Lo que quiero hacer y no puedo

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Raoul Am, atesoraba los avances que Katze había alcanzado y sabía que las noches, podían ser particularmente difíciles de afrontar por su complicado cuadro mental. Aunque en realidad, esa misma noche frente al espejo, el logro alcanzado era muy grande. Con esa pasividad estática, Katze entregó confianza bajo sus manos, le dio la posibilidad de demostrarle que algo tan importante como su imagen corporal estaba como la recordaba antes del encierro. Que Katze se cuidara, se valorara a sí mismo y se tuviera en alto estima era importante para que no descuidara su tratamiento.
Fue arriesgado el desnudarlo frente al espejo. La connotación sexual podía ser un obvio camino a una crisis nerviosa por los antecedentes de violencia que sufrió, pero en las manos de Raoul… ¿No debía ser completamente diferente?
Peinó los cabellos rojos con los dedos, cuidando su sueño. A Raoul le gustaba imaginar que Katze soñaba con tranquilos paisajes a su lado; que en las noches libres de su condena traumática, existía espacio para su amor. Pero esos eran sus deseos y otra la realidad, que era un cuadro frágil que necesitaba especial observación de cada paso.
Raoul, estando debajo de las mantas se preguntaba si era buena idea permanecer al lado de Katze sin temor a que despertara en mitad de la noche y su presencia fuera un motivo para propiciar una malinterpretación de los verdaderos hechos. Que Katze creyera que era un agresor…
Pero también estaba el lado positivo, que actuaba con peso de razones para no moverse y mas bien conciliar el descanso juntos… que su presencia sería como música de cuna. Que si Katze lo había pedido, era porque lo quería. Que nada malo sucedería, arropados en la misma cama.
Sin más vacilaciones ni miedos, Raoul decidió dormir; pegó un poco más su cuerpo y estrechó su abrazo. Él también estaba agotado de tantas noches inciertas y alejados de esta paz. Dejando un beso más en la boca entreabierta de Katze, Raoul cerró los ojos.
Debió sentirse demasiado cómodo por la calidez del cuerpo que abrazaba que su sueño fue extrañamente más pesado de lo habitual. No se percató de cuando se quedó solo en la cama.
Sin nada en particular, Raoul despertó con el conocimiento que Katze no estaba a su lado. Inmediatamente, ordenó que la habitación se iluminara y no perdió tiempo en levantarse. Antes de saber dónde buscar, el sonido de agua corriendo del grifo del lavamanos en el baño, llamó su atención.
Por los eventos del pasado, la privacidad no estaba en los protocolos de Raoul. Sólo había una forma de cuidar a Katze, y era conociendo cada uno de sus movimientos. Por suerte, no hubo necesidad de irrumpir, la puerta estaba abierta.
Raoul se aproximó, con gran fuerza de voluntad detuvo el escalofrío subiendo por su espalda y la aceleración de sus pulsaciones cardiacas.
Katze estaba inclinado sobre el lavamanos, bebiendo agua del grifo.
- ¿Katze? ¿Amor?
Su voz se escuchó temerosa.
El pelirrojo se incorporó y se giró para ver a Raoul. Parpadeó confundido al verlo con una expresión tan mortificada. Él sólo quería percatarse de que sus dientes se conservaban en buen estado; al despertar, pensó que no podía esperar hasta la mañana para asegurarse de tener el interior de su boca cuidada. Como otra montaña de cosas, tenía recuerdos de estos últimos nueve meses, donde sabía que tenía hábitos de cuidado personal, pero se negó a dejar algo así al azar.
- Perdona por despertarte – dijo, mientras dejaba los artículos sobre los estantes, se secaba las manos y la boca. Por supuesto que Raoul tenía una expresión más relajada cuando comprendió que hacía Katze – Me desperté y me di cuenta que no me cepillé los dientes antes de dormir ¿Qué sucede? – agregó cuando Raoul se acercó, lo abrazó y besó su mejilla.
- Nada amor, volvamos a la cama.
Intentó camuflar en su voz, la clara muestra de alivio. El temor de que Katze retrocediera en su recuperación, no estaba lejos de ser una probabilidad.
El porcentaje de que sucediera era bajo, pero aún así, ese tipo de eventualidad nunca estaría descartada. Una enfermedad mental solo era comparable con una patología agresiva y crónica  que era capaz de atacar nuevamente a pesar de estar curada. La temible recaída debía ser evitada.
Mientras era guiado con un abrazo por sus hombros, Katze no necesitó más señales. La plausible preocupación de Raoul y su posterior sonrisa, le dieron información…
- ¿Es posible? – preguntó cuando se recostaban nuevamente; era demasiado temprano para cualquiera, todavía les quedaba algunas horas para dormir.
- ¿Qué?
- Estás preocupado por eso ¿No? Es posible que tenga otra crisis, como antes.
Manteniendo el abrazo apretado, Raoul suspiró cerrando sus ojos. Él prefería dejar para otro momento los detalles mas oscuros, pero ante una pregunta directa, era mejor responder de igual forma.
- Amor, es por eso que se llama rehabilitación… mientras más tiempo pasemos cumpliendo con el tratamiento y mantengamos los cuidados necesarios, como una buena alimentación y vida sana en general, más lejos estarás de una recaída. No voy a mentir, me alarmé de verte en el baño, creía que estabas bebiendo agua…
- Significa que has descartado por completo una cabina de curación o, manipulación mental… solo queda esto.
- Sí. El riesgo de intervención es tan grande que prefiero descartarlo. Tu cerebro, al igual que tu cuerpo, hablando en términos simples, estaba muy debilitado.
- Pero estoy mejor ahora ¿No?
- Sí. Ahora tu enfermedad nos deja en una etapa de adaptación. El camino seguro, amor mío.
Katze se mordió el labio, tampoco quería que hurgaran su mente y clasificaran sus recuerdos en diferentes contenedores de basura. El beneficio parecía alto, pero, ¿si resultaba lo contrario? Y terminaría peor, ¿quizá sin poder tragar la saliva de su boca?
Ante la imagen de sí mismo,  convirtiéndose en una sentencia para Raoul… apretó las manos en las sábanas, maldiciendo en sus adentros todas las cosas que entorpecían ser capaz de tener una vida normal.
Ser una pareja o compañero normal para Raoul.
Que, en vez de una conversación como ésta de temas incómodos, pudieran dar la bienvenida en plena quietud de la noche a lo que los amantes disfrutan hacer; el beso tierno de buenas noches diera lugar a la pasión volcánica de los deseos del Blondie, mezclándose con el enganche de largas piernas alrededor de sus caderas.
Katze imaginaba eso, que separaba sus piernas para recibir a Raoul al medio. Pero el miedo al fracaso estaba ahí, latente y esperando por atraparlo… además, temía soltar la lengua también. Admitió que tenía sus recuerdos del encierro y no mentía, pero sólo lo dijo para que nadie intentara mencionar nada en específico. Él no quería pensar en ninguno de los eventos, ni en Iason. Poco a poco, esperaba que se disolvieran todos esos nudos en su pecho.
Y continuaría viviendo con la constante máscara que nada sucedió, nada podría cambiar el pasado... Aún con toda la mierda de la terapia y rehabilitación.

Cuando los rayos del sol le dieron en el rostro, empezó a salir de su aletargamiento.
Cobijado debajo de las mantas, quería continuar durmiendo. A su lado, el majestuoso cuerpo que abrazaba lo aferraba de igual forma. Un poco perezoso, esquivó la idea de que Raoul le acariciaba la espalda y, probablemente intentaba despertarlo para salir de la cama.
Cuándo volvía a desperezarse, transcurridos unos minutos más, fue por el murmullo de unas voces.
- Alista todo para el desayuno. Saldré después de comer con ustedes – dijo Raoul aún acostado a su lado.
- Sí, Maestro.
Pasos alejándose y la mano tibia de Raoul volvió a subir por su espalda, hasta acariciar su cabello. Dejó unos besos en su nariz, mientras hablaba.
- Sé que estás despierto.
Katze abrió los ojos y conectó su mirada a los verdes de Raoul. Despertar en la misma cama… la placidez del sentimiento le arrebató una sonrisa, a pesar de la voz que escuchó momentos antes.
- Buen día.
- Buen día ¿Cómo te sientes? ¿Tuviste una buena noche?
La mano de Katze subió por la mejilla de Raoul y acercó su rostro para dejarle un beso.
- Vamos Blondie, tienes un día ocupado. Ve a patear unos cuantos traseros.
- ¡Por supuesto! – se animó Raoul por la respuesta – ¿Estarás bien? Por favor intenta descansar. Toma las cosas con calma.
La preocupación de Raoul recibió solo un asentimiento de cabeza. De todas formas, Katze entendía que para fomentar su recuperación, debía poner de su parte y asumir que Raoul tenía razón.
Imaginaba que tendría cierta libertad de acción y movimiento… ¿Verdad? ¿Era necesario preguntar? No era como si estuviera encerrado, otra vez…
- ¿Qué más puedo hacer desde aquí? ¿Puedo salir? ¿Tienes mi computadora? Sólo para leer un poco – agregó rápidamente cuando el Blondie torció la boca. De alguna forma, era extraño pedir a Raoul, tener acceso a sus pertenencias o solicitar permiso.
- Hablaremos de eso durante el desayuno ¿Está bien?
Raoul percibió el sentimiento de frustración en la mirada desilusionada de Katze. Iba a ser particularmente complicado que aceptara de buena gana todas las implicaciones de su recuperación. Para lograr una vida “normal” faltaba establecer reglas y nuevos hábitos. Raoul no se lo dijo, pero Katze no era exactamente bueno cuidando su propia salud. 
Besó sus labios mientras le acariciaba los brazos hasta sentir que Katze se relajaba.
- ¿Llegarás tarde ésta noche?
- Espero que no, hay reunión de Consejo por la tarde. Sabes como le gusta a Gideon escuchar su propia voz.
Raoul se tranquilizó cuando Katze sonrió ligeramente.
Al salir de la cama, Raoul ya tenía su atuendo del sindicato esperando por él.
- Amor, me daré una ducha rápida, si quieres puedes quedarte un poco más en cama. Puedes bañarte después de comer. Tu ropa está junto a la mía.
No le agradó la idea de quedarse en cama, pero la ropa que esperaba por él, le cayó peor que la idea de no hacer nada. Era un conjunto de prendas almidonadas y gruesas, parecían otro pijama no muy diferente al que usaba ahora.
Aplastando la molestia, Katze se puso la ropa que prepararon para él y esperó por Raoul de pie mirando el mismo paisaje por el balcón, ésta vez iluminado por los rayos del sol. Dejó que la luz del nuevo día le diera en la cara…
Si prestaba atención a sus adentros, sentía una angustia oprimiendo su pecho. Era diferente a la preocupación, era una tristeza ahondando profundamente en sus pensamientos.   
Sonrió cuando Raoul se aproximó secando sus largos cabellos húmedos con una toalla y, su cuerpo magnífico e imponente de Blondie, envuelto en otra, alrededor de sus caderas.
Ver a Raoul con esa expresión de sus lindos ojos verdes, destellando con pinceladas más claras provenientes de la claridad de la luz del sol y la ligera sonrisa en sus labios llenos… su rostro le daba paz.
Calmaba los turbulentos recuerdos que pujaban por salir.
- Nada me sacará de la mente la idea que me elegiste como tu compañero porque nadie más que un mueble, sabría cómo lidiar con estos rizos y cómo se pone ésta complicada ropa – susurró Katze detrás de Raoul, mientras terminaba de secar con la toalla los largos cabellos sedosos. Estando tan cerca se encontraba envuelto en el delicado aroma a almendras frescas que llenaban su nariz.
- En realidad, eres muy amoroso al hacerlo – el Blondie, más complacido por las suaves manos sobre él, se dejó hacer sin protestar. Era hace mucho tiempo que no recibía tan preciada ayuda en ese momento.
- ¿Es ésta ropa la que usarás? – Katze tocó con la punta de los dedos el vistoso conjunto de colores vivos. Amaba que su Blondie no hubiera cambiado la estridencia de su atuendo.
- Sí.
Katze se imaginó a sí mismo desatando el fácil nudo que separaba a Raoul de la desnudez y alejar esa toalla de sus caderas. Como en otras oportunidades del pasado, cuándo la pasión era parte de sus encuentros, dejara que sus manos, como el acto más natural, deslizaran las prendas por el cuerpo que amaba y encendía su deseo de continuar, de explorar.
De recorrer la piel íntima de Raoul con su aliento entrecortado, filtrándose de sus labios. Con el corazón expectante, marcando el ritmo acelerado de su respiración mientras dejaba sueltas sus ideas de Katze y Raoul juntos; de la intensa nota de pertenencia y posesión mutua y, no la desigual brecha que los caracterizaba.
Katze tenía, en tiempo pasado, la suficiente confianza de tomar la iniciativa de ponerse de rodillas frente al Blondie para hacerlo estremecer y temblar al ritmo de su garganta. Ser apasionado, entregado o  escaso como quisiera, sin miedo a una reacción negativa de Raoul. Regalaba sensaciones que brotaban de su pecho, y dejaba que Raoul lo conmoviera con sus caricias…
Sin embrago, Katze se cerró a la idea que emergió de sus recuerdos de aquellos días, dónde la magnitud de la sombra no congelaba sus huesos.
Entregó la toalla humedecida con la que secaba sus cabellos y se alejó de él.
- Iré a lavarme la cara.
Dejó solo a Raoul para que se vistiera.



- Me alegra saber que te estas recuperando, Katze. Por favor, déjame ser de ayuda para ti y para ésta casa. Puedes pedirme cualquier cosa.
Las palabras de Den, apenas Raoul lo presentó en el comedor, lograron que Katze se mordiera la lengua. Hubo mucha solicitud en su tono que tocaron algún nervio dentro de él. Pero por Raoul, principalmente por la tranquilidad de Raoul, Katze murmuró un agradecimiento y pasaron a sentarse para comer.
Lo único que hubiera saboreado de buena gana, era una taza de café. Sin embargo, parecía que no estaba en el menú. Su disconformidad se pintó en su rostro y fue notada por Raoul.
- Con el tiempo, amor. La cafeína introducida en tu dieta ahora mismo podría causar insomnio y cambiar tu metabolismo. Además, sé que querrás matarme si te propongo café descafeinado.
Raoul sonrió cuando Katze lo hizo. Se llevó a los labios una copa de ¿leche?
- Me alegra que me conozcas así de bien – dijo, tomando una rebanada de fruta para que el sabor a leche se disolviera de su boca. No se oponía al sabor dulce de la fruta, aunque era una elección extraña para él. Cuando se percató qué estaba comiendo Raoul, se “dignó” en mirar a Den.
El jovencito había crecido un poco más de lo que quería notar o recordar. Todavía tenía esa expresión de labios rectos y movimientos suaves que no producían sonidos; de alguna forma, se las arreglaba para untar mantequilla en un suave bollo sin que la pequeña espátula rozara la masa.
- Alguien se levantó tarde ésta mañana ¿No? – Den miró a Katze cuándo notó que se refería a él – Se te olvidó tostar el pan ¿O qué?
La mirada de Den viajó inmediatamente a Raoul. Katze se sintió tentado a retarlo por evadir una pregunta directa, pero el Blondie habló.
- No dejo que Den tueste el pan. Éste, en específico, está cocinado con nutrientes y bioactivos especiales que sometidos nuevamente a altas temperaturas serían destruidos – Raoul vio el brillo naciendo en los ojos dorados, filoso, abrupto y tenaz – Pruébalo, es sobretodo, para favorecer una buena digestión… te gustará.
- Como quieras.
Era algo que sabía podía suceder, además de la tristeza, Katze mostraría un mal genio ante algunas circunstancias impuestas como obligatoriedad. Raoul le acarició el dorso de la mano que sujetaba su copa de leche con fuerza innecesaria; no creía que Katze lo hiciera consciente, al contrario, era un reflejo de su estrés.
Raoul observó a Katze, ceñudo y con los labios apretados; y luego a Den, el joven rubio se veía incómodo en su sitio, seguramente sentía el repelente a cualquier contacto humano que despedía Katze en ese momento.
- Amor, hemos conversado y sé que algunas cosas serán molestas. Ten paciencia por favor. Aún es pronto en tu recuperación para muchas cosas… – cuando Katze posó sus ojos dorados en los de Raoul, el Blondie prefirió ser exacto y puntual con algunos asuntos que sabía que Den tendría dificultades para hablar con fluidez – A lo largo del día, Den te hará algunas pruebas consistentes en responder preguntas o ejercicios sencillos de coordinación psicomotora. Él sabe lo que hace y entiende el equipo que le he dejado. Lo que te pido, es que puedas colaborar con Den para tener un buen resultado.
- ¿Ejercicios?
- Sí. Es por eso que no puedo dejar que por hoy, al menos, tengas acceso a una computadora o salir a algún lado. Estarás bastante cansado cuándo terminen y descansar es importante...
-…para mi recuperación, está bien, está bien – cortó el discurso que se hacía conocido.
El desayuno continuó bajo la fija mirada de Katze, tenía los ojos puestos en su copa que se fue vaciando lentamente, se llenaba la boca de fruta y pan blando que parecía no disfrutar.
Desvió su atención cuando Den se levantó y se dirigió en dirección a la cocina. Hubo algo que lo hizo apretar los dientes en respuesta al vuelco de su estómago, antes que su malestar fuera notado, prefirió mirar a Raoul y acariciar el dorso de su mano, imitando el gesto del Blondie.
No debía pensar en eso.
Raoul le sonrió y él, se esforzó por responder.
Ignoró por completo el regreso de Den a la mesa y la gelatinosa porción rojiza que le entregó a Raoul, sacada del refrigerador.
- ¿Estás bien?
La pregunta vino cuando Katze empezó a frotarse los ojos con dos dedos, por largos segundos
- Sí. Por favor, no me prestes tanta atención.
Para no alarmar a Raoul y que Den no se le quedara mirando, Katze continuó comiendo con las mayor tranquilidad que pudo reunir; escuchó a Raoul cuando empezó a contarle las actividades que le esperaban en su jornada de trabajo, fue bueno que la voz de Raoul llenara el espacio sobre la mesa, lograba estabilizar las emociones que se amontonaban y taladraban su mente.
Cuando el desayuno terminó, Raoul se dirigió a su oficina en casa, alegando que recogería sus pertenencias antes de salir. Den fue tras él y, ambos se encerraron ahí.
Katze suspiró controlando la molesta imaginación que tenía cuando se pintó la escena de Raoul aconsejando a Den sobre sus cuidados por enésima vez. Para no quedarse contando los minutos, se puso de pie y comenzó a ordenar la mesa.
Cuando terminaba de secar los platillos en la cocina, escuchó a Raoul saliendo de su oficina. Katze dejó lo que hacía para despedirse de él en la puerta.
La calidez de la boca de su Blondie sobre la suya y sus palabras acogedoras, desearle un buen día y abrazarlo con cariño. Katze amaba a Raoul con esa fuerza con la que se atesora lo más sagrado.
Pero esa felicidad al tenerlo cerca se apagó, como cera fría de vela, cuando la puerta se cerró. 
Katze apretó los dientes, sintiendo que, desde algún rincón de la casa tenía sobre él, la mirada atenta de Den.



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