✓CAPÍTULO 7

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Respiro profundo invadida por una incómoda humedad que me obliga a moverme al baño, bajo la cascada de gotas heladas, la pequeña ventana se empaña y mi corazón sigue agitado y mi boca seca saboreando algo dulce.

"Fff" Exhalo lento mientras siento la calentura hormigueando por el puente de mi boca.

Mantengo las manos sobre una barra de jabón, cierro los ojos pasándola por mi piel. Odio moquear 24/7, odio los ojos llorosos, odio la perdida de olfato, odio el dolor de garganta y es peor aún... ¡Perdida del gusto! Y otra cosa que se, es como evitar o posponer esto.

—Ahh. —Tengo que abrir la boca para que el exceso de frescura salga.

Dejo la botella del jarabe en la mesa para saborear el fuerte sabor y paso mis manos hacia la dirección de mi cabello alisado.

—¡Ya me voy!

—Guárdate esto. —Recibo lonche en una bolsita lila con margaritas blancas.

Corro y cierro la puerta. Para cuando llegó al punto, el camión ya avanzó.

—¡Peratee! ¡Ey! —Silbo. —¡Párate!

Creí que esto no se volvería a repetir.
El camión bufa al detenerse, en cambio, yo sigo hasta llegar a poner un pie en el primer escalón. Subo más. Mi pecho se mueve como el de un pollito asustado con los vistazos curiosos que me dan, ¡Ah! Es un alivio en cuanto les doy la espalda y no tienen la oportunidad de tragarme aún más.

Traigo mi uniforme y mi sudadera encima de él, como siempre lo he hecho, ¿Por qué me observan así?

¡Ahh, por eso! Por el labio partido.

—Ayy, —risas. —Eso es seguro.

Me vuelvo consciente de que probablemente hablen de mí, pero soy incapaz de escuchar por encima de todo el ruido que hacen las ventanas al vibrar.

—¿A quien se habrá tirado?

—A la novia de Jae.

—Nha.

—Si.

—Nno.

—Que si.

—Ihhh.

—Creí que le gustaba Jeza.

—Pues ya vez. Solo tenía que llegar alguien que le gustara más.

Paso minutos sentada mirando por la ventana, siento que nos detenemos y soy la primera en bajar pero antes pagó el pasaje de la semana.

Siento mis suelas amoldarse a las piedras que piso, es tan irritante, nunca hay de otra por lo que tengo que seguir caminando.

Las risas tensan mi espalda dándome más peso del que puedo sostener, así que aumento la velocidad en mis pasos librándome al subir las escaleras corriendo.

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