El encuentro

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Shanks no creía que las casualidades existían, él pensaba que cuando te topabas con una persona o con alguna situación es porque eso es lo que tenía que pasar, quizás para que aprendieras algo o porque te iba a volver más fuerte, pero algo te iba a dejar ese encuentro... Esa idea se vino totalmente abajo cuando conoció a Mihawk.

Tenía 21 años, apenas habían pasado dos años desde que Roger, su antiguo capitán había muerto a manos de la marina, al pelirrojo todavía le dolía la pérdida ya que el pirata fungió como su padre durante todo el tiempo que estuvo con él, pero tenía una última misión que cumplir para él, lo que le dejó asignado antes de morir y claro que lo lograría.

A pesar de que era joven y la era de los piratas estaba en su apogeo, Shanks ya comenzaba a tener su tripulación consolidada y se abrían paso entre los mares, desafiando a cualquiera que tuviera la osadía de querer atacarlos, muy pocas veces era él quién empezaba un ataque, "Solamente cuando la situación lo amerita" respondía cuando sus compañeros le preguntaban al respecto. Él creía en las palabras y en ser justos, que a veces la violencia no resuelve todo y que se puede llegar a un mejor final dialogando, es por ese motivo que sus habilidades eran casi desconocidas, pero se sabía que era poderoso porque lograba vencer a cualquiera que se lo exigiera... A cualquiera menos uno: Dracule Mihawk.

El día en el cual conoció al pelinegro se sentía frío, con un aire gélido que anunciaba que las estaciones estaban cambiando y que prontamente empezaría el invierno, a pesar de que en la gran ruta las cosas no se manejaban de la misma manera, algunas pocas veces lograban coincidir con el mundo exterior que les rodeaba. La tripulación del pelirrojo llegó a una isla pequeña para poder reabastecer sus dotaciones de todo, principalmente de comida, agua y alcohol que es lo que más pronto se acababa y con justa razón, a los piratas les encantaba hacer fiestas y festines por cualquier mínima cosa. Dejaron el barco aparcado en el muelle y se quedaron dos miembros a custodiarlo, aunque dudaban que alguien fuera lo suficientemente estúpido como para querer atacarlos.

Los piratas caminaron por la pequeña aldea comprando las cosas que necesitaban y empezando a subirlas al Red Force, el capitán les comunicó que se alejaría un poco de ellos porque quería revisar la sección de espadas para ver las que manejaban y adquirir una en caso de que alguna le interesara pero que los alcanzaría en el barco para poder irse lo tan pronto terminaran.

A pesar de que el lugar era pequeño, había demasiados callejones en los cuales fácilmente se podría perder cualquiera que no estuviera familiarizado, cosa que terminó pasando con el pelirrojo, quien se adentró en uno de los corredores por indicación de un lugareño, pero terminó dando más vueltas de las que debía y en algún punto perdió la dirección que debía seguir. Por el rabillo del ojo una mancha oscura que pasó girando a la izquierda captó su atención por un segundo, Shanks estaba seguro de que conocía de algún lugar a la persona que había visto pasar y como era una persona sumamente curiosa -Y no tenía ni idea a donde ir- decidió seguirlo.

- Estoy casi seguro de que se fue por aquí - Murmuró Shanks en voz baja al encontrarse de nuevo perdido sin poder visualizar a quien estaba siguiendo.

La figura negra volvió a aparecer, demasiado rápido para que al pirata le diera tiempo de reaccionar. Un golpe impactó contra su costado haciéndolo trastabillar y posteriormente, caer al piso húmedo.

- ¿Me estabas buscando? - Preguntó aquella voz gruesa y ronca, cuando el pelirrojo alzó la vista pudo dar con el dueño de ella: Un hombre alto, joven, con unos ojos ámbar muy intensos, de cabellos oscuros, patillas largas inclinadas hacia arriba y una pequeña barba. Llevaba un saco negro con mangas largas rojas floreadas que dejaban a la vista su tonificado abdomen y en el cuello le colgaba un crucifijo dorado. La espada larga que llevaba y con la que sospechaba lo había golpeado ahora se encontraba con el filo apuntándole el cuello, pero aquello no lo inmutó ni por un segundo.

RivalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora