Prólogo

800 51 0
                                    

°

°

°

• • •「◆」• • •

Oh, preciosa y hermosa flor blanca y pura, que suerte la mía al encontrarte en la flor de tu bella juventud.

Sin embargo, perdoname por lo que hoy a hacer con ese bello corazón que posees.

Ese hermoso corazón que haré pedazos poco a poco, haciéndote estar en el mismo paraíso para luego hacerte caer al devastador infierno.

Siento mucho que hayas caído en mi trampa, qué hayas sido el objeto de mi más pecadora tentación.

Mi bella chica, mi hermosa mascota~

•●•

•●•

•●•

—Ya hemos probado de todo— dijo el hombre de cabellos rojizos al ver como sus sirvientas seguían atendiendo a ese chico de cabellos azulados qué se encontraba postrado en su cama, con una temperatura tan alta en su cuerpo que apenas podía mantenerse consciente de su alrededor —Sigan poniendo más agua fresca con los pañuelos, de algo tiene que servir.

—Padre— Se acercó esa pequeña joven, preocupada al ver la escena frente a ella —¿Kaeya... esta peor?

—Algo así, mi niña— Respondió rápidamente, aunque tratando de mostrarse lo más tranquilo posible.

—Ningún médico puede hacer nada... ¿Acaso Kae esta en peligro?— murmuró, con algo de dolor en su voz.

—Claro que no, mi cielo, tu hermano va a salir de esto— Aseguró al instante —Tranquila, ya estamos controlando un poco más su fiebre, y ya hemos llamado a otro médico para que nos ayude con esto.

—¿Y él si va a ayudar?

—Debe de hacerlo, es uno de los mejores médicos de Teyvat.

Las sirvientas volvieron a entrar con rapidez a la habitación, trayendo consigo varios paño empapados en agua fresca, colocándolos con cuidado en algunas partes del cuerpo del moreno, por lo que, al ver que todo mundo volvia a alterarse, esa joven salía de nuevo de la habitación, quedándose en el marco de la puerta para poder observar todo lo que ocurría.

Kaeya, aquel chico adoptado por la familia Ragnvindr, estaba ahora mismo entre la vida y la muerte por una enfermedad que ningún médico había logrado reconocer hasta ahora, pasando de diagnóstico a diagnóstico, entre tantos tratamientos que, al contrario de ayudarlo, parecían empeorar sus condición.

Debido a esto, su padre y sus hermanos adoptivos de encontraban completamente preocupados por la situación, sobre todo aquella pequeña chica que parecía estar al borde del llanto al ver como su hermano sufría con esa condición.

Si Kaeya no se curaba y, en el peor de los casos, moría, perdería a su hermano, a su mejor amigo, y a una persona a la que tanto amaba y adoraba.

Imaginarse eso, para ella, era el peor de los escenarios y una tragedia que rezaba porque pudiera evitarse.

—¡Padre!— exclamó Diluc, entrando también a la habitación —El Doctor al que llamaste ya ha llegado.

Crepus asintió de inmediato al escucharlo, indicándoles a sus trabajadores que trajeran al médico cuanto antes a la habitación de su hijo.

Segundos después, los ojos de la chica observaron a ese hombre de cabellos azulados subir por las escaleras y caminar tan rápido como podía hasta encontrarse con el padre de los tres chicos, quien no tardó en comenzar a explicarle la situación.

Para ser un médico tan de renombre como había dicho su padre, se le notaba algo más joven de lo que se había imaginado, y además, llevaba consigo un semblante bastante imponente junto a esa mirada algo inmimidante.

Los minutos pasaron en ese sitio, y los ojos de esa pequeña chica que se encontraba junto a su hermano mayor, esperando noticias nuevas, seguían sobre la figura de aquel médico revisando y ayudando a controlar a Kaeya.

Sus movimientos, aunque firmes, eran bastante cuidadosos y profesionales, colocando todos esos paños húmedos en zonas claves que, junto con el medicamento que le había inyectado desde hace minutos atrás, habían ayudado a bajar la temperatura del cuerpo de Kaeya, hasta ver que esa expresión de dolor desaparecía poco a poco de su rostro.

Aquello había parecido un milagro, pues ellos habían necesitado horas en esos últimos días para bajar en lo mínimo la tormentosa fiebre del moreno, mientras que ese hombre lo había hecho en cuestión de unos pocos minutos.

—Señor Crepus, una revisión superficial no va a ser suficiente para lograr detectar exactamente lo que tiene su hijo— escucharon de la profunda voz del médico de ojos carmesí —¿Me permite llevarme algunas muestras de su sangre para analizarla con cuidado?

—¡Por supuesto!, ¡Lo que sea necesario para saber que es lo que le pasa a nuestro Kaeya!— afirmó el pelirrojo.

—Bueno, en ese caso, tal vez una muestra de orina, alguna radiografía y otras cosas sean necesarias— mencionó el otro —Algunos exámenes tardarán unos días más, pero con el tratamiento que les daré por ahora, será más que suficiente para que este estable en lo que tenemos todos los resultados.

—Se lo agradezco mucho, doctor— volvió a hablar con alivio el mayor —Ya nos era imposible tratar con los síntomas de Kaeya, sobre todo con esa fiebre tan intensa qué ha tenido en estos días.

—No se preocupe, él estará bien, solo sigan las instrucciones que les dejaré en la receta— murmuró, escribiendo sobre aquel papel —Y claro, si pasa algo más, díganmelo de inmediato.

Tanto Diluc como su hermana entraron al lugar al ver que todo parecía más estable, ambos dirigiéndose a la cama donde Kaeya, ahora que estaba más que tranquilo, dormía con una tranquilidad que no veían en él desde hace incluso semanas atrás.

Aun así, la más pequeña parecía aún algo preocupada, tomando con delicadeza una de las manos de Kaeya, cuidando que lo molestase en su sueño.

—¿Estas preocupada por tu hermano, pequeña?— preguntó ese hombre, llamando la atención de la chica —Tranquila, ahora esta descansando. En unas horas va a despertar y estará mejor.

—¿Él se va a poner bien?— preguntó ella, a lo que el otro asintió.

—Haré lo posible por que sea así. Tardaré un poco, porque la situación es complicada, pero incluso en esos días haré lo que este en mi mano para ayudarlo a estar mejor— pronunció, con esa voz que, de ser algo sería, había pasado a algo mucho más suave, al igual que esa sonrisa que le había dedicado al hablar con ella —Tú hermano se va muy poner bien, te lo aseguro~

Y solo con esas palabras, esa expresión tan amable y el semblante tan tranquilo que le había brindado en ese momento, había logrado cautivar por completo a esa inocente chica, haciéndola sonreir con esperanza frente a la situación de su hermano.

Aunque también, además de la felicidad que le causaba eso, también era verdad que algo en ella había logrado reaccionar a ese hombre que tenía frente a sus ojos.

Pues mirándolo bien, después de haber pasado aquel susto con su hermano, había notado como los ojos de ese médico eran realmente hermosos y cautivadores.

• • •「◆」• • •

°

°

°

𝐃𝐨𝐜𝐭𝐨𝐫'𝐬 𝐏𝐞𝐭 - Dottore/ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora