4. Mi primer amor, Josh.

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Las gotas de lluvia caían con gracia desde el cielo, danzando en el aire antes de posarse suavemente sobre mi piel

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Las gotas de lluvia caían con gracia desde el cielo, danzando en el aire antes de posarse suavemente sobre mi piel. El sonido suave de la lluvia golpeando los objetos a mi alrededor creaba una sinfonía relajante. El aire se impregnaba con el aroma fresco y limpio que solo la lluvia puede proporcionar, mientras las nubes grises cubrían el cielo, dotando al día de una atmósfera melancólica y tranquila.

Las calles brillaban con el reflejo de las luces de la ciudad sobre el pavimento mojado, creando un espectáculo visual cautivador. Cada paso que daba resonaba con un suave chapoteo, sumándose al coro acuático que llenaba el entorno. La lluvia parecía envolverlo todo, transformando el paisaje urbano en un escenario mágico y melódico.

Inmersa en ese momento, sentí la frescura de las gotas sobre mi rostro y el suave susurro del viento entre las hojas de los árboles cercanos. La lluvia había convertido un día común en una experiencia sensorial única, despertando emociones y dejando una huella memorable en mi memoria.

Marín sacó su teléfono móvil y marcó el número de su novio. Mientras esperaba a que contestara, observé cómo la luz de la pantalla iluminaba ligeramente su rostro.

—Hola, cariño. Sí, estoy en el instituto. ¿Podrías venir a recogerme? Sí, está lloviendo y no quiero caminar bajo la lluvia. Gracias, cariño. Nos vemos en unos minutos —Marín colgó y guardó el teléfono en su bolso.

De repente, sobre mi cabeza, la lluvia cesó como por arte de magia. Un dulce aroma a petricor, mezclado con la esencia de alguna fragancia sutil, acarició mi nariz. Al girar la cabeza, me encontré con la mirada amable y seductora de Cass.

Los mechones de su cabello rubio se pegaban ligeramente a su frente, resaltando la gota de lluvia que descendía lentamente por su mejilla.

—No quiero que te mojes bajo la lluvia —Su voz, suave como una melodía, se mezclaba con el suave murmullo de las gotas que caían a nuestro alrededor. —Vamos, te llevaré a casa.

Cass pasó su brazo sobre mi hombro con una delicadeza que me sorprendió. Su tacto era cálido y firme, como si intentara brindarme un refugio en medio de la lluvia. Sentí la presión suave de sus dedos sobre mi clavícula, y el roce de su manga húmeda contra mi piel añadió un toque íntimo a ese gesto protector.

Lentamente nos fuimos alejando de mis amigas, dejando atrás sus caras envidiosas.

A Cass se le daba genial actuar como el novio perfecto y enamorado. Durante esos momentos, llegaba a creérmelo y a sentirme especial. Sin embargo, apenas nos alejábamos de la gente conocida, se quitaba la máscara y su verdadera personalidad salía a la luz.

—Pochita, lleva tú el paraguas —bruscamente me lo dio.

Lo tomé sin decir una palabra.

—¡Pochi, me estoy mojando! ¡Echa el paraguas más hacia mí!

Conquistando a una Red FlagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora