Confrontación - Parte XIX - El diablo no habla de Dios.

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Tempranito el jueves!! Los amo mucho! Espero que disfruten el capítulo y tengan un excelente día

Los platos de pasta titilaron en los platos de marcado cuando el garzon sirvió, ofreció vino para la mesa, explicó en qué consistía el plato y luego los dejó a solas.

El silencio pululó entre ellos unos cuantos minutos, la dejó poner el queso recién rallado en su plato, y la vio comer antes de que ella se limpiara la boca, diera un sorbo a su copa de vino y lo observara expectante.

– ¿Es mi niña? – Soltó acomodándose en la poltrona mientras sostenía los cubiertos.

Elizabeth lo observó por largos segundos, sus ojos grises titilaron sobre él casi como si repasara su rostro, su quijada, deslizándose hasta el nudo de la corbata en el centro de su cuello.

Tomó aire.

– Si.

Fue como las bombas explotando en las trincheras, el sonido vibrante en los oídos tapados, los sonidos de las mesas y las voces ahora eran lejanas, todo era borroso.

Thomas sintió cómo el corazón le latía con fuerza en el pecho al escuchar la simple afirmación, cargada de tanto significado y emociones. La mirada de Elizabeth parecía penetrar en lo más profundo de su ser, esperando su reacción ante aquello que llevaba tanto ya oculto.

– ¿Es mi niña? – Volvió a preguntar sintiendo que la vista se le nublaba.

Elizabeth asintió con suavidad, pero no hizo contacto visual de inmediato. Sabía que esta revelación abriría una puerta a un torrente de emociones y preguntas.

– ¿Cómo... cómo se llama? – La cuestionó Thomas, su voz apenas un susurro lleno de expectativa.

– Ginebra .

Lo sentó en la alfombra, apoyándolo en la pared para quitarle la chaqueta del traje, desabotonando el chaleco para seguir con la camisa.

– Quería llamar Ginebra al bebé si era niña – Levantó la mirada para hacer contacto visual con ella, los ojos de Elizabeth destellaban – no quería que se llamara John – Contó subiendo la camisa para quitársela del pantalón al tiempo en que le bajaba los suspensores.

El nombre resonó en la mente de Thomas como un eco lejano de un sueño olvidado. Ginebra, de inmediato le llegó aquel recuerdo borroso, Elizabeth quitándole la camisa llena de vómito después de perder a Grace.

Aquella confidencia que le había hecho al decirle que esperaba llamar así a su hija si era una niña.

Ahora esa niña era su niña, su hija, su propia hija, una parte de él que nunca había conocido. La revelación lo golpeó como una ola, inundando su mente con una mezcla abrumadora de sorpresa, alegría, y una profunda tristeza por los años perdidos.

– Ginebra ... – Repitió Thomas asintiendo.

El silencio que siguió fue denso, cargado de la complejidad de sus emociones compartidas y la inmensidad de lo que aún quedaba por descubrir.

– ¿Dónde está ella ahora?

– Con Petra, una amiga que hice cuando llegué aquí, es mi vecina, vive arriba de nosotras – Explicó ofreciendo una sonrisa un tanto entristecida.

Thomas asintió, procesando la información mientras su mente daba vueltas tratando de imaginar a su hija, de visualizar su rostro ¿Habría heredado algo de él?

La idea de tener una hija era abrumadora, pero también lo llenaba de una emoción que no había sentido en mucho tiempo.

– No quiero ofenderte, pero – Se aclaró la garganta – ¿Cómo sabes que es mía?

La secretaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora