Llovizna

21 4 0
                                    

Ambos habían empezado a aprender a sobrellevar el dolor, aunque aún habían noches de tormenta que les impedían conciliar el sueño, aún habían relámpagos ruidosos que desviaban sus pensamientos por caminos de dolor en los cuales no había refugio alguno para cubrir sus débiles mentes, aún habían cambios de humor repentinos, pues debían sostener unas sonrisas similares al ardiente sol que se asomaba en el cielo, aunque por dentro vivieran una lluvia torrencial. A pesar del dolor que ambos cargaban habían aprendido a drenar sus lágrimas, muchas veces los ojos de ella de rebasaban e inundaban sus mejillas.

Ryu con mucho remordimiento había conseguido a alguien que había hecho que el enorme hueco en su corazón se convirtiera en un pequeño agujero, aunque eso no significaba que no doliera, habían días en que el dolor era apenas notorio, pero otras veces se sentía a carne viva, este le daba un dolor en el pecho tan fuerte que le dificultaba respirar, también habían días en los que ese agujero se convertía en una gotera; era apenas notorio, sin embargo con el paso del tiempo causaba estragos que causarían daños que podrían ser difíciles o bien y imposibles de sanar. En el fondo, él sabía que la única razón por la que había elegido a esa persona para que estuviera con él era porque era muy similar a Rosse en muchos sentidos, era palida, de cabello corto, ojos verdes, pecas, de baja estatura y era de un lugar cercano a dónde solía reunirse con Rosse.

Por otro lado, ella intentaba convencerse a a si misma de que era feliz sabiendo que él podía ser feliz con alguien más, y pronto con este tipo de pensamientos logro pasar de una lluvia torrencial a una llovizna, de esas que te relajaron al tener contacto con la piel, pero que al final del día te deja un resfriado que permanecerá contigo varios días. En su mente aún estaba enterrada la remota posibilidad de que todo esté problema se arreglara con solo enviar el mensaje que había guardado en el portapapeles de su célular, pero repito, está posibilidad estaba enterrada bajo millones de consecuencias que podrían pasar si lo hacía, talvez ya esté con alguien más y su mensaje podría arruinar su relación provocando que el se enojara y no le volviera a hablar nunca jamás en su vida... Suena loco, pero era una posibilidad a la cual no quería arriesgarse, era preferible enterrar sus lágrimas y soportar su sufrimiento en silencio sin que nadie lo supiera, ¿Por que debía hacer que alguien más se preocupara por problemas que ella misma se buscó? Simplemente no, esa idea estaba descartada para ella, tarde o temprano lo superaría y no necesitaba la ayuda de nadie, al fin y al cabo ya había vivido 17 años sin él, ¿Por que ahora sería diferente?

—Rosie, ven a cenar—dijo su madre en un fallido intento de sonar dulce.

—No tengo hambre—respondió ella volteando a verla.

—No fue una pregunta, no puedes pasarte la llorando por un mocoso inútil—dijo olvidándose de su fachada de madre amable.

—¡Él no es un inútil!

—Sí que lo era .

—¡No puedes saberlo! ¡Nunca le diste una oportunidad para saber cómo era!—gritó desesperada—¡Eres un asco de madre! ¡Desearía que...!

Su frase no pudo ser terminada, pues su madre le dió una gran bofetada en el rostro, no estaba dispuesta a tolerar un trato que juraba era injusto.

—¡No te permitiré quedarte aquí ni un día más!—dijo roja de la furia—te irás con tu padre ahora mismo

Rosse no dudo ni un segundo en guardar todas sus cosas en una maleta grande, talvez su padre no era la mejor opción, pero era mejor que quedarse de brazos cruzados esperando que la tormenta se volviera llovizna. Talvez ya no había rayeria y relámpagos todas las noches, pero ¿Por que conformarse con la llovizna cuando puedes tener sol?

Ryu tampoco la estaba pasando bien de su lado, a pesar de que había intentado olvidar a Rosse, su mente se perdía en los pocos recuerdos juntos que tenía, lo cual solamente le causaba problemas con su pareja, era como una tormenta, aunque no llegaba a ser ni la mitad de atormentante que el hecho de estar lejos de Rosse, comparando ambas situaciones esos problemas se reducían a una brisa, una brisa que traía consigo neblina, nubes y noches de desvelo.

Al final ambos sabían que por más que intentarán cubrir su sufrimiento con una cortina, por mas que intentarán silenciar los truenos o cubrirse de la lluvia, siempre habían días grises, tormentosos, fríos y deprimentes en los cuales únicamente deseaban que al menos por unos segundos el sol los iluminará y les permitiera secar sus lágrimas para ver claramente el camino que los llevaría a la felicidad, aún habían noches en que los únicos testigos de su dolor eran la luna y algunas constelaciones que intentaban iluminarlos, aún habían noches en las que el ruido del granizo impedía que conciliaran el sueño, a pesar de todo eso habían momentos en que la tormenta se convertirá en llovizna, permitiéndoles que ocultar su dolor fuera una tarea más sencilla.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora