Días soleados

6 1 0
                                    

Habían pasado alrededor de un més, en el cual tan solo trabajaron en su restaurante, sin embargo la felicidad no los había abandonado ni un solo segundo, fue la primera vez que el no poder dormir no los atormentaba, pues sabían que cuanto sueño tuvieran el otro estaría dispuesto a desvelarse hablando hasta el amanecer o hasta que ambos cayeran dormidos, aquella noche habían tardado un tiempo en quedarse dormidos, pero ningún sabía de qué hablar, él no dormía por no dejarla sola y ella seguía despierta por los nervios, en una mano él sostenía un libro que leía en voz alta y con la otra acariciaba la cabeza de ella, pasaron un par de horas así, no se sabe cuando se durmió ella, pues él estaba tan concentrados en la lectura que no lo noto, y para cuándo se dio cuenta ella ya estaba profundamente dormida, por lo que él también se acostó envolviéndola  en sus brazos.

A la mañana siguiente fue la primera en despertar, tomo una ducha, se puso su uniforme de trabajo y volvió a la había para asegurarse de que le siguiera dormido, al entrar se topó con los somnolientos ojos del chico, que al verla le dedicó una cálida sonrisa mientras se ponía de pie, doblo su sábana y la puso en su lugar, luego se acerco a ella con los brazos abiertos para abrazarla, sin embargo, se detuvo a pocos centímetros de esta y con una sonrisa le dijo:

—Te levantaste realmente temprano ¿Tuviste pesadillas? ¿O es que estás nerviosa?

—No, nerviosa no, emocionada—corrigió ella—¿Tú no? Digo, no sabemos cómo reaccionarán las personas ante un nuevo restaurante, que les parecerá la comida o si las sillas con cómodas...
No verifique si las sillas eran cómodas ¿Que tal si son muy duras? ¿Y si no soportan peso? Todo ser aún desastre ¿Cómo pude pasarlo por alto?

—¿Te preocupan las sillas?—preguntó enarcando una ceja—¿Las sillas? Si una silla se rompe no pasa nada, no van a odiar el restaurante por las sillas y si no les gustan que coman parados.

Ella lo miró fijamente levantando amaba cejas sin poder creer lo oía.

—¿Parados?¿Estas demente? ¡Son personas, no cabellos!

—¡Tranquilizate!—le ordenó—también pueden sentarse en piso al estilo japonés.

Al ver que la preocupación no desaparecía del rostro de ella optó por dejar de bromear y le dio un beso en la frente.

—Rosse, si quieres podemos ir ahora mismo a comprobar que todas las sillas estén bien, si alguna está mala, mandaré a que las reemplacen todas, pero te aseguro que no tienes porqué estar nerviosa, por lo que sé, eres una gran chef, sé que no estás nerviosa por las sillas, eso es ridículo, pero es aún más ridículo que no te des todo el mérito que te mereces.

Ambos guardaron silencio por un rato, con sus rostros a una corta distancia, pero ninguno de los dos quizo acercarse más, ambos miraban los ojos del toro como su fuera el monumento más bello del mundo, si acercarse, sin alejarse, aunque nada los interrumpiera, tan solo el viento que entraba por la ventana y sus respiraciones golpeando el rostro del otro.

—Voy a alistarme, ya verás que hoy será un día ajetreado, pero no te preocupes por nada—dijo separándose algunos centímetros—lo harás genial... Lo haremos genial, porque somos un equipo.

Ella le sonrió con algo más de entusiasmo antes de ver como el corría a alistarse, mientras tanto ella termino de hacer la cama sintiendo como una gran emoción hacia presión en su pecho, sin embargo sus labios no paraban de sonreír, media hora después, ambos fueron a su restaurante para limpiar todo, terminar de acomodar y después de un momento llegaron los co-chef, Allan y Aiko, los cuales apenas y podían verse a los ojos, al abrir las puertas del restaurante, este no tardó en llenarse, fue un día cansado, sin embargo fue un alivio y una gran felicidad para vos chicos.

Al volver a casa no tardaron en quedarse dormidos, sintiendo una gran felicidad en su pecho, a la mañana siguiente, ambos volvieron al restaurante, con una gran sonrisa en sus rostros, todo iba de maravilla, habían tenido un gran éxito, al fin habían experimentado la calidez de los días soleados, por primera vez eran felices juntos, sin embargo este apenas era el principio de lo que sería una gran idea juntos y un sueño hecho realidad para ambos.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora