Clary despertó.
Le dolía la cabeza, las piernas, la espalda, todo el cuerpo en su totalidad. Se movió un poco y se dio cuenta de que estaba recostada en una cama matrimonial, bastante cómoda, y con algunas sábanas encima. Su atuendo había cambiado, ya no usaba el vestido rojo, las botas y los guantes largos de fiesta; ahora usaba unos pantalones de mezclilla, una blusa blanca, y encima, una camisa de cuadros de franela.
¿Qué había pasado?
El Museo Egipcio, la revelación sobre la verdadera identidad de Keira, el enfrentamiento directo con Osiris, y en cómo antes de poder vencerlo, Clary perdió el conocimiento debido a un fuerte golpe. Eso era todo lo que podía recordar.
¿Cómo había salido del Museo? ¿Cómo había llegado a donde sea que estuviese en ese momento?
—La verdad... no sé qué esperaba.
Era la voz del hombre con el que su padre y ella se toparon en el Museo. Lo más extraño era que... o la escuchaba en su mente, o tenía un sentido del oído mejorado. La voz provenía de fuera de la habitación donde estaba: una sala cuadrada con un armario de madera, un escritorio con su silla guardada, y una televisión de plasma en la pared.
¿Dónde estaba?
No se levantó de un brinco, sino de un impulso que la hizo levitar por unos momentos para que no sonaran sus pisadas, y abrió la puerta de la habitación con mucho cuidado. Frente a ella se reveló un largo pasillo, con numerosas puertas en ambos lados, para dar con un recibidor que conectaba aquel pasillo con otro par de corredores. Confiando plenamente en sus sentidos desarrollados, Clary supo que bajando las escaleras en forma de caracol y accediendo a la biblioteca de aquel extraño lugar había dos personas.
Quizá esperándola.
Bajó con lentitud, observando y analizando con atención los cuadros de las paredes y los adornos que colgaban de las paredes. Había estatuillas de diferentes culturas del mundo, de arcilla o de concreto, piedras preciosas, restos de flechas, espadas... parecía un museo hecho hotel, o una casa gigantesca con numerosos recuerdos de antaño.
Finalmente, Clary llegó a la planta baja de la mansión. La biblioteca se encontraba justo al frente, tras un par de puertas de madera corredizas. Al acercarse, pudo escuchar con mejor precisión.
—Estará a salvo aquí... al menos por un tiempo —dijo la primera voz—. No creo que tome las decisiones que Osiris tomó.
—¿La estás comparando con su padre? —una segunda voz, esta vez, proveniente de un joven. Un muchacho.
—No... puedo percibirla —dijo el primer hombre—, y no es que no esperaba eso. Es buena, muy buena.
—Sólo estuvo unos días bajo tierra.
—El Duat es diferente a cualquier mundo que quieras visitar.
—Entonces... —el chico quiso cambiar de tema—, ¿crees que Osiris la busque?
—¿Creerlo? No..., siento que ya lo está haciendo. Ella es la parte final de su plan. La pieza fundamental de su rompecabezas.
—Si Osiris la está buscando, entonces corremos peligro aquí. Y no creo que al dios egipcio le agrade verme. No tras todo lo que ha ocurrido en estas últimas semanas...
—Estamos muy lejos de Egipto en este momento —dijo la primera voz—. Pero ser precavidos es de sabios. Le haces honor a tu nombre, de vez en cuando.
Sin duda las personas que estaban del otro lado de las puertas corredizas sabían acerca del Duat, de Anubis, de Clary, de su lazo familiar y de todo lo que había acontecido tan sólo el día anterior.
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Los Juegos de Anubis
PertualanganLa noche en la que el Museo más grande en la historia de Egipto se plantea su inauguración ocurre un incidente: un niño de 9 años llamado Merrick desaparece sin explicación alguna. Ocho años después, su hermana Clary aún carga con el trauma y con la...