unos ojos azules como el hielo.

Los dos hombres que quedaban aprovecharon el pequeño lapso de sorpresa para atraparla. Ella luchó como pudo, los golpeó, pataleó y gritó hasta que su garganta se desgarró.

¡Suéltenme, aléjense de mí!

Pero su hechizo de sirena no funcionaba en esas mentes.

Mentes manipuladas, fue su último pensamiento antes de que el hombre de ojos azules colocará un pañuelo en su nariz y ella perdiera la consciencia.

***

Tyler subió las escaleras de dos en dos hasta llegar a su habitación. En cuanto abrió la puerta, dio un saltó hacia atrás, asustado. Merlina se erguía junto a la ventana, envuelta en las sombras y apenas le había dedicado una fugaz mirada al entrar. Aunque su postura no se había movido y su rostro se mantuvo igual, Tyler podía jurar que se burlaba de él por el brillo malicioso de sus ojos.

Una vez que la sorpresa inicial había pasado. Se acercó hasta ella y miró la reunión que acontecía en su jardín frontal.

— Es escalofriante verlo tan animado — murmuró Merlina, sin apartar los ojos de su padre que recibía animado al Sheriff de Burlington.

— Espera verlo de cerca, te dará pesadillas.

Tyler sujetó a Merlina de la cadera, atrayéndola hacia él y dejando que su barbilla descansara en la cabeza de la chica. Miró por el reflejo de la ventana como ella le lanzaba una miraba fulminante, pero aun así no se retiró.

Los oscuristas #Wyler Saga: Mundo Oscuro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora