Capítulo Tres

857 105 0
                                    

Habían pasado exactamente dos semanas desde que Itadori Yuji y Gojo Satoru salían. Y como cualquier pareja de recién novios, tenían muchas citas.

Ver películas en el cine, comprar ropa en el centro comercial, comer juntos en bares y cafeterías, compartir helados de sabores extraños, caminar de la mano por el parque, apostar en carreras de bicicletas, a veces simplemente contemplar el atardecer o las estrellas brillantes en el cielo nocturno. Para la chica pelirrosa todo era divertido y perfecto, sobre todo estar en compañía de la persona que amaba.

Sin embargo, algo que tenía ciertas dudas que harían juntos una pareja de apenas dos semanas era dormir completamente desnudos y abrazados en una cama.

Pero nadie podía culpar a Yuji por todo lo sucedido aquella calurosa y húmeda noche de verano, después de todo, los acontecimientos se habían desarrollado rápidamente, sin darle la oportunidad de pensar en profundidad sobre lo que estaba sucediendo y considerar si estaba bien o mal.

Esa tarde después de la última alarma que señaló el fin de clases, ella se encontraba guardando sus útiles escolares para regresar a casa, cuando Gojo se acercó diciendo que sus padres se habían ido de viaje de negocios y que estaría solo en casa los siguientes días. Y él le preguntó si le gustaría ir con él a su residencia, para que pudieran ver una película, lo que la Itadori aceptó de buena gana.

Luego de hacer un trato con Nobara, prometiéndole que haría lo que quisiera el próximo fin de semana, para que la castaña mintiera y dijera que pasarían el resto de la tarde juntos, se fue con Satoru a su casa. Aunque era la primera vez que estaba allí, trató de mantener la calma porque no quería arruinar el momento, pero aun así no pudo evitar sentir mariposas en el estómago.

Pero a medida que pasó el tiempo, la sensación de incomodidad desapareció, principalmente debido al comportamiento del propio Satoru, que demostraba lo nervioso que estaba él también.

A medida que avanzaba la tarde, los dos jugaron videojuegos, con el albino ganando todos los juegos de lucha y ella ganando todos los juegos de carreras; luego salieron al patio trasero donde se sentaron junto a la piscina con los pies en el agua y la promesa de nadar juntos la próxima vez que ella lo visitara; más tarde, mucho después del atardecer, vieron juntos la película de la que Satoru había hablado, con Yuji aferrándose al chico de ojos azules en cada escena aterradora y riéndose de las divertidas mientras compartían palomitas de maíz dulces y saladas, refrescos de durazno y algunas otras golosinas.

Al igual que Itadori, a Satoru también le gustaba comentar sus momentos favoritos de la película y entre risas y comentarios tontos, el albino la besó y ella respondió apoyándose en los hombros del chico más alto.

Sin embargo, ese beso fue diferente a todos los anteriores, solo se separaron cuando ya no había más oxígeno en sus pulmones, pero aún después de separarse querían más, mucho más, querían más besos, más toques, más caricias, más de todo.

-Yuji...

-Satoru...

Con las mejillas sonrojadas, Gojo se quitó la camisa y continuó besando a Yuji, ahora también besando su cuello y mordisqueando sus orejas. Minutos después, la camiseta del uniforme que ella llevaba también desapareció, seguida por su sostén.

Con sólo la luna como testigo, el albino la recostó en la gran cama de su habitación y la tocó haciéndola suspirar de placer. La chica peli rosa no era tan inocente como todos imaginaban, a veces en la oscuridad de su habitación se tocaba acariciando sus pechos y permitiendo que sus manos tocaran la mancha húmeda entre sus muslos, pero había una gran diferencia entre lo que ella misma hacía y lo que otra persona podría hacer, así que con cada movimiento de las grandes manos del albino ella se retorcía y gemía, anhelando más.

La Itadori se quitó las pantimedias y luego la falda y se cubrió de vergüenza, solo para que Gojo le quitara las manos.

-Hermosa... Perfecta.

-Satoru...

Besándola nuevamente, el ojiazul también terminó de quitarse la ropa, tirándola al otro lado de la habitación, sin nada más para impedir que sus cuerpos se tocaran Satoru avanzó, entrelazando sus manos y repartiendo muchos pequeños besos por el rostro de la chica que era la dueña de su corazón resonante.

-¡¿Quieres que me detenga?!

-Por favor... ¡Continúa!

Ella respondió sin aliento y deseosa.

Lo único que vino después fueron besos, caricias y una pareja entregándose por primera vez.

Sin experiencia previa, poco a poco fueron compartiendo sus miedos y deseos, Satoru siempre atento al bienestar y comodidad de Yuji y ella demostrando lo cuánto confiaba en el albino, para que las inseguridades no inundaran su mente. Porque a pesar de todo, sólo tenían dieciséis años, edad en la que querían descubrir y aprovechar todo al máximo, sin pensar en las consecuencias ni en el mañana.

Sin embargo, el mañana inevitablemente llegó con la Itadori despertando en los cálidos brazos de su novio, avergonzada por lo que hicieron anoche, pero feliz y para nada arrepentida de que su primera vez fuera con el chico que amaba.

Con una sonrisa tonta en sus labios en ese momento, lo único en lo que podía pensar era en el chico de cabello blanco y ojos azules que dormía a su lado, olvidando por completo que debería haber regresado a casa la noche anterior, o al menos haber llamado y mentido diciendo que dormiría en la casa de Nobara.

Pero la calidez que sentía en su corazón apagó todos y cada uno de los pensamientos sobre las consecuencias derivadas de sus imprudentes acciones, en ese momento lo único que importaba era el calor de ese cuerpo que la abrazaba y el sentimiento de felicidad que brillaba en cada parte de su ser.

Sintiendo a Satoru moverse, la Itadori miró hacia arriba, donde la recibieron los más hermosos ojos azules brillando de cariño y afecto.

-¡Buenos días Yu!

Besó sus labios con ternura, todavía hinchados por la noche anterior.

-¡Buenos días Toru!

La Chica del Pelo Color de RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora