Lluvia de granizo

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La vida de ambos se volvía cada ves más deprimente, por cada día que pasaban separados la lluvia borraba un recuerdo y ambos temían que el otro lo olvidara antes de que pudieran reencontrarse.

Ya había pasado una semana desde la última vez que se habían visto, Ryu aún no recibía el mensaje que tanto esperaba y a este punto, empezaba a creer que Rosse ya lo habia olvidado, su corazón se partía en mil pedazos al pensar en eso, las otras alternativas que se le ocurrían no eran mejores, talvez su hermana no le había dado la nota, talvez no había ido a explicarle el porqué el no pudo ir ese día, y ahora pensaba que él no quería volver a verla. Sus pensamientos fueron bruscamente interrumpidos por el tono de llamada de su celular, era su hermana, con quién no había hablado desde que se mudó, se tomó unos segundos para pensar antes de responder y poner la llamada en  alta voz.

—¡Hola!—era la voz alegre  de su hermana, aunque intentaba sonar despreocupada se notaba cierto nerviosismo en su tono

—Aimi,¿Le diste la nota?—estaba al borde de las lágrimas y su voz sonaba débil

—Si lo hice ¿No te ha escrito?

No dijo ni una palabra más, solo corto la llamada y entonces una tormenta de lágrimas inundó sus mejillas, esto confirmaba que ella no quería hablar con él, pero ¿Por qué? ¿Acaso pensaba que se había ido por voluntad propia? En ese momento la lluvia de granizo empezó a azotar su corazón con más fuerza y velocidad que nunca.

Rosse no había hablado con nadie desde aquel lunes de lluvia, había llorado todo el tiempo, todos los días, mientras trataba de mantener viva esa llama de esperanza que a duras penas se mantenía encendida, pues la despiadada combinación de la lluvia que habitaba dentro de ella y las lágrimas de dolor que salían de sus ojos como cascadas, amenazaba con apagarla en cualquier momento.

Fueron varias noches sin dormir por el ruido del granizo al impactar contra el techo, la luna era lo único que los iluminaba ligeramente, pero comparada con la densa tiniebla que envolvía a ambos jóvenes, era una luz demasiado tenue como para iluminar sus rostros completamente, por el día sus mentes únicamente eran iluminadas por rayos de esperanza; fugaces y apenas notorios, aunque lo suficientemente fuerte como para lastimarlos de una manera despiadada, sus vidas habían perdido sentido nuevamente, incluso se sentían más miserables que antes de conocerse.

A mitad de la segunda semana, Rosse recibió una visita que en otro momento la habría puesto de buen ánimo, pero que ahora solo sirvió para abrir más la herida de su corazón.

— Ya deja de ser tan dramática! ¡En todo caso sufres por que quieres! ¡Tienes su número! ¿Por que no le escribes?— dijo una chica alta, rubia de ojos verdes y algunas pecas en las mejillas.

—¿Tu crees que yo elegí esto?—su voz era apenas audible entre tantas sollozos que escapaban de ella sin darle la oportunidad de retenerlos—yo no quería que él se fuera... Yo no creí que esto pasaría... Yo... Yo pensé que al fin iba a ser feliz y ahora todo rastro de él se extinguió.

—No todo rastro, aun tienes si número—le recordó.

—Bria... Estoy segura de que el tiene opciones mejores que yo, no voy a interrumpir su vida, si el destino decidió separarnos, entonces habrán buenas razones.

Bria la abrazó con todas sus fuerzas esperando que le sirviera de consuelo, pero ya era tarde, las lágrimas salían de sus ojos se forma desaforada. Talvez algún día ambos lo superan y lograrán seguir con sus vidas, o talvez no, talvez la lluvia de granizo logrará acabar con ellos antes de que tuvieran oportunidad de hacerlo.

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