Laboratorio

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—Oigan, hay una casa con un laboratorio, puede que esté ahí —dijo una de las chicas.

—Guíanos —respondió Egon, decidido.

—Pero puede haber monstruos —dudó la chica.

—No importa, tú estarás segura, al igual que todas —aseguró Liam, con una sonrisa tranquilizadora.

—Está bien, síganme —dijo la chica, tomando la delantera.

Caminamos durante horas, el cansancio se apoderaba de nosotros. Sin embargo, no trajimos nada para descansar en algún lugar.

—Chicos, miren —dijo Liam, apuntando a nuestras pertenencias—. Ahí están las cosas que dejamos. Podemos dormir en las carpas.

—Pero solo hay dos carpas y unos cuantos sacos de dormir —observó Egon, preocupado.

—No se compliquen la vida. Todas las chicas pueden dormir en una carpa, es bastante grande, y nosotros dormimos en la otra —sugerí, mirando a las chicas—. ¿Están de acuerdo?

—Sí —respondieron al unísono.

—Ustedes decidirán quién duerme en los sacos de dormir —añadió Egon.

Nos dirigimos hacia las carpas, pero de repente, un ruido extraño detrás de los arbustos nos detuvo en seco. Un chico cayó delante de nosotros, su torso desnudo y ensangrentado. Minutos después, comenzó a moverse de manera extraña, como si estuviera convulsionando, y soltó un grito de dolor combinado con furia. Sus manos subieron a su cabeza, golpeándola descontroladamente.

—¿Qué le pasa? —preguntó una de las chicas con voz temblorosa.

—No lo sé, pero tenemos que ayudarlo —dijo Wendy, dando un paso adelante.

—¡No, espera! —la detuve—. No sabemos si es peligroso.

El chico seguía golpeándose, sus manos ensangrentadas. Sus ojos, desorbitados, se encontraron con los míos por un breve instante antes de que cayera al suelo, inconsciente. Nos acercamos con cautela, sin saber si era una trampa.

—Vamos, rápido —dijo Liam, rompiendo el hechizo del miedo y moviéndose hacia el chico.

—Chicos... pásenme una cuerda, debemos atarlo —susurré. Liam asintió y me pasó la cuerda—. Egon, sosténlo por la espalda.

Egon lo sujetó mientras yo lo ataba rápidamente.

—Chico, no grites por favor, ellos vendrán —dijo Wendy entre llantos, aterrada. El chico la miró y dejó de gritar.

—¿S-son humanos? —susurró el chico.

—Sí —respondió una de las chicas.

—Los monstruos... querían matarme, al igual que ese señor —dijo el chico, asustado, comenzando a llorar.

—Está bien, ahora estás a salvo. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Liam, intentando calmarlo.

—No lo recuerdo... pero pueden llamarme Aike.

–Aike, ¿tienes hambre? —pregunté.

—Sí, demasiado… Hace días que no como. —respondió Aike.-

–Bueno, vamos para allá y te daremos de comer. —dijo Wendy con calma.

—Está bien. — dijo Aike. Caminamos hacia las carpas. —¿Me pueden soltar?

–Mañana, hoy no sabemos quién eres y podrías matarnos mientras dormimos. — Explicó Egon.

—Entiendo, no se preocupen. —Aike comenzó a comer.

Dos almas conectadas en una banca rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora