Múltiples cuerpos se alzaron de entre los escombros de los edificios y la tierra, que curiosamente había perdido la gravedad y ahora comenzaba a levitar a lo largo de la ciudad amurallada. Soldados muertos que volvían a la vida, armados con hachas, espadas largas, cuchillas y khopesh.
Un grito despavorido, proveniente de la zona central del complejo, llamó la atención del grupo, indicándoles que aquel extraño suceso estaba ocurriendo en todos las casas. Con todos los Candidatos.
Los muertos, una vez que terminaron de salir del suelo, se abalanzaron con ataques rápidos hacia el grupo de Clary. Entre Olak y Fabio lograron frenar los primeros golpes, arremetiendo contra los recién llegados y dejándolos en el suelo, sin vida.
¿Muertos?
¡Ya estaban muertos!
—¡Se están levantando de nuevo! —chilló Zoé.
—¡Corran! —gritó Merrick—. ¡Todos a la Barca!
No había otra explicación,
Los cielos seguían retumbando. El desierto por encima de ellos se desquebrajaba más y más, provocando que toneladas de arena cayeran por encima del islote; de la completa nada comenzaba a caer una llovizna que alteró por el ambiente en su totalidad.
No llovía en el desierto.
Los muertos volvieron al ataque. En esta ocasión, Lucille se unió a la defensiva junto con Olak y Fabio.
—¡Espero ya estén listas las cosas, Pat! —exclamó Olak.
—¡Ya, ya, ya, ya! —gritó él, en respuesta—. ¡Vámonos! ¡Ya!
Clary sintió cómo Merrick la sujetó del brazo y tiró de ella en dirección a la playa, tomando el camino directo para poder salir de la ciudad amurallada. La carrera fue instantánea y tan brusca que apenas sintió cómo sus pies chocaban entre sí mientras intentaba mantenerse cuerda a pesar de la crisis que había sufrido minutos atrás gracias a Serch.
Una vez cruzando la muralla, el caos se desató.
Clary observó cómo docenas y docenas de personas salían junto con ella y con los demás Candidatos de su grupo; la mayoría luchaba y caía conforme avanzaban, y los alaridos de dolor, gritos de adrenalina y el ruido que provenía tanto del desierto de los cielos como de la ciudad que se caía en pedazos aumentaba la tensión del asunto.
De repente, en medio de la carrera, un brazo emergió del suelo y tomó a Merrick del tobillo, provocando que éste, y por ende también Clary, tropezaran de golpe. Las armas de Merrick quedaron tendidas en el suelo, a pocos metros de él, y en un esfuerzo por tomarlas, soltó un quejido. El muerto que estaba emergiendo del suelo lo sujetaba con suma fuerza.
—¡Merrick! —chilló Clary.
—Lo tengo controlado —se quejó él.
Intentó soltarle patadas, pero el hombre esqueleto no cedía. Con un graznido, el muerto sacó el otro brazo de la tierra, portando una cuchilla larga.
—¡Merrick!
—¡Ya lo vi!
Por suerte, Olak blandió su khopesh con fuerza, cortando el brazo del muerto, y liberando a Merrick. Con sumo esfuerzo, le tendió la mano libre y lo ayudó a alzarse, para luego hacer lo mismo con Clary.
—¡Rápido! ¡Antes de que...!
Tres saetas cruzaron el aire, rasgándolo con un agudo sonido, y golpearon a Olak por la espalda, traspasándolo y saliendo por su pecho. Su mirada se congeló, al igual que su cuerpo; el terror invadió a Clary, quien sintió que el tiempo, a partir de ahí, avanzó de la manera más lenta posible.
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Los Juegos de Anubis
PertualanganLa noche en la que el Museo más grande en la historia de Egipto se plantea su inauguración ocurre un incidente: un niño de 9 años llamado Merrick desaparece sin explicación alguna. Ocho años después, su hermana Clary aún carga con el trauma y con la...