Capítulo 7: Familia

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Llego a la casa estampando la puerta, mis hijos se asustan al verme llegar, se levantan del piso donde estaban jugando y se paran rectos frente a mí.

-¿Qué hacen? Vayan a jugar a otra parte.

-¡Sí!- Me contestan al unísono, luego se marchan corriendo.

Me tiro al mueble y enciendo la televisión, mi barriga ruge del hambre, y en la cocina no parece haber nadie.

-¡Rosario!

No consigo respuesta. Vuelvo a gritar su nombre antes de ir a la cocina, y no la encuentro, paso por la habitación, tampoco está.

-¡Bruno!-Escucho sus pasos corriendo hacia mí- ¿Dónde está tu madre?

-No lo sé... Dijo que saldría un rato.

-¿Adónde?

-N... No lo sé papá.- Noto su tono débil y de miedo.

-¡Y deja de hablar así, eres un hombre!

-Perdón...

-Pcht!... ¿Hizo algo para comer?

-Hay comida de ayer en la nevera.

-¡¿De ayer?!- Golpeo en suelo con mi pie, noto lo asustado que está Bruno.- Ándate a jugar con tu hermana.

-Sí...- Se va.

Abro la nevera para encontrar arroz con carne en un táper que luego meto en el microondas, al terminar su ciclo saco el recipiente y lo dejo encima de la estantería. Esa maldita sabe que no me gusta comer cosas de ayer, ¿qué estará haciendo afuera?

Escucho la puerta abrirse, no me muevo, quiero que se de cuenta que ya llegué.

-¿Camilo?

-¿¡Dónde estuviste!?

-Fui a dar una vuelta.

-Ah, mira. ¿¡y por qué mierda no hiciste comida!? ¡Sabes que llego con hambre!- Me acerco.

-No sabía que llegarías tan rápido.

-¿Ah no?-Me voy acercando- ¡Estudiamos en el mismo puto instituto!

-Te voy a pedir que te alejes.

-Aleja esto, puta.

Alzo mi mano para golpear su puto rostro, pero al momento de intentar moverlo, Rosario agarra mi muñeca.

-Que no se te olvide quién es mi familia.-Tira mi brazo- Y que no se te olvide por qué estás conmigo.

Aún estoy con mucha furia, esa hija de puta acaba de evitar su castigo. Lo que más me enfurece es que tiene razón, no la puedo tocar, me matarían si hiciera eso. Doy media vuelta y agarro el táper, paso por su lado chocando muy fuerte su brazo.

Necesito una oportunidad, sólo una, para dejarla donde debería estar, quiero deshacerme de ella, da igual el precio a pagar. Aún no entiendo por qué debo seguir, el contrato terminó hace tiempo.

El celular vibra en mi pantalón, lo saco irritado, pero se me quita al ver quién me está llamando, trago saliva y contesto.

-¿Aló? ¿Señor?

-Camilo... ¿Qué tal?- Su voz suena igual; muy seria y ronca.

-Hola, señor. ¿Cómo está usted?

-Te pregunté primero.

-Sí... Estamos bien... Gracias.- Maldita sea, deja de tartamudear.

-Ya veo. Aquí también estamos bien. Te llamo para saber de mi hija.

Le dijo algo, esa maldita perra le dijo algo.

-Ella está bien.

-¿Puedo hablar con ella?

-No- Respondo rápido, pero rectifico-. Disculpe, no, no puedo ahora, ella está afuera.

-¿Ah, sí?

-Sí, ella...- Me colgó.

Esa puta perra le dijo algo a su padre, ¡¿Por qué mierda no pude dejarla cuando tuve la oportunidad?! La imagen de su padre me viene a la mente, la misma imagen de él matando a mis padres. Veo sus ojos rojos de sangre, con el cuchillo en sus manos rojas, lo veo viéndome, y sonriendo.

Agarro la silla y la estampo en la pared, las partes de la silla caen desparramados en el suelo, al igual que sus cadáveres. Me tomo la cabeza fuerte intentando calmar mi respiración.

-¿Papá?

Es mi niña, está en el pasillo que da a las habitaciones.

-¿Qué haces aquí?

-Creí que te habías herido.

-¿Herido? ¡¿Me crees tan débil?!

-No... No... Yo...

Rosario toma a Ángela y la regresa, yo les sigo gritando que se larguen. Salgo del condominio para calmarme, saco el celular con la idea de llamar a alguien, ese mismo momento la realidad me da un golpe, veo que no tengo a nadie a quién llamar.

Camino hasta la botillería más cercana a comprar cualquier cosa, quizás hasta llegue a beber alcohol, lo que haya más barato. Entro a una cervecería.

El olor aquí es terrible, algunos andan fumando lo que creo que es marihuana, ahora que la legalizaron todas las tabernas tienen a su loco fumando, esta tiene como mínimo cuatro. Me siento en la barra a pedir un trago.

-Hermano, te veo muy desanimado, ¿Qué te pasa?

-Limítate a servir mi bebida.

-Qué agradable.- Nótese su sarcasmo- ¿Trago de qué?

-De cualquier mierda que tengan acá.

-Le traeré vino negro, serían diez mil.

Dejo la plata encima, el tipo las agarra y se dirige a llenar un vaso grande con el vino, al terminar lo pone frente mío.

-Oye, ¿Alguna vez has pensado en suicidarte?

Me lo quedo viendo, sonrío.

-Más de lo que imaginas- Esa respuesta lo tomó por sorpresa, sí sabía que era para insultarme.- Pero no puedo.

-¿Qué te detiene?

-El pecado.

-¿El pecado?- Saca una carcajada- Hermano, a este punto, ni el demonio te va a querer en el infierno.

-Es muy probable... Cometí tantos pecados.

-Sí.- Agarra un vaso para limpiarlo- Uno siempre comete errores. ¿Qué es uno más?

Veo mi reflejo en el vino.

-¿Qué ves?- Me pregunta.

-Un infeliz.

-¿Sabes lo que yo veo?

-¿Qué?

-Alguien que debe estar muerto.

Alzo mi cabeza para verlo. No me había percatado antes, no lo estaba mirando detenidamente, se trata de una hiena, una del otro grupo. Me sobresalto saliendo de mi silla, veo como algunos de los clientes a mis costados también son hienas, de hecho, todos son hienas, ¿Cómo chucha terminé llegando a una cantina de hienas? Camino de espalda hacia la puerta, lentamente.

-Ustedes no me pueden tocar. ¡Saben quién soy!

-Sabemos quién eres. También sabemos lo que eres.

Nadie se está acercando, aún así tengo mucho miedo.

-Lárgate antes de que alguien salga herido.

Llego a la puerta, no dudo ni un momento en salir corriendo. Ese maldito grupo, ¿no les bastó con casi matarnos? Tengo que ver mejor a los lugares dónde voy, un día de estos podrían llegar a matarme. Aún me duele la cabeza del susto y del enojo con Rosario, tengo que ir a cualquier lugar a relajarme. 

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Amantes de NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora