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Comienza una guerra cuando los objetivos de otros se convierten en tus obstáculos.
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Ancel de "preparatoria para gente Castrosa", este lugar me incómoda y me despierta una necesidad de fingir apariencias. Hay una aparente competencia de ver quién es el niño más bueno, el diez de diez, eso me provoca una fuerte tentación por echarles a perder el perfecto mundo que se crearon. Resoplo. Veo la alta figura acercarse. Ella nunca intento aparentar ser perfecta porque ella ya lo es, pero después... arruinaron su reputación y ella sigue sin inmutarse de su alrededor, por eso ella no me desagrada, simplemente ahí esta.
—Hey. —La saludo con un beso en la mejilla. Disfruto el ligero y dulce aroma a durazno.
Sonríe.
—Te traje la botella. —Agita el melocotón en sus manos.
Se ve sencillo y elegante.
—Muchas gracias.
—Aquí tienes.
Cuenta el dinero, pero antes me da el "no vino".
—Gracias a ti.
Ella observa la botella entre mis manos.
—Melocotón es una bebida que puedes tomar como un simple jugo, pero si quieres una bebida, ya sabes, más... Fuerte, debes mezclarla con licor... —Ella me explica. —Para aumentar la graduación alcohólica.
—Nunca había escuchado algo así.
—Bueno, ahora eres una de las pocas personas que sabe de su existencia. —Me despide agitando una mano en el aire. —Adiós.
Al igual que Leila, también tengo que entrar a mi primera clase y agradezco haberla puesto a primera hora. Taller de ajedrez, a la gente de aquí no le llama la atención por lo que solo somos pocas. Al entrar al aula especialmente para el grupo de ajedrez, me encontré con las chicas. Jezabel y Devika. Ahora, me encuentro pensando y moviendo piezas en el tablero pero nunca puedo evitar divagar en mis recuerdos.
—¡Papi! —Dije en voz bajita y el me miró sonriendo.
Jalo su camiseta para que se agache. Mi mamá nos da la espalda, ella está cocinando mi sopa favorita, por lo que me salvó por segundos de su mirada de Alcón.
