7. Cuidando de un enfermo

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El cielo se extiende en un azul profundo, salpicado por algunas nubes blancas que danzan perezosamente. El sol, en su esplendor radiante, ilumina el paisaje con una luz dorada que acaricia cada rincón de la naturaleza. El mar, en un azul sereno, refleja destellos brillantes bajo la caricia de los rayos solares, creando una superficie resplandeciente.

—Las vacaciones de verano han terminado, y yo me las he pasado en tu casa encerrada.

—Que desagradecida —protestó Andrea. —¿Por qué no has pasado tiempo con Cassi?

Permanecí en silencio, sentada en la cama.

—¿No te ha invitado a salir? —preguntó Andrea, rompiendo el silencio.

Suspiré profundamente y me dejé caer en la cama. El colchón cedió ligeramente bajo mi peso, y mi cuerpo encontró un refugio momentáneo en la suavidad del lecho.

—No, no me ha escrito en todo el verano.

—Yo pensaba que te llamaría con alguna excusa para que fueras con él.

—Sí —volví a suspirar —Yo también estaba preparada para que me usara.

—Qué mal ha sonado eso, ¿él será de ese tipo?

—¡No digas esas cosas! Solo somos novios cuando hay gente.

Andrea se acomodó a mi lado, compartiendo el espacio en la cama.

—¿Estás molesta porque no te presta atención? ¿Acaso se ha ganado tu corazón y ha empezado a gustarte?

—¡Pero qué dices! —me incorporé rápidamente, agitada.

—Tranquila, solo era una broma. ¿Por qué te alteras de esa forma?

—No me hace gracia, él es tan retorcido.

Recordé el momento en el que dijo que le pertenecía. Moví la cabeza de un lado a otro, intentando desvanecer ese recuerdo. Él solo fue amable.

—¿Y si Cassi se enamora de ti?

—Eso no va a suceder, él no necesita amor, me lo dejó claro.

—Pero eso nunca se sabe —Andrea se enderezó.

—Ni siquiera tú le dabas importancia.

—Sí, es verdad.

¿Cómo será la persona de la que se enamore Cass?

Entré en el edificio escolar, las voces murmurantes de mis compañeros resonaban en los pasillos. Era el regreso a clases después de las vacaciones, y el rumor de chismes y comentarios llenaba el aire. Aunque no había visto a Cass aún, sabía que su ausencia no pasaba desapercibida entre la charla de la gente.

Mi mochila colgaba de un hombro mientras caminaba por los pasillos familiares. A medida que me acercaba a la puerta de su clase, el sonido del murmullo se intensificaba.

Abrí la puerta y entré en la sala.

—¿Qué haces aquí, Erika? —preguntó Andrea, levantando la vista de sus libros.

—¿Dónde está Cassi?

—¿Puedes darle esto? Son unos apuntes.

—¿No ha venido?

—Está resfriado.

—¿Él puede resfriarse?

—Es humano, Erika.

—Hoy estoy ocupada, ¿te importaría hacerme el favor?

—No hay problema —respondí mientras tomaba los apuntes que Andrea me entregaba.

Conquistando a una Red FlagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora