8. Chainsaw man

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— ¡Estoy bien! — me retiré, sintiendo cómo mi cara se encendía por el calor

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— ¡Estoy bien! — me retiré, sintiendo cómo mi cara se encendía por el calor. — No hace falta que te preocupes.

Cass me dio la espalda y continuó su camino por el pasillo, desplazándose con una tranquilidad. Las chicas a su alrededor parecían detenerlo, dejando claro que era alguien popular. En un gesto inesperado, volteó la cara hacia mí y sacó la lengua, exhibiendo una actitud juguetona que logró provocar un sonrojo en mis mejillas.

En la tranquila hora del descanso, Andrea y yo nos sentamos en el patio, rodeadas por la atmósfera relajada de la escuela.

— ¿Por qué no lo admites ya? — Andrea rompió el silencio con una mirada penetrante.

— ¿A qué te refieres? — pregunté, tratando de disimular mi sorpresa.

— Te gusta Cassi.

— Sí, creo que sí. — una mano instintivamente se posó sobre mi pecho, como si intentara contener las emociones que se agitaban en mi interior.

— Qué bien, me alegro de que hayas encontrado a alguien por quien sentir.

— ¡Pero si es lo más vergonzoso del mundo! ¡Antes no dejaba de hablar mal de él!

— ¿Y qué le hacemos? No podemos elegir de quién nos enamoramos, no podemos darle órdenes al corazón. Deberías ser honesta con tus sentimientos, así seguro que serás más feliz. Te estoy apoyando.

Como todos los días desde que éramos novios falsos, Cass me esperaba para ir a casa juntos. Mientras caminábamos juntos, mi mente estaba llena de una mezcla de ansiedad y emoción. Observé a Cass a mi lado, a escasos centímetros de distancia, pero su atención estaba completamente absorbida por su móvil.

Anhelaba decirle lo que sentía, pero la vergüenza y la incertidumbre se apoderaban de mí. Mi corazón latía con fuerza mientras consideraba la posibilidad de confesarle mis sentimientos. Cass, ajeno a mi tormento interno, continuaba absorto en su dispositivo.

Caminar a su lado, sintiendo su presencia cercana, generaba una tensión palpable en el aire. Mis ojos alternaban entre él y el suelo.

— Oye. — Siento cómo Cassi pellizca mi mejilla, una sensación que despierta una mezcla de molestia y curiosidad.

— ¡Qué!

— No dejes que tu pequeña cabeza hueca se vaya de paseo por tus locos mundos mientras estás conmigo. — Su tono sarcástico resuena en mis oídos, y no puedo evitar responder con un toque de frustración.

— ¡Eres un egocéntrico narcisista! ¿Tanta atención necesitas?

Un pequeño perrito de aspecto tierno se acercó a nosotros. Cassi, sin dudarlo, se agachó para acariciar al diminuto peludo que movía la cola con alegría. Su rostro, generalmente serio, se iluminó con una sonrisa cálida y genuina mientras interactuaba con el animal. Era evidente que le encantaban los perros, y esa conexión instantánea con el pequeño amigo de cuatro patas reveló un lado más suave y auténtico de Cassi.

Conquistando a una Red FlagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora