III año

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Si bien el dolor de ambos jóvenes era difícil de soportar, apenas era el inicio de aquel mar de sufrimiento que los rodeaba, apenas habían pasado un par de semanas del tercer año cuando Rosse recibió una carta inesperada, era Ryu, lo cual la sorprendió, pues hace poco le había enviado un e-mail diciendo que no tenía tiempo para escribile. A pesar de todo, sentía como el sol secaba sus lágrimas mientras sostenía el papel en sus manos, abrió el sobre y entonces la lluvia borro su sonrisa nuevamente a leer aquello.

Querida Rosse:
Te escribo para decirte que fuiste una muy buena compañía, pero creo que esto no va a funcionar, ya empezé a conocer nuevas personas, ¿Recuerdas a Samantha? Esta conmigo, volvimos a llevarnos bien, y creo que es lo mejor.
Sé que te será difícil, pero confío en que superarás está situación y podrás encontrar a ‘tu alma gemela’, te deseo mucha suerte y espero no me guardes rencores.
                                     ATT:Ryu Yakioshi"

Sintió como un rayo atravesaba su corazón y lo hacía pedazos, sus ojos no pudieron retener las lágrimas, ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué le pasaba eso a ella? Corrió a su habitación y empezó a escribir un e-mail:

Querido Ryu:
Recibí tu carta, espero seas feliz, aunque no sea conmigo, sé que algún día conoceré a alguien que me quiera incluso más que tú, esto es algo difícil, pero lo superaré...”

Se frenó en seco y se preguntó si en verdad lo superaría, sentía que su corazón había dejado de latir, la tormenta era más fuerte que nunca, apoyó la cabeza en el escritorio y entonces noto que había algo más en el sobre, lo tomó con la esperanza de que fuera otra carta que explicara que todo era parte de una broma de muy mal gusto, pero no fue así, dentro del sobre había una foto de Ryu y Samantha, otro rayo la golpeó y sus lágrimas volvieron a empapar sus mejillas, el sobre empezó a llenarse de gotas y pronto un par de agujeros se hicieron en él, Rosse tardó unos minutos en lograr dejar de llorar, se enderesó en la silla y volvió a escribir:

... Espero que al menos podamos ser amigos, sobre todo deseo que tú y Samantha sean felices juntos, aunque no seamos nada, quiero que sepas que estaré para ti si necesitas un co-chef en el restaurante que confío que tendrás, te deseo suerte.
                                  Con cariño:Rosse Mcblair”

Tan pronto como presionó el botón de enviar, sintió como su corazón se trituraba, su mundo se vino abajo, las nubes empezaron a aglomerarse una sobre otra, estaba al borde de un abismo de dolor, a punto de saltar, cuando de repente alguien entró en su habitación sin previo aviso, ella se volteó sobresaltada y pronto sus ojos se toparon con los ojos marrones de Arthur, se secó las lágrimas y puso una sonrisa en su rostro.

—Hola, ¿Necesitas algo?—preguntó con tono triste.

—Rosse, hay algo que te quiero preguntar, pero no sé si este sea buen monento—hizo una breve pausa antes de continuar—¿Te sientes bien?

—Perfectamente bien, ¿Qué quieres decir?

—Sé que siempre te la pasas hablando de ese tal Roy...

—Ryu—lo corrigió.

Ese tal Ryu —continuó— pero quiero que sepas que desde el momento que te vi, tú llamaste mi atención y desde entonces, no sales de mi cabeza, sé que talvez yo no te intereso... Pero me encantaría que concideraras el hecho de salir conmigo alguna vez.

Ella se lo planteó, no tenía razones para negarse, pero tampoco para aceptar, no le agradaba el hecho de usar a alguien para aliviar su dolor, pero tampoco quería estancarse en la tristeza.

—Arthur...—hizo una pausa para pensar en lo que diría—me agradas bastante, pero no tengo ánimos de estar con nadie en este momento, quiero estar sola y darme tiempo, pero... No estaría mal que saliéramos más adelante... No quiero darte falsas esperanzas... No es ni un sí ni un no.

Los ojos de él se iluminaron al instante, no podía creerlo, el sol lo iluminó y una sonrisa se dibujo en su rostro, Rosse le devolvió la sonrisa con el mismo entusiasmo, aunque claramente no podía evitar sentirse culpable, no quería romperle el corazón a Arthur.

—Nunca antes te habia visto sonreír—dijo Rosse dándole un pequeño golpe en el hombro.

—Sí, no sonrió a menudo, al menos no en el exterior.

—Creo que ya tenemos algo en común—anució ella.

—¿De que hablas? Tú siempre sonríes.

—En el exterior—dijo ella en respuesta a eso.

Momentos después Arthur salió de la habitación y toda la atención de ella se centró en la tormenta que se hacía más fuerte con cada minuto que pasaba, su mente no paraba de preguntarse «¿Qué fue lo que hice mal?» sentía que algo en todo eso estaba mal, pero la neblina le impedía averiguar que era, lo único que tenía claro era que debía de olvidarse de todas aquellas ilusiones que se había formado en su mente, esa era la única esperanza para poder escapar de aquella tormenta que parecía no querer dejarla en paz.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora