David está muy entusiasmado. Hace un clima agradable, y esa noche comenzará el Carnaval de su ciudad; saldrá con sus amigos.
Espera encontrarse con su talón de Aquiles: Iliana. Es de piel clara, cintura graciosa, cuerpo casi perfecto, y mirada hermosa y sensual. El muchacho vive obsesionado con esa belleza. Desde que la conoció, por allá cuando empezaron la secundaria, es su Amor Platónico. Están en el mismo grupo de amigos desde aquel entonces, pero nunca han sido cercanos. Recién terminaron el Preuniversitario, y él aun no le ha dicho lo que siente. Pero esa noche está decidido a hacerlo.
Cae la tarde-noche. En lo único que ha pensado el día entero, es en ese momento: Cómo lo dirá, en dónde lo dirá, cómo pudiera reaccionar ella. David se siente raro, siempre que tiene alguna aventura amorosa, no experimenta miedo alguno. Ha oprimido y robado varios corazones, tiene fama de conquistador entre sus compañeros de escuela. Ostenta incluso un apodo: Don Juan David. Pero esta vez, le tiemblan hasta los pelos.
Sin embargo, a medida que se acerca la noche, esas sensaciones se degradaron a un mero peso en el pecho. Ella le impone. Además, siempre lo ha ignorado, no cruelmente, sino que nunca se ha fijado en él. Para Iliana, David es solamente el amigo de sus amigos, un compañero de clases.
Al término del verano, ella comenzará a estudiar psicología, él irá a otra provincia por su carrera de Ingeniería Mecánica. Quiere decírselo antes de marcharse, antes de que sus caminos se separen.
.....
―Angélica, ¡ya me voy! ―le dice Iliana a su hermana, un año menor que ella.
Están en la sala de casa. La otra muchacha se encuentra desparramada sobre una butaca, muy cerca del televisor; viéndolo. Trae puestos un pijama y una blusa zurcida, su cabello está bastante desaliñado. No presta atención. Su hermana agrega:
―Lo que nos preparó tía está sobre la mesa, tapado. ¡Cómetelo, no dejes que se enfríe! ― La menor emite un vago sonido, que Iliana interpreta como respuesta. ― ¿Hoy tampoco me vas a hablar? ―no recibe palabra alguna ―Bueno, ¡como quieras! Te voy a decir una vez más que todos cometemos errores, ¡y que yo no te culpo de nada! ―Angélica sigue sin habar.
Molesta, Iliana camina hasta la puerta con el bolso en la mano. La azota con fuerza al salir.
....
René, el mejor amigo de David, recoge a tres amigas que saldrán con ellos, en la casa de una de ellas, Iliana incluida. Por último, pasan por David, y el pequeño grupo está completo.
Es una gran noche para las festividades, la calle está llena. Mientras se acercan al centro de la ciudad, que es donde está el grueso de la fiesta, ven gente yendo y viniendo de aquí para allá. Cuerdos y no tan cuerdos disfrutan del Carnaval. El primer punto donde los chicos hacen escala es la calle Sobral. David no hace más que mirar a Iliana.
―¿Quién va a comprar bebida? ―pregunta René mirando a Iliana, porque sabe que es muy servicial.
―¡Yo misma voy, dame! ―responde ella tomando el dinero.
―¡Yo te acompaño! ―Salta David, agradeciendo por dentro que su amigo le diera el pie.
Los dos caminan callados al principio. Hay puestos de venta y aparatos de feria esparcidos por toda la avenida. La música no para de sonar. Miles de luces iluminan la fiesta. Unos amigos se cruzan con los dos. Todos se saludan, y los otros siguen.
Por fuera está normal, pero por dentro, David se encuentra en alerta, preguntándose por qué no le salen las palabras. Aprieta con fuerza sus manos, pero el silencio permanece. No quiere quedarse de nuevo con las palabras en la boca.
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VINO, MUERTE Y CAFÉ
RandomUna recopilación de historias sobre la muerte y todas sus facetas; desde el vino que compartimos con ella hasta descubrir cuánto disfruta su trabajo.