PROLOGO

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Era una noche realmente importante en la capital de lo que alguna vez fue un imperio realmente poderoso, y aún a pesar de la intensa tormenta que caía en esos momentos, la ciudad estaba de fiesta. ¿La razón? La inauguración tan esperada de uno de los museos más grandes e impresionantes del mundo: el Gran Museo Egipcio.

Dicho museo llevaba años en planeación. Conocido como el museo dedicado a una sola civilización más grande del mundo, aquella noche de apertura era realmente una fecha para guardar siempre. Había reporteros, investigadores, arqueólogos y celebridades de todo el mundo. Las transmisiones en vivo, los videos, las fotografías, la foto reportajes y las entrevistas tenían lugar cada determinados metros.

21 de diciembre del 2015. La noche en la que Egipto cambiaría para siempre. Y a pesar de la tormenta, la gente disfrutaba.

—Abierto a todo el público a partir de mañana, el Gran Museo Egipcio será la sensación de todo El Cairo —decía un reportero en alemán—. La historia podrá apreciarse desde sus curiosidades, estudios y estilos de vida. Desde las inmensas estatuas hasta fragmentos de los textos antiguos de... ¡oh! ¡Niños! ¡Por aquí no!

Dos muchachos, menores a los 12 años, corrían entre las personas, de un lado a otro, explorando, riendo e incluso escondiéndose. Se trataba de los hermanos Clary y Merrick.

—¡Corre, antes de que te atrape! —exclamó Merrick.

Clary lo seguía de cerca, con una mirada de susto y sorpresa, intentando no perderle la pista, y también evitando chocar con todos los obstáculos entre ella, la tierra prometida y su hermano: centenares de personas.

La verdad es que casi ninguna grabación estaba saliendo del todo bien. Aquella tormenta estaba arruinándolo casi todo. Los truenos arruinaban el sonido, los relámpagos golpeaban la vista, y en sí, el retumbar de los ventanales después de cada rayo llamaban mucho la atención.

Fue cuando se intensificó la lluvia y en la entrada del museo, varios conserjes y guardias de seguridad tuvieron que ayudar para evitar que el agua pasara al salón principal.

Luego, un fuerte rayo.

—¡Merrick! —gritó Clary en medio del gran espectáculo.

Ella se detuvo y buscó un lugar seguro: las mesas donde los anfitriones colocaban vasos y botellas de agua, aperitivos y servilletas. Una vez a salvo, la niña se hincó y abrazó las piernas para poder repeler el miedo que ahora la invadía.

Su hermano se detuvo en seco, sorprendido por la distancia que había recorrido sin ella, y regresó sobre sus pasos, evitando a más gente. Parecía que ellos dos eran los únicos menores presentes en la gran inauguración.

Clary era más baja que su hermano, cabello pelirrojo y algunas pecas en las mejillas; Merrick, a diferencia de su hermana, no tenía el cabello rojo sino negro, y aunque su madre se había esmerado en peinarlo, él se esforzó lo más que pudo para deshacer tal acto.

Los dos cumplían años el mismo día, eran hermanos gemelos, y en esos momentos tenían 10 años. Ambos eran hijos de una famosa pareja de arqueólogos, que se dedicaban a la búsqueda de reliquias antiguas a lo largo de todo el globo.

—¿Te siguen espantando los rayos? —preguntó Merrick, acercándose a su hermana.

—Los aborrezco —dijo Clary, tapándose los oídos, aún estando de cuclillas al lado de la mesa—. Esto no es normal.

Merrick se hincó de hombros y se inclinó hacia ella para poder reconfortarla.

—¿Normal? —preguntó, rodeándola con su brazo para hacerla sentir segura.

Los Juegos de AnubisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora