5. Mi superheroe favorito, Spiderman.

7 3 0
                                    

En clase, me puse a pensar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En clase, me puse a pensar. Sé que se puede vivir sin amor, pero yo quiero estar enamorada y vivir un romance bonito como en las películas de época. Entonces, vi a Josh en la puerta.

—Josh —fui hasta él. —¿Qué haces aquí?

—Esperarte —bajó la mirada algo tímido.

—¿A mí?

—Estaba preocupado, temía que mi intervención con aquellas chicas hubiera empeorado las cosas. Pero veo que estás bien, me alegro, así que me voy, Erika.

—¡Gracias!

Josh corrió por el viejo pasillo del instituto. ¿Él vino hasta aquí solo porque estaba preocupado por mí? La idea me llenó de una extraña calidez y una sonrisa se formó en mi rostro mientras pensaba en el gesto amable de Josh.

Iba caminando a casa con Cass cuando de repente paró en seco. Lo miré sin entender su actitud. En ese momento, un coche pasó por encima de un charco, salpicándome.

—Torpe —él simplemente continuó caminando hacia adelante. Seguro que lo habia hecho a posta.

Indignada, lo seguí a unos pasos de distancia. Unos niños traviesos que corrían por allí lanzaron un palo que fue a parar a la cabeza de Cass; su mirada hacia ellos fue tenebrosa, pero no pude evitar reírme.

—¡Oye, Pochita! —el ojo derecho le iba a estallar. Se agachó y cogió el pela para después lanzarlo con fuerza por los aires. —Tráelo.

—¿¡Por qué debería hacer eso!? —grité.

—Tráelo, perrita mía —me lanzó la mirada más oscura hasta ahora.

Minutos más tarde regresé con el palo entre mis manos.

—¿Por qué has tardado tanto?

—No sabía dónde cayó.

—Vaya estúpida, podrías haber cogido cualquier cosa. Idiota. —tras decir eso, me dio la espalda.

Razón no le faltaba, claro que podía haber cogido cualquier palo.

Cass sacó una botella de agua de la máquina expendedora que había por la calle. Mis ojos brillaron con la esperanza de que fuese para mí.

—¿Qué miras con esas esperanzas? —abrió la botella. —Perro estúpido.

—¡No esperaba nada! —mentí.

—Voy a tener que entrenarte desde el principio otra vez —su mirada era aterradora de puro placer.

La idea me golpeó como una ráfaga de viento frío mientras caminaba a casa. "Si hubiera conocido a Josh antes que, a Cass, yo no estaría de esta manera."

Distraída en mis pensamientos, sin querer pisé una pelota de tenis que había olvidada en el patio. Caí ruidosamente hacia adelante, mis rodillas sangraban, pero pude salvar mi cara cubriéndola con mis brazos, ahora magullados. La sorpresa y el dolor se mezclaron mientras me enderezaba, consciente de las miradas curiosas de quienes estaban cerca. Me sentí avergonzada, pero traté de recobrar la compostura, levantándome lentamente y sacudiendo la suciedad de mi ropa.

—¿Estás bien? —Josh me tendió su mano. No lo había visto venir. —Te llevaré a la enfermería.

Acepté su mano, y al hacerlo, sentí la calidez reconfortante de su piel. Su agarre no era pesado ni invasivo, más bien se adaptaba a mi ritmo de manera natural. Caminamos hacia la enfermería juntos, y la suavidad de su gesto contrastaba con la situación incómoda en la que me encontraba después de tropezar. La calma que transmitía su contacto hizo que el camino hacia la enfermería fuera menos embarazoso, y agradecí la amabilidad de Josh en ese momento.

Me dejé caer en una de las camillas de la enfermería, sintiendo el dolor punzante en mis rodillas. Josh se agachó a mi lado, sosteniendo una tirita entre sus dedos con destreza. Con cuidado, la colocó sobre mi rodilla.

—¿Mejor? —Josh me miró con una sonrisa cálida, sus ojos reflejando preocupación genuina.

—Sí, gracias —respondí, devolviéndole la sonrisa. —Eres como un superhéroe, siempre acudes a mi cuando estoy en peligro.

—¿Cuál es tu superhéroe favorito?

—¿Spiderman?

—¿Spiderman? —sonrió, sus ojos brillando con complicidad. —¿Sabías que, en todos los universos, Gwen Stacy se enamora de Spiderman y en todos esos universos, eso nunca termina bien?

—Es triste —lo dije sinceramente.

—Yo no haría esto por nadie más que tú —sus mejillas se sonrojaron, sus palabras resonando con una sinceridad que me llegó al corazón. —Oye, ¿te gustaría tener una cita conmigo?

—¡Claro! —mi respuesta fue instantánea, la emoción bailando en mis ojos.

—Entonces nos vemos el domingo a las 17:00, dame tu móvil. Te apuntaré mi número —le di mi móvil, mientras la promesa de una cita se convertía en una realidad. La conexión entre nosotros creció, y la simpleza del intercambio de números se volvió significativa en la creación de algo especial.

Cass abrió la puerta abruptamente, interrumpiendo el momento.

—Erika —dijo Cass.

—¿Qué haces aquí? —no lo quería aquí, estorbaba.

—Tus amigas me dijeron que estabas aquí, estaba preocupado. He traído tu mochila, volvamos a casa, te acompaño.

¿En serio? Esas dos solo quieren joderme la vida.

—¿Quién es este?

—Es Josh, está en la clase A.

—Vamos, Erika.

¿Me pregunta por él, respondo y esta es su respuesta?

—¡Erika! —dijo de manera seria y firme.

Obediente, lo seguí, pero antes de salir por la puerta de la enfermería, quería ver la cara de Josh. Él se estaba despidiendo con la mano, al mismo tiempo que me regalaba una bonita sonrisa. Corrí para alcanzar a Cass. Él se detuvo en seco y se volvió hacia mí.

—Dame tu móvil —extendió la mano.

—¿Para qué? —era extraño.

—Solo dámelo y ya —insistió.

Miré mi móvil como si jamás lo fuera a volver a ver. Sin estar convencida, se lo di. Conforme Cass tuvo mi móvil en su mano, lo estrelló contra el suelo haciéndolo estallar en pedazos.

—¡Pero qué mierda estás haciendo! —no pude contener mi rabia, escapándose alguna lágrima que se deslizaba por mi mejilla con determinación.

—No le menees la cola a otros tíos.

—¡Yo no hago eso!

—No vuelvas a hablar con él de nuevo.

—¡Puedo hacer lo que me dé la gana!

—No, no puedes.

—¡Claro que sí! ¡Tú no eres mi verdadero novio! ¡No te debo explicaciones! ¡Y no te estoy engañando!

—Vamos a casa —ignoró mis palabras y continuó caminando por el pasillo.

Quería tener un novio de verdad y deshacerme de él. La urgencia de esa decisión me pesaba en el pecho como un anhelo profundo. Sentía el deseo de experimentar una relación auténtica, una en la que pudiera ser yo misma sin sentirme atrapada en las restricciones de una conexión tóxica. 

Conquistando a una Red FlagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora