Bajo la luna

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Al fin volvían a ser felices juntos, ninguno se atrevía a confesar su amor por el otro, pero ya no era necesario, se notaba incluso desde la luna que se amaban más que a si mismos, tan solo con ver como sus pupilas se dilataban cuando se veían, como sus manos sudaban cuando estaban cerca, era hermoso ver cómo sus mejillas se sonrojaban con el mínimo contacto físico.

Amaban demostrarse su amor con pequeños detalles , para muchos parecía insignificante, pero para ellos, el hecho de tener algo que el otro le había obsequiado, era como si les regalaran el mismo sol, como si solo con verse eliminaran todo tipo de tormenta.

—Rosse, ¿Por qué no vienes a vivir conmigo? Te prometo que no permitiré que te falte nada nunca.

—Creo que aún no es el momento para eso, sé que no lo dices con mala intención, pero no es el tipo de vida que quiero tener siempre quise ser independiente y conseguir mi hogar y...

—Rosse—la interrumpió—escúchame, si eso es lo que quieres te daré todo lo mío, con tal de que estés siempre conmigo no me importa tener que perderlo todo.

—Ryu, me encantaría poder esforzarme por mi cuenta y conseguir lo que quiero yo sola, pero eso no significa que no quiero estar contigo, creeme que es lo que más deseo, pero primero quiero poder sentir que no dependo de nadie para poder tener una vida de calidad.

Ryu no mentía, preferiría perderlo todo antes que perderla a ella, adoraba pasar la noche con ella bajo la luz de la luna, a veces le leía poesía y otras veces comentaba libros que sentía que a ella le interesarían, toda su mente giraba en torno a ella, todo lo que hacía lo hacía por ella, ahora cada rincón de su mente estaba ocupado por la misma persona; Rosse. Ella también se pasaba todo el día pensando en él, se preocupaba por lo que pudiera pasar, por como  se podía llegar a sentir, todo el día esperaba el momento en que se reunirían, no era una fan de la lectura, pero adoraba oírlo hablar sobre sus obras literarias favoritas se había convertido en su forma favorita de perder el tiempo, ya se sabía de memoria un montón de títulos, cada que veía un clásico lo compraba sin importarle el precio, solo le importaba el brillo en los ojos de Ryu al recibir algo de las manos de ella.

Todo tomaba color, tal parecía que iban a estar juntos por siempre, nada podía salir mal, ¿O sí? Eran las 3:00 a.m, Rosse aún no estaba dormida pues debía estudiar para un examen muy importante, no esperaba ninguna llamada a esas horas, le había advertido a todos que estaría ocupada, esa fue la razón por la cual la sobresaltó el hecho de que su celular sonara.

—Ryu, ya te dije que estoy ocupada—anunció a punto de colgar.

—¡Espera! Necesito decirte algo—se dió una pausa—en persona.

—¿Ahora?—se oía sorprendida.

—Sí, ahora.

No pasó mucho tiempo antes de que el coche de Ryu se estacionara frente a la casa de Rosse, ella tomó su impermeable, pues fuera había una lluvia torrencial, subió al auto de él aún confundida y esperó a que él le diera una explicación, pero no lo hizo, solamente se quedó con la vista clavada en la parte de enfrente de él volante.

—¿Qué pasa?¿Qué era tan urgente?—preguntó con tono preocupado.

—Rosse, no quería decirte esto, pero... —suspiró antes de seguir—mi padre piensa que debo ir a Kioto a estudiar la universidad.

—¿Qué?¿Kioto?—su rostro cambió totalmente al oír eso.

—Si tú me lo pides no iré—se apresuró a decir— podría quedarme por ti.

—¡No! Yo no te retendré, es lo mejor para ti, debes hacerlo.

—¿Vendrás conmigo?—preguntó esperanzado.

—Lo siento, no puedo...

—¿Por que? No pongas el dinero como una excusa otra vez, yo lo pagaré...

—Apliqué para una beca en una universidad... De Luisiana...

—¿Luisiana?—dijo desconcertado—¿Cuándo pensabas decírmelo?

—No sé si entraré, además Luisiana no está lejos de Vancouver, es un vuelo de menos de 5 horas, podria venir a veces...

—Sabes que eso no es posible, no podrías viajar cada que tengas la oportunidad, sería costoso y desgastante, tendrías que trabajar, pero tú rendimiento se vendrá en picada y no me dejarías pagarlo por que tienes un orgullo demasiado grande.

—Ryu, sabes que no es por eso que no dejo que inviertas en mí... —murmuró.

—¿¡Entonces por que!?¡Podría darte todo lo que tú quisieras...!—exclamó desesperado.

—Tranquilízate—susurró—no es el mejor momento para discutir.

Ambos se quedaron en un total silencio, contemplaban como la luna brillaba con gran intensidad a pesar de la lluvia torrencial, él tomo la mano de ella sin apartar la vista de enfrente, puso el auto en marcha, sin embargo ninguno se sobresalto, ella no sintió la necesidad de preguntar nada, confiaba plenamente en él y sabia que no haría nada malo, lo único que se escuchaba era el rugir del motor y el sonido que hacian las gotas al caer en la calle. Ambos jóvenes mantenían la vista enfrente, el miraba la carretera y ella la luna, esa noche brillaba más que nunca, como si quisiera iluminar sus rostros, el agua no dejaba de caer, las nubes rodeaban a la luna como si hicieran que su brillo aumentara, el auto seguía en movimiento pero había reducido su velocidad, estaban rodeados de edificios y pronto el auto se estacionó frente a uno que parecía estar cerrado desde hace mucho tiempo. Él bajo del auto y abrió la puerta del copiloto mientras le tendía la mano a ella para que saliera.

—Vamos, confía en mí.

Ella le tomó la mano y lo siguió sin cuestionar, entraron en el edificio y subieron a la azotea, el se sentó en el piso y le indicó que hiciera lo mismo, la rodeó con su brazo y ella recostó su cabeza en el hombro de él mientras la lluvia caia sobre ambos.

—La luna luce hermosa hoy ¿Cierto?—preguntó, aunque sus ojos estaban clavados en ella.

—Sí, hoy está más brillante que de costumbre—contestó.

Él la miraba a ella, ella miraba la luna y de la nada soltó una pequeña risita.

—¿Qué es lo gracioso?—preguntó intrigado.

—Me parece curioso que siempre que nos pasa algo importante, ya sea para bien o para mal, esté lloviendo—él la miro con expresion confusa esperando a que volviera a hablar—piensalo, nos conocimos en un dia lluvioso.

—Y estaba lloviendo cuando los separamos—agregó empezando a comprender—también cuando nos reencontramos y cuando nos reconciliamos.

—Tambien hoy... Bueno, eso es algo obvio .

—¿Crees que también llueva el día de nuestra boda?—preguntó en un tono medio bromista.

—Si es que eso llega a pasar, necesitaré un impermeable en vez de un vestido—respondió sarcásticamente—y paraguas para los invitados.

El sonrió, aunque su mente se había quedado estudiando ese "si es que llega a pasar", estaba seguro de que pasaría, haría todo lo posible para que si pasará, así fuera lo último que hiciera.

—¿Tú crees que bromeo?—preguntó sin esperar una respuesta—¿Qué fecha es hoy?—preguntó cambiando de tema repentinamente.

—Dos de noviembre.

—Faltan seis días para tu cumpleaños.

—Y nueve para el tuyo.

Era una simple coincidencia, para ellos otra prueba de que estaban hechos el uno para el otro, estuvieron charlando un par de horas sin darle importancia a la lluvia, el único testigo de su amor irracional esa noche fue la luna, que se alzaba en lo más alto del cielo como si su objetivo en aquella noche era permitir que pudieran apreciar el rostro del otro.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora