Capítulo 70: El botiquín

6 0 0
                                    

Solo pensar en eso, había hecho que me sonrojara y por estar tan distraída, termino cortándome con el cuchillo al comenzar a quitar la cascara de la zanahoria. Gimoteo ante el pequeño dolor.

— ¡¿Qué sucedió?! — grita Pablo y yo me asusto por su grito.

— Estoy bien.

— No te pregunté eso, Paulina.

— Solo me he cortado un poco.

— Oh, rayos. Voy a parquearme un momento.

— No, no lo hagas, tenemos mucho que recorrer.

— No voy a conducir sabiendo que tienes un cuchillo en la mano — dice Pablo deteniéndose a un lado de la carretera.

— Estoy bien.

— Eso voy a comprobarlo yo — dice Pablo quitándose el cinturón de seguridad para caminar hacia mí.

Pablo camina de inmediato hacia mí y toma mi mano revisando la herida tanto que creo que va a buscar un microscopio para confirmar que es de ese tamaño y que de allí no se va a salir un órgano.

— Estoy bien, Pablo. En serio. — murmuro, intentando calmar al hombre que con preocupación, comienza a palpar mi dedo.

Sonrío ante su excesiva preocupación.

— Esto no es momento de reírse, Paulina.

— Estoy bien, solo es un corte, ni siquiera es medio centímetro de corte. No exageres. Solo debo buscar el botiquín de primeros auxilios para colocarme una bandita y... — digo mirando a mi alrededor, pero, detengo mi argumento, cuando siento una lengua que ya identifico, acariciando con cuidado mi dedo, mientras su boca rodea este.

Sorprendida, giro lentamente mi rostro para observar a Pablo con mi dedo en la boca, mirando a nada en específico, mientras su lengua acaricia mi herida una y otra vez, con tanta lentitud que me lanza una descarga eléctrica que no logro controlar. Por lo que, gimo.

Ello, causa que Pablo libere mi dedo de la prisión de su boca y con la misma preocupación de antes, revisa mi dedo, quizás deseando que mi herida sea menos grande.

— Debe doler.

— ¿Qué estás haciendo?

— He leído en alguna parte que la saliva ayuda a que una herida cicatrice rápido y se descontamine a su paso. — dice Pablo y yo sonrío.

— Eso sí que es información errónea. No solo estas contaminando la herida con tu saliva, si no que, estas corriendo un gran peligro al permitir que en tu boca, haya sangre de alguien más.

>> ¿Qué pasa si tengo una enfermedad grave? Todo la información positiva o negativa, está en mi sangre, por eso, con una muestra de sangre nos pueden hacer muchos estudios, ¿no crees que una gota de sangre es muy peligrosa? — pregunto y él asiente

— Me gusta mucho que te preocupes por mí. Pero, debes tranquilizarte, porque yo no le hago esto a otra persona y si por ti voy a enfermarme, que así sea. Después de todo, eres mi medicina, sabrás como curarme.

'Oh, Dios, ¿Por qué mi corazón late frenéticamente?' me pregunto mentalmente.

Desde que desperté con pocos recuerdos, me generaba malestar, lastima o culpa escuchar esas palabras, pero, ¿Por qué ahora me emociona?

'Quizás sea estar a solas con él lo que me está causando efecto. No estoy secuestrada, pero, está relacionado el encierro al síndrome de Estocolmo. Quizás por eso, estoy así' me digo mentalmente.

— Buscaré el botiquín para cubrir tu herida y te vas a quedar descansando, yo voy a hacer el zumo, no necesitas preocuparte por nada más y a partir de ahora, no vas a usar el cuchillo.

— Soy doctora, Pablo. He usado cosas más filosas que un cuchillo, no es para tanto.

— No quiero que te lastimes, aunque seas quien haga los cuchillos, no quiero verte usando uno.

— Pero, nos vamos a atrasar. — me quejo y él se encoge de hombros.

— No importa. Mi prioridad es que estes bien, el tiempo lo colocamos nosotros. Además, ¿Por qué correr si estamos bien de tiempo? Ellos aún no saben dónde estamos. Así que, no es necesario estar corriendo. — dice Pablo y yo asiento.

— Como digas, entonces.

Pablo comienza a buscar el botiquín, mientras yo miro a mi alrededor, sentada un mueble pegado a la pared. Desde mi lugar, veo que todo tiene cajones aquí. Las sillas con una pequeña mesa tiene cajones, pero, no consigue algo por más que busque, preocupándolo, porque quizás piensa que me voy a desangrar

— Estaré bien. Deja de darle tanta importancia a ello y vámonos, recuerda que es nuestro primer día en carretera y no podemos detener el viaje, solo porque yo estoy con una pequeña herida.

— El mundo debería detenerse porque estas herida. Así que, no minimices tu dolor, porque ni siquiera eso va a calmarme. Es que, ¿Dónde dejaron el maldito botiquín de primero auxilios? — se queja y yo niego ante sus palabras.

'¿Este es el hombre que me gusta? ¿Esta es la persona que me desagradaba tanto que le decía caramelo y que ahora su dulzura me hace sonreír? ¿Este es el hombre con el que viviré y me prepararé para enfrentar a mi exnovio?' me pregunto mentalmente y todas las respuestas son sí.

No lo dudo siquiera un poco, porque él ha seguido mis locuras en cada momento y ha estado para mí dándome lo que necesitaba y yo desconocía. Él me protegía desde la distancia para no molestarme y seguramente se lo tomaba tan en serio como este pequeño corte en mi mano.

Así que, si lo quería. Deseaba profundizar más con él y no me refería solo a lo sexual, si no, en todos esos recuerdos que lo han hecho quien es ahora. Quería relacionarme con los que ama y que entre nuestros amigos, nos vean como una pareja feliz.

Quería caminar por la calle sonriendo con él, comer helados o simplemente ver la lluvia caer, mientras estamos bajo un techo esperando que escampe para no mojarnos. Quería lo simple, pero, importante.

Ahora no me importaba tener un trabajo importante o estar en un quirófano. No era mi prioridad, porque había descubierto como ser feliz sin eso. Amaba ser doctora, pero, más amaba la atención que él me da y como me sigue hasta el final aunque sea una locura lo que le diga.

Me gustaba eso en él y no podía decir que era amor, pero, si podía decir que me sentía bien con ello. Me hacía feliz sentir que no estoy sola y que esa persona no veía su vida a mi lado como algo que no lo deja avanzar, si no, que avanza conmigo.

'Si sigues así, tendrás que comprar preservativos' me dice mi mente y yo muerdo mi labio inferior.

— Creo que tendremos que ir a una droguería a comprar todo lo que un botiquín necesita, ¿Qué crees que se deba comprar? — pregunta Pablo mostrándome la bolsa del botiquín completamente vacía.

— Muchas cosas.

— Bueno, creo que eso te lo dejo a ti, no vaya a ser que termine llenando la bolsa de preservativos y pastillas que no sé para qué sirven.

— En vez de comprar preservativos es mejor comprar pastillas anticonceptivas — murmuro mentalmente. Bueno, eso creo que hice, porque escucho mi voz y cubro mi boca al saber que he tenido una fuga de pensamientos.

Oh, rayos.

— ¡¿Qué has dicho?! — pregunta Pablo y sé que no lo dice porque no ha escuchado. Su emoción lo delata.

¿Quién eres? (2da parte de Ella es mi Medicina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora