A dos años del sol

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El tiempo pasó con rapidez, pronto diciembre volvió a llegar, y con él, llegó también una tristeza inmensa que se situó en la mente de ambos, la tercera navidad que pasaban separados, ninguna amistad fue lo suficientemente fuerte para llenar el hueco en el corazón de ambos jóvenes.

—Rosse tienes que salir—dijo Olliver, uno de los compañeros de apartamento de Rosse—es todo bastante aburrido sin ti.... Bueno, contigo también es aburrido, pero se reparte la aburrición entre más personas entonces es menos aburrido—dijo el chico intentando decir algo con sentido.

—¿No quieres hornear galletas? Es casi navidad, no es mala idea—continuó Allan.

—Allan, Olliver, agradezco sus intenciones, pero quiero estar sola.

—Emms está preocupada por ti, a Arthur no le importa, pero el día que ese chico le importe alguien haré una fiesta—dijo Olliver aún parado junto a la puerta.

—No me interesa ahora, solo... Déjenme sola.

Él se volteó y vió la computadora de ella, se dirigió a la puerta y antes de salir volteo la cabeza para decir algo más:

—Alguien te envío un correo.

Dicho eso ambos chicos salieron de la habitación dejandola sola, Rosse se quedó tendida en la cama unos minutos más antes de ir a revisar de quién era el mensaje, se sentó en su silla y entró en su correo, al instante sus ojos se vieron iluminados por una tenue luz solar; era Ryu, se apresuró a abrirlo, lo leyó repetidas veces con suma atención sin molestarse en retener las lágrimas, las cuales ya habían marcado un camino por sus mejillas.

Querida Rosse:
Lamento no haber podido comunicarme contigo, he estado muy ocupado cumpliendo con mis deberes, asumiendo que no podré tener la posibilidad de escribirte en navidad, te deseo unas muy felices fiestas y espero que la comida sea de tu agrado, aunque supongo que tú ayudarás con la elaboración de la cena. Cambiando de tema, tengo una muy terrible noticia, mi madre falleció hace poco, me aterra que algo te pueda pasar a ti. Por cierto, he hecho una nueva amiga, su nombre es Aiko Yamada, es muy amable, espero puedan conocerse algún día .

                                           Con cariño: Ryu Y”

Se secó las lágrimas con una mano mientras volvía a la cama, sabía que debía responder, pero no tenía ánimos para escribir, sentía como su mente se hundía en la penumbra de la neblina sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo, estuvo tendida en una misma posición hasta que dejó de escuchar el ruido de la tormenta y cayó en la profunda inconciencia.

Por otro lado, Ryu tenía miles de preocupaciones en su mente, ya habían pasado dos días desde que envió el e-mail y aún no recibía respuesta alguna, las nubes de lluvia soltaban aguaceros terribles, sabía que no debía alarmarse, pero era imposible, no quería perderla, y aunque su corazón sabía que ella lo amaba, su mente no paraba de ser pesimista y no le daba descanso. Esa mañana Ryu caminaba por los pasillos con la vista clavada en el piso cuando de repente una voz melosa y conocida se escuchó detrás de él.

—Debería haber casilleros más grandes aquí ¿No crees Ryu?

Él se volteó a ver de quién provenía aquella voz y se sobresaltos al ver a aquella chica pelinegra de ojos hazel parada frente a él con una gran sonrisa, él le devolvió la sonrisa antes de preguntar:

—¿Sam?¿Qué haces aquí?

Ella una hizo una pausa antes de responder.

—Larga historia, dime ¿Estás preparado para la navidad?

Él asintió no muy convencido.

—Yo ya abrí mi regalo—dijo ella mostrando una cámara instantánea—¿Una foto?

Antes de que él pudiera contestar ella se lanzó sobre él, lo abrazó con un solo brazo y con la otra mano tomo la foto.

—¡Quedó bien!—anunció después de separarse—nos vemos luego.

Dicho eso se fue dejándolo a él confundido.

Cuando terminó de recoger sus cosas volvió a su auto con los ojos al borde de las lágrimas, era increíble cómo esa pequeña conversación había desatado una terrible tormenta dentro de él.

La tristeza en el corazón de ambos era inmensa, sentía como las frías gotas de lluvia los empapaban hasta calarle  los huesos, los rayos los atacaban sin descanso, los relámpagos lo aturdían durante toda la noche, la neblina los envolvía en una  penumbra que los aislaba de todo el mundo y los mantenía dentro de sus mentes, dejándolos expuestos a la cruel tormenta, el granizo azotaba sus corazones sin piedad alguna, con más fuerza que nunca, estaban al borde de un acantilado de dolor, su único consuelo era el hecho de que tan solo en un par de años más podrían estar juntos, además el dolor no podía ser peor y sus corazones tomaban eso como una oportunidad para salir de aquella tormenta.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora