Contra la tormenta

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Habían pasado dos semanas desde que Ryu se había accidentado, aún no despertaba del coma, una tormenta atacaba fuertemente a sus seres queridos, especialmente a la conciencia de Samantha, no paraba de sentirse culpable de toda la situación, probablemente todo había pasado por algunas malas decisiones que ella había tomado sin pensar que tan duras serían las consecuencias, el resto había sido cosa del destino, que ya nos ha demostrado varias veces que puede jugar malas pasadas.

A la mitad de la tercera semana, por fin la tormenta le dió la oportunidad de respirar a aquellas pobres víctimas del universo, al fin había despertado, su corazón volvía a latir con normalidad y ya era capaz de respirar sin ayuda de una máquina de oxígeno, era una buena noticia, algo que debió causar felicidad, pero el sentía una gran furia crecer dentro de él como una rayería lista para atacar al que todos señalaban como culpable.

-Despertaste-era una voz fría, ronca, algo amenazante, pero con cierto tono de preocupación, una voz paternal.

Él se limitó a asentir ligeramente y volteó a ver a su padre, era un hombre alto, su piel era igual de pálida que la de Ryu, pero su cuerpo era más robusto, sus ojos lucían cansados, pero también lucían aliviados.

-¿Tienes hambre?

Volvió a asentir con un poco más de ánimos.

-Bien, iré a traerte algo-dicho esto se dirigió a la puerta -por cierto, tus amigas están aquí para verte, les diré que despertaste para que entren, me alegra que estés bien-dijo antes de voltearse-no queria perderte a ti también.

Ryu sonrió amablemente a su padre antes de que esté saliera, su mente hizo énfasis en algo de lo que su padre dijo; "amigas" en plural, sabía que una de ellas era Aiko, pero ¿Quién era la otra? En el fondo sabía de quién se trataba, pero aún había una penumbra en su mente que no lo dejaba pensar con claridad, aún sentía un dolor punzante en la cabeza, así que procuró no alterarse, sin embargo su furia regreso cuando vio como entraba en la habitación aquella chica en la que torpemente había confiado, sentía que la sangre le hervía, sentía que los rayos estaban a punto de salir y atacar sin que él pudiera evitarlo.

-¿Qué haces aqui?-preguntó con frialdad.

-Tengo que explicarte...

-¡No hay nada que explicar!-exclamó desesperado-arruinaste mi vida, porque eres incapaz de ver feliz a alguien si eso significa que tú no lo eres.

-¡No es como crees!

-¿Entonces que es lo que está pasando?-se veía cada vez más irritado y no podía contener la furia que iba creciendo dentro de él-¡¿Acaso un fantasma escribió una carta, la envío a Rosse y te culpó a ti?!

-¡Sí lo hice yo, pero tengo un motivo!-exclamo al borde de las lágrimas-tu padrastro me pagó para que saboteara tú relación porque está molesto contigo, ¡No pude negarme! ¡Era mucho dinero!

-¿Estas hablando en serio? ¿Me estas diciendo que me arruinaste la vida por dinero? ¡Acabo de perder al amor de mi vida porqué a ti se te antojaba ir de compras!

-¡No es así! Mi madre tiene una enfermedad terminal y no tengo dinero para pagar sus medicamentos, ¡Disculpame por querer mantener a mi madre con vida!

El silencio se adueñó de la habitación, siendo interrumpido únicamente por los silenciosos sollozos que escapaban de Samantha, Ryu permanecía inmóvil, sentía como si los rayos que estaban dentro de él se hubieran vuelto en su contra y ahora lo atacaban haciéndolo sentir un gran sentimiento de culpabilidad, el silencio se alargaba y los aplastaba a todos, de la nada una voz suave deshizo esa gran tensión que se había formado en el aire.

-Lo siento-se disculpó Aiko-no teníamos idea.

-Sé que mis acciones no estuvieron bien-continuó Samantha limpiándose las lágrimas-pero estaba desesperada, solo pensaba en mi madre y olvidé que todo esto traería consecuencias, se que debo arreglarlo, reserve un vuelo para dentro de dos meses, ire a Luisiana y lo arreglaré todo.

Ryu seguía sin soltar palabra alguna, tenía la vista clavada en el piso, como si estuviera procesando todo lo que acababa de pasar, su rostro estaba tenso, tenía los ojos abiertos se par en par, levantó la cabeza lentamente y se llevó una mano al pecho.

-Lamento haberme apresurado a sacar conclusiones a la ligera.

Ella le dedicó una leve sonrisa y luego salió de la habitación y Aiko se quedó con él hasta asegurarse de que hubiera comido algo y después salió también, por un lado él estaba feliz de que la situación estuviera más clara, sin embargo una lluvia de preocupación lo atacaba negándose a dejarlo libre, ¿Qué pasaría si Rosse no le creía a Samantha? Solo tenía una cosa clara; sin importar que tan cruel fuera la tormenta, él lucharía para poder ver el sol junto a la persona que tanto amaba, sin importar cuanto tiempo llevara, sabía que algún día se verían iluminados por los cálidos rayos de sol.

Días lluviosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora