Capítulo 59: Sentirme bien

7 0 0
                                    

No podía comprender como era posible que bajo su toque mi cuerpo se relajaba e incluso esas partes de mi mente que siempre estaban en conflicto cuando quería escoger algo, esta vez, estaban de acuerdo en seguir.

No me sentía avergonzada, cohibida, ni mucho menos abrumada. Me sentía bien, completamente feliz y eso era lo que me hacía sentirme nueva. Porque, aunque esto no lo había experimentado antes, no sentía miedo, si no, que una nueva versión de mí aparecía ahora.

— Yo... no puedo...

— Si puedes. — susurra Pablo para salir de mí y besarme con tanta intensidad que cualquier cosa que estaba por decir, mueren en mi garganta.

El beso es intenso y lo increíble es que él no olvida enjabonar cada parte de mi cuerpo y abriendo la regadera, el jabón desaparece de mi cuerpo, mientras sus caricias se centran en ensuciar mi mente por todo lo que podemos hacer justo ahora.

Decidida a tomar el control, lo aparto para también ayudar a enjabonar su cuerpo, pero, el hombre frente a mí, muestra que aún no ha terminado, porque con el recipiente del jabón líquido colocándolo en el suelo y su mano tomando mi pierna me aleja de la posibilidad de satisfacerlo también.

Decidido a continuar, coloca la parte trasera de mi rodilla en su hombro, comienza a enjabonar la parte interna de mis muslos, mientras la lluvia borra dicho jabón casi inmediatamente.

No había algún acto lujurioso con el que pudiera hacer una comparación ahora y creo que si lo hubiese, solo sería para decepcionarme, porque ese hombre solo estaba respirando cerca de mi entrepierna y ya me tenía temblando.

— Debes quedarte quieta o no podré limpiar bien. — me advierte Pablo y yo no puedo evitar bufar, por ello.

— ¿Cómo puedo tranquilizarme si tienes tu mirada tan cerca de mi intimidad? — pregunto con la voz entrecortada y la respiración tan agitada que no logro entender cómo es posible que yo este así si no me he movido mucho.

'No sabía que solo el juego previo agotara tanto' me digo mentalmente.

— Cariño, entonces agárrate de algo porque cuando tenga algo más que mi vista cerca de ella, podrías colapsar. — me advierte Pablo y yo siento como mi alma abandona el cuerpo de solo pensar a que se refiere.

Sin embargo, es poco el tiempo que tengo para imaginarlo, porque sin poderlo evitar, Pablo comienza a acariciar esa parte sensible de mi cuerpo y no específicamente con los dedos. Porque, en realidad, lo que está haciendo es adentrarse en mi parte intima, esa lengua que hace poco practicaba un baile con la mía.

Ahogo un gemido ante el contacto, pero, ello no lo detiene, porque el hombre esta tan centrado en su tarea, que no me es posible siquiera apartarlo, pensar o siquiera hablar, porque todas las sensaciones hacen que la fuerza en mi cuerpo desaparezca.

Parecía que con cada toque él absorbiera mi resistencia y por eso, debo tomar la pared como un soporte para no caerme y vaya que agradezco hacerlo, porque el hombre no contento con acariciar mi intimidad, usa su mano para separar esos labios que esconden mi botón de placer y sin pensarlo dos veces, succiona este causando que algo dentro de mí amenace con romperse de la manera más placentera.

No comprendía como era posible que él supiera como doblegarme tan rápido, pero, los gemidos y como mi cuerpo temblaba anticipándose a algo que los dos sabíamos que era, hacían imposible que mintiera y dijera que se detuviera.

— Si sigues así, no voy a poder retenerlo más — le aviso cuando siento que voy a perder el control de mi cuerpo.

Pero, Pablo en vez de apartarse, realiza movimientos más violentos e incluso, usa sus manos para poder darme mayor placer, mientras explora más al punto de romperme en miles de pedazos que me hacen gemir con tanta fuerza que los espasmos de mi cuerpo solo muestran un poco de cómo me siento, mientras mis manos se aferran al cabello del hombre que aunque llegue a la meta, no deja de tocarme en esos puntos sensibles.

Había prometido que no me acotaría con él y aunque no habíamos tenido un contacto directo de nuestras intimidades, le había permitido que hiciera lo que deseara conmigo y de eso no me arrepentía.

Por lo que, había quedado en ridículo con mis propias promesas y eso no me molestaba. Lo que me enojaba era no haber aceptado experimentar algo así antes. No tenía fuerzas, pero, me sentía tan satisfecha que eso era en lo único que pensaba.

'¿Por qué no disfruté esto desde antes?' me pregunto mentalmente

— Intenta sostenerte de algo, voy a alejarme un poco de ti. — dice Pablo y yo gimoteo negando.

— No te alejes, por favor — digo en un hilo de voz y Pablo sonríe, algo que hace que su aliento golpee esa parte sensible de mi cuerpo y me haga quejarme.

— Sostente, por favor, no tardarías en derrumbarte si sigues en pie. — dice Pablo y yo me aferro a la llave de la regadera.

Por lo que, al poco tiempo soy cargada y yo gimoteo, pero, no tengo siquiera la fuerza de aferrarme a su cuello. Por ende, es él quien abre con mucha dificultad la puerta del baño y me deja sobre la cama, para después buscar una toalla y con cuidado, secar mi cuerpo.

— Estoy cansada. — susurro.

— Lo sé, déjame atenderte. Solo relájate, prometo no hacerte daño — dice Pablo y yo asiento.

Este era un gran momento íntimo. Porque, después de un orgasmo, las personas que no sentían algo más que atracción, se alejaban, pero, con nosotros no estaba pasando eso. No sabía en qué momento la vergüenza desapareció, pero, no me importaba saber ello, porque ahora me sentía cómoda.

— Lo sé, soy consciente que contigo estoy a salvo, Pablo — murmuro y él me da un casto beso sobre mis labios para después, ayudarme a colocar una salida de baño igual a la que él se ha colocado.

Cuando creo que va a dejarme en la cama, me coloca un gorro en el cabello que envuelve y en sus brazos, salgo de esa habitación, para ser llevada al lugar donde he dormido hasta ahora.

— Tengo sueño. — murmuro cuando me deja sentada en la cama

— No podía dejar que durmieras en esa cama húmeda y menos con el cabello igual — dice quitando el gorro que se había puesto caliente y soltando mi cabello ya seco.

— Pero, tampoco quiero dormirme, porque aún no hemos terminado.

— Acuéstate, por hoy hemos terminado, no te preocupes. — dice Pablo.

— Pero...

— Un paso a la vez, mi medicina. Recuerda que esto no lo hago por un rato, si no, por un hasta que la muerte nos separe y la muerte no nos va a tocar por ahora, porque Dios no lo va a permitir. Descansa, tendremos años para continuar. — dice Pablo para después darme un beso en la frente y abrigarme a tal punto que me es imposible mantenerme despierta.

Me gustaba esta calidez. Me sentía protegida, querida y cuidada. Eso era lo que me estaba demostrando Pablo ahora.

¿Quién eres? (2da parte de Ella es mi Medicina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora