Capítulo 45: el final de todos los Juegos

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Si su mente no le fallaba, Clary recordaba haber recibido una carta escrita en árabe hacía apenas unas semanas. La carta era en realidad una invitación para la gran inauguración del Museo Egipcio que tendría lugar el 17 de octubre del presente año.

Clary había pasado sólo dos semanas en el Duat.

—¿Vamos? —Osiris le sonrió a Clary.

Ella sólo se limitó a sonreír.

Los dos cruzaron el paso peatonal y llegaron a la acera, uniéndose a un grupo numeroso de personas que, por lo que Clary logró escuchar en primera instancia, se trataban de inversionistas y profesores de universidades europeas que habían dedicado horas y horas de estudios para aquella noche.

—¿Es... Waset Hawkins?

—¡Waset Hawkins! ¡Por aquí!

Varios de los anfitriones del Museo se acercaron al grupo para abrir espacio para Clary y su padre. Incluso, los reporteros se abarrotaron en conjunto al grupo para iniciar con las entrevistas, las fotografías y las notas periodísticas de la inauguración.

—¡Señor Hawkins! —lo llamó uno de los reporteros.

—¡Waset Hawkins! ¡El New York Times, señor!

—¡Aquí The Guardian, señor Hawkins! ¿Nos permite unas preguntas, por favor?

—Avanza, con cuidado —dijo Osiris, refiriéndose a Clary—. No responderemos nada por ahora, debemos entrar al Museo. ¡Rápido! ¡Gracias, gracias! ¡No concederé palabras hasta mi discurso en la inauguración! —le dijo a los reporteros.

Con tal declaración, todos ellos insistieron en poder conseguir una exclusiva, y se hizo tan grande el tumulto, que varios miembros de seguridad y del personal del Museo tuvieron que intervenir para cederle el paso sin complicaciones a los dos miembros de la Familia Hawkins.

—Eres un dios... y vienes sin escolta, ¿por qué? —quiso saber Clary.

—Los mortales no están listos para una revelación mitológica de hace milenios, hija mía —dijo Osiris—. Pero siempre están cuidando de nosotros. En las estrellas —señaló al cielo nocturno— y en el suelo mismo.

Clary pudo ver a su padre señalando hacia los arbustos de adorno que había a ambos lados de las escaleras, donde un par de gatos negros se ocultaban entre las plantas.

—A veces olvido... cómo era esto —era la primera vez en ocho años que estaba con su padre de manera física, entrando en un evento de historia y arqueología. Era una tormenta de sentimientos encontrados que no dejaban su mente en paz.

Cuando llegue el momento, sabrás actuar.

El corazón de Clary dio un vuelco. Era una voz en su cabeza, pero lo más extraño... es que no era la de Keira, sino la voz de un hombre. Una voz que nunca había escuchado en su vida.

—Por aquí, señor Hawkins —uno de los anfitriones siguió a Osiris y a Clary por las escaleras que daban directo al vestíbulo principal del Museo—. Su discurso de apertura dará inicio en una hora casi exacta. Lo invito a pasar al vestíbulo de entrada, hay bebidas y bocadillos.

—Gracias, gracias.

—Entraremos por uno de los costados del escenario, para que los fotógrafos no le estorben, señor.

Osiris asintió.

Su distracción fue notoria, ya que al instante, chocó con un hombre que se había quedado rezagado en las escaleras, de espaldas al museo, y con el choque hizo que tirara su pipa a suelo.

Los Juegos de AnubisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora