Capítulo 25: la muerte, un contrincante difícil de vencer

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—Merrick, aparta a los curiosos —Zoé se agarró el cabello para atárselo en una coleta.

—A la orden.

—Pat —Zoé ya estaba casi lista—, tráeme mi mochila. Necesito... todo lo que tenga ahí. Tal vez pueda salvarla.

—No... —musitó Lucille.

—Medge, necesito tu ayuda —Zoé recibió su mochila por parte de Pat y llamó al Candidato que más alejado del grupo estaba—; sí, tú. ¡Tú! —Ante su incredulidad, Zoé tuvo que alzar la voz.

El chico tímido de anteojos se arrodilló frente a ella, del otro lado de Lucille, y la miró con atención.

—Tengo... alcohol, gasas, medicina —Zoé se puso sus lentes y comenzó asacar unas botellitas de su mochila, al igual que bolsas pequeñas y transparentes que contenían lo que necesitaba.

Pero conforme ella lo iba pasando a Medge, Lucille negaba con la cabeza. Seguía sollozando, en silencio, y con la simple mirada le imploraba a Zoé con no iniciara con el proceso de revisión y curación.

—Lucille —dijo Zoé—, no me espantes.

—No lo hagas.

—¿Le inyectaste algo o por qué no quiere que la salves? —preguntó Medge, nervioso.

—Yo...

Clary notó que a Zoé le temblaban las manos, y aún a pesar de que Lucille se negaba, la chica comenzó a trabajar de manera cuidadosa en cortar las prendas de su amiga: con unas tijeras largas y afiladas, comenzó a cortar la ropa empapada de ácido... y sangre.

Lucille se desangraba.

—No... no sé qué es esto...

—¿Esas salamandras tenían escamas? —tartamudeó Medge, ayudándole a Zoé a sujetar las prendas con un par de pinzas—; las salamandras no deberían tener escamas...

—Estamos en el infierno —le cortó Zoé—. No hables.

—Oye, más respeto a mi amigo —le atajó Alyster, a unos metros de distancia.

—Vuelve a hablarle así y te llenaré la cara con esos trapos ácidos —le amenazó Merrick.

—¿Podrían callarse los dos? —les pidió Zoé.

La atención de Clary se enfocó en el Libro del Amduat, el cual seguía flotando al lado de su brazo. Rápidamente se dio la vuelta, y lo hojeó un par de páginas más allá de la explicación que daba Ra sobre el Árbol de Ished para justamente llegar al tema que buscaba.

«Makhluqat samat alhajm».

«Criaturas de las escamas venenosas».

Lucille soltó un grito desesperado que llamó la atención de Clary de golpe. Medge se había encargado de levantar un poco su blusa, la cual estaba pegándose a la piel de su abdomen. Las capas de viscosidad y ácido impregnaban un color verde en el cuerpo de la chica, y Medge tuvo que soltar las pinzas por el miedo que sintió al instante.

—¿Qué le hiciste? —le reclamó Merrick, acercándose.

—¡Yo...! ¡Yo no...!

—¡Yo le pedí que lo hiciera! —exclamó Zoé, alzando las manos para que Merrick no actuara—. ¡Estamos intentando quitarle la ropa afectada para luego intentar curarla...!

El ácido de las salamandras era mortal. Así lo había escrito Ra en el Libro del Amduat:

Si un mortal es alcanzado, el ácido quemará su piel. Se internará en su cuerpo y lo descompondrá por dentro. Será llevado por su sangre hasta cada rincón de quien sea atacado. Y su tormento en debilidad y quemaduras durará por siempre.

Los Juegos de AnubisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora