Rosse

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Ella no paraba de sufrir, cada noche era una tortura tan fuerte que se asimilaba al dolor de ser golpeado por un rayo, sus ojos dejaban caer tanta agua como una nube de lluvia, parecería que en cualquier momento se crearían lagunas de lágrimas en el piso. Su memoria se negaba a olvidarlo, su corazón no quería perderlo, sus oídos querían volver a escuchar aquella voz tan melodiosa, su orgullo no soportaba estar en una posición tan vulnerable, su cerebro pedía a gritos ir a buscarlo, pero al final el amor que sentía por él decidió que lo mejor sería fingir que la tormenta que habitaba dentro de ella no existía, preferiría pensar que él ya era feliz con alguien y que eso la hacía ser feliz a ella también, sin embargo esos pensamientos no servían para amortiguar los golpes de los rayos y el granizo, los cuales azotaban su corazón de forma brutal.

—Rosie—dijo una voz preocupada a las espaldas de la chica—¿Por que no le escribes? Estoy segura de que él te extraña mucho.

—No lo creo, de seguro no se acuerda de mí— dijo con voz débil—estoy segura de que el es feliz y yo solo le estorbaría.

—¡Tú no eres un estorbo!—dijo elevando la voz- ¡Es injusto que tú no seas feliz!

—¡Eso no importa! Si el es feliz entonces yo me conformaré con eso, en cuanto puedo ordenar mi mente todo será como antes ¿Sabes porqué?— pregunto sin voltear a la persona de la que provenía la voz.

—¿Por qué?

—Porque lo amo—respondió volteando hacia la persona con la que hablaba.

Parada junto a la puerta había una chica de la misma edad que Rosse, aunque era un poco más alta, piel morena, pecas, ojos grises y cabello negro, manos delgadas y luciendo un esmalte rosado en las uñas, vestía una sudadera negra, jeans acampanados y tenis blancos, tenía el cabello recogido en una cola de caballo lucía unos pendientes rosados en sus orejas y lentes de sol en la cabeza.

—¿Por que no se lo dices?—preguntó intrigada.

—No, voy a arruinar nuestra amistad si lo hago.

—Si no haces algo ahora, no habrá ninguna amistad.

—Prefiero eso a perderlo para siempre, o a saber que me odia por mis sentimientos—susurró.

—Pero...

—Alaia, tienes que comprender, no pienso ser yo la que arruine su vida, antes preferiría no verlo nunca más.

— Si eso es lo que harás, entonces no te obligarte ni te presionaré, pero como tú mejor amiga, quiero pedirte que por favor te animes, quiero que volvamos a salir juntas, además, si vuelvo a salir de compras con Bria me volveré loca, la quiero mucho, pero es realmente tonta— hizo una pequeña pausa y luego agregó — no le digas que dije eso.

Ante las palabras de "aliento" de su amiga Rosse no pudo evitar soltar una risa, en realidad Alaia tenía razón, no podía llorar por el resto de su vida y debía ser la misma de antes, o al menos intentaría cubrir el hecho de que su corazón y su ego estaban compitiendo por tomar el mando de sus decisiones.

Desde ese día pinto una sonrisa para fingir que no había lluvia dentro de ella, una sonrisa que servía para cubrir la tormenta de lágrimas que luchaba por permanecer en sus adentros, una sonrisa tan radiante que nunca nadie sospecharía todo el dolor que se ocultaba tras de esta, nadie se daría cuenta de que la lluvia amenazaba con borrar esta sonrisa y dejar expuestas todas las emociones confusas que habitaban dentro de ella, talvez no se sentía mejor que antes, pero al menos ahora nadie sentía lastima al verla.

Talvez su sonrisa era falsa, peor ahora tenía personas que amortiguaran los golpes de los rayos y el granizo, para permitirle poder sonreír honestamente al menos por un par de segundos.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora