Capítulo 62: Verborrágico

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Comienzo a toser por no poder respirar bien ante el asombro y ello hace que Pablo corra hacia donde estoy y comience a golpear mi pecho, mientras su mano en la espalda, me acaricia.

— ¿Te encuentras bien, Paulina? — pregunta Pablo preocupado y yo asiento, mientras mi tos disminuye poco a poco.

— Sí, estoy bien. — murmuro después de calmar mi tos.

— Me has dado un susto de muerte, Paulina. Debería enseñarte a tomar jugo para que no te me ahogues, cariño — dice Pablo, como si no conociera el motivo de mi casi ahogamiento fatal.

— Eso fue tu culpa, Pablo.

— ¿Mi culpa? — pregunta Pablo como si no supiera de que hablo.

— Claro que sí, ¿Cómo es eso de que soy tu novia? — pregunto seriamente y él me sonríe.

— Oh, entiendes de la emoción te estabas ahogando.

— Emoción... Pablo, deja de soñar y concéntrate en los hechos — pido al ver que se ha ido su mente a otra dimensión.

— Eso es lo que hago.

— Creo que no es lo que haces. Porque, en ningún momento te he dicho que quiero ser tu novia o tú me lo has pedido. — digo firme y él me sonríe.

'¿Qué rayos le sucede hoy? está sonriendo como tonto todo el tiempo' me quejo mentalmente.

— Cariño, sé que tienes problemas con recordar cosas del pasado, pero, dudo que hayas olvidado nuestra apuesta.

— Sí, sé que perdí ayer al ceder con tener una cita, pero...

— Créeme, cariño. Haber ganado esa apuesta me alegró mucho, pero, en orden de prioridades, la que gané después, ocupó el primer lugar y es por ella que estoy inmensamente feliz.

— ¿A qué te refieres? — pregunto confundida.

— Novia...

— Deja de llamarme así, por favor — pido y él niega.

— Me besaste, fuiste la primera en besarme y como habíamos apostado, el que besa primero, pierde y tú perdiste. Aunque debo decir que no fue una perdida, porque saborear mis ricos labios, debe ser semejante a llegar al cielo, ¿no crees, novia? — me pregunta Pablo y yo siento que mi rostro se calienta.

— Pablo, por favor...

— Dime que es lo que deseas y moveré cielo y tierra para poder complacerte, cariño — dice Pablo y yo suspiro profundo.

Suspiro profundo, sabía que no había manera de aterrizar la mente de Pablo a la realidad y mucho menos, calmar la verborrea que seguramente tendrá todo el día.

— Agradecería que no dijeras algo, en realidad. Bueno, no hablo de que finjas ser mudo, si no que, digas estrictamente lo necesario.

— No creo que pueda cumplirte con ello. Porque... — dice Pablo y su discurso se torna tan largo y agotador que solo me concentro en comer mientras pienso en cómo salir de esta locura.

Termino de desayunar y Pablo apenas ha tocado su desayuno porque se la ha pasado hablando sin detenerse. Por lo que, me levanto de mi asiento y camino hacia el baño para cepillar mis dientes, pero, incluso hasta allí me sigue diciendo de todo lo que podríamos hacer ahora que somos novios.

Su voz ya me genera malestar con tanto que habla y es en este momento que me recuerdo porque le decía caramelo; es demasiado dulce al punto de producir diabetes auditiva. Bueno, si eso existiera.

— Pablo, respira profundo, por favor. Necesito que dejes de hablar al menos cinco minutos y desayunes, porque como dijiste, debemos revisar si las cosas con la caravana está en orden — digo con mi cepillo de dientes en la mano y Pablo sonríe.

— Me encanta que te preocupes porque coma — dice Pablo sonriente y yo suspiro profundo.

Es evidente que en estos momentos solo recibe la información que él considera interesante y no todo el mensaje, por lo que, solo puedo respirar profundo.

— Realmente deseo terminar esta relación contigo ahora — digo y aunque pienso que se va a alterar por lo que he dicho, solo veo como su sonrisa se hace más grande al punto de parecer el gato que sonríe en Alicia en el país de las maravillas.

— Entonces, ya me ves como tu novio, porque solo los novios o esposos, son los que terminan amorosamente una relación. Somos novios, pero, si quieres, podemos ser esposos, cariño. Claramente, debemos dejar de pensar en la posibilidad de romper nuestra hermosa relación... — dice Pablo.

Después de eso, solo me concentro en cepillarme los dientes, porque comienza a darme un discurso de cuán importante es el amor de nosotros y como no deberíamos pensar en romper algo que estaba destinado a brillar y mantenerse unido.

— Si no has desayunado y cepillado tus dientes, cuando termine de arreglarme en el baño, me marcharé sin ti, Evans y te aseguro que por mucho que molestes, me voy a marchar en la caravana sola, porque no quiero tener este tormento de verborrea en todo el viaje — le digo amenazándolo con el cepillo de dientes.

— ¿Verborrea? ¿Qué es eso?

— Es cuando dices demasiadas palabras, cuando puedes ser preciso y conciso. Pero, no, tú lo que haces es hablar sin detenerse. Parece que por minuto dijeras cien palabras, causando que tu discurso o comentario sea demasiado largo al punto de ser desgastante.

>> Y si pienso en la posibilidad de decirte que te detengas, lo que haces es hablar más y divagar sobre todo lo que tienes pensado hacer conmigo. Has cambiado tanto la conversación, que ni siquiera puedo seguirte el hilo para opinar. Es como si estuvieras hablando solo de mí y eso, además de que se vuelve molesto, porque parece que no tienes un botón de apagado, no te deja hacer tus cosas.

— Oh, entonces soy una persona... ¿Cómo se llama a una persona con ello?

— Verborrágica.

— Entonces, mi emoción por hablar de todo lo que quiero contigo, me convierte en una persona verborrágica.

— Comienzas hablando de mí, pero, saltas tanto en los temas de conversación, que hablas de muchas cosas y de último retomas el tema relacionado conmigo o lo olvidas completamente.

— Entiendo. Al parecer, es verdad que pensar tanto en ti, me está dejando mal.

— Ve a alistarte, necesito que estes listo pronto o de verdad, me marcharé sola — le advierto y él se marcha de inmediato.

De inmediato, coloco mis manos en el lavado y suspiro profundo, comprendiendo porque antes no había cedido ante sus provocaciones.

— ¿Cómo pudiste estar con él en el pasado, Paulina, si mira cómo actúa? — me pregunto mirándome al espejo.

Pero, como todas las veces que la buscaba, no encontraba una sola respuesta de ella. Como antes, estaba en esto sola y lo peor, es que no sabía cómo hablar con este entusiasma y demasiado energético Pablo.

— Y lo peor es que mientras hablaba solo me concentraba en sus labios. Debo dejar de mirar eso o los recuerdos de ayer, me harán pasar un mal momento. — murmuro sabiendo que también debo controlarme.

Sin duda, había sido mala idea caer en la tentación y pensar que ya la caravana esta lista. Tendremos menos espacio y más privacidad.

¿Quién eres? (2da parte de Ella es mi Medicina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora