Golpes inesperados

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Iason permaneció ligeramente apoyado en el muro que antecedía a la entrada de la casa de Raoul, sabía que era observado por los ojos verdes antes que los dos tomaran caminos opuestos.
Raoul al interior de su casa e Iason a la salida.
Sin perder su particular forma altiva de ser, como su arrogante mirada de hielo, Iason se arregló los guantes, la chaqueta larga y se dispuso a caminar.
Fueron segundos contados que se tomó Raoul para mirarlo y asegurarse que saldría de su propiedad. Vio a Lowe acercarse a su Amo y…
Sólo por su audición mejorada, Raoul fue capaz de escuchar el intercambio de palabras.
- ¿Está bien, Maestro? ¿Qué sucede?
- No tienes que preocuparte.
- Pero… ¿por qué y de qué lo culpan a usted?
Raoul arrugó el ceño y parpadeó lentamente, la fluidez de los movimientos de Lowe cerca de Iason, desprovisto de cualquier etiqueta mínima para el comportamiento de un mueble, especialmente un mueble de Iason…  Sin duda, aquello que más lo impactó, fue la mano moviéndose gentilmente hasta posarse sobre el hombro del más pequeño, ambos caminaron en dirección a su vehículo.
En otras ocasiones, por supuesto, Lowe mantenía la conducta dentro del protocolo, ésta vez estaba conmocionado.
Además, los ojos fríos y calculadores dejaron de serlo cuando se tomó su tiempo de bajar la mirada y hablarle directamente a Lowe.
- ¿Tú, estás bien?
- Sí.
Iason subió al auto y Lowe ocupó su puesto en el lado del conductor.
Guardando la nueva información para después, Raoul ingresó a casa.


- Vamos a Eos – dijo Iason una vez que el auto se puso en marcha.
Cerca de él, en el asiento de atrás, su mascota estaba cómodamente recostado y dormía plácidamente. No era extraño verlo descansar a esas horas de la tarde, su horario se parecía al de un niño pequeño.
Pasó sus dedos por los cabellos azabaches, tamizándolos con cuidado. Eran suaves al tacto pero, según Lowe, tan difíciles de peinar, como si fueran una representación de su “yo original”, Iason estaba seguro que Lowe describió a su cabello como “rebelde”. 
La caricia importunó su sueño, despertando a la mascota. Pero no hubo protesta, se acercó a la mano sobre su cabeza y sonrió por el agradable olor que Iason despedía.
- Iason – le dijo. Era una de las palabras que más decía.
Desde hace un tiempo atrás, ya no era sólo una palabra repetida carente de sentido, ahora la asociaba al perfecto Blondie.
Lowe miró por el espejo retrovisor; todavía sentía demasiada angustia por lo que acababa de presenciar, la forma cómo su Maestro fue tratado, las palabras enojadas de otro Blondie e incluso, la osadía de un mueble como Uri.
Por las tareas que realizó para su Maestro, (como investigar la casa de Raoul Am, cambiarse de identidad para comprar los grillos y seguir a Katze en ocasiones) sabía que los problemas giraban alrededor de Katze, pero lo que sucedió hoy, carecía de sentido para él.
Quería hacer preguntas, pero las guardaba para sí mismo. Sobretodo para no angustiar más a su Maestro. Ya era admirable que conservara la mueca de tranquilidad mientras respondía a la conversación de la mascota.
- ¿Vamos a casa?
- Sí.
- ¿Desayuno?
- Será hora de la cena.
- No quiero espárragos.
- Sin espárragos será.
Después de lo ocurrido, Lowe creyó que el humor de su Maestro mínimamente estaría molesto. Pero si era honesto con él mismo, había entrado a la casa Mink con mucho miedo al ser seleccionado por un Blondie, no era precisamente el mejor mueble, pero su Maestro perdonó su primer tropezón y contestó tranquilamente a sus preguntas, a los pocos días de ser su mueble, se sentía cómodo y extrañamente seguro.
Sin esa presión en la cabeza que el entrenamiento había dejado. El miedo que le habían inculcado sentir por los Élites, estaba infundado. Iason Mink era un Blondie paciente y lo miraba a los ojos para conversar.
Todavía exigía toda la etiqueta de su rango, además que su comportamiento fuera impecable en público, pero dentro de la casa, parecía que tenía muchas cosas muy importantes y complicadas que resolver que sólo quería tener paz y una agradable convivencia.  
Para Iason era así, Lowe no estaba lejos de la verdad.

Cuando la mascota dejó de hablar y se distrajo mirando por la ventana, Iason se tomó un tiempo para observarlo por unos momentos. Iky era una mascota impuesta por Júpiter, tenía la obligación de mantenerlo bajo su techo y cuidados, como una especie de castigo y lección para que aprendiera sobre los errores de sí mismo.
Él, en el pasado, había sucumbido a los encantos carnales de esa figura y su hermoso rostro.
Iky era el clon de un mestizo.
En su desesperación, Raoul Am lo había fabricado en los días que tenía a Katze encerrado y pretendía engañarlo haciéndolo pasar por Riki. Iky era físicamente igual a Riki, un clon que no se favoreció del total de la memoria de su original, solo fue inyectado con algunos recuerdos, los que estaban disponibles en ese momento.
Cuando supo que el estado de salud de Riki fue el propósito para extorsionar a Raoul y tomar prisionero a Katze... ¡No lo creyó! Aún cuando fue Júpiter quién le reveló la verdad y le mostró sus propios recuerdos.
Vio cómo un día, decidió domesticar a un mestizo y luego, hacerlo su amante.
Dana Bahn y morir juntos. 
Para Iason todo era confuso.
- Veo que ha aprendido más palabras – comentó, saliendo de sus pensamientos. Cuando su mente tomaba ese rumbo, debía detenerse un momento.
Conocía la historia de Riki, pero no pretendía entender su “yo del pasado”. 
- Sí, Maestro. Iky está aprendiendo mucho últimamente. Es como si fuera más inteligente cada día.
- Son avances gracias a tus cuidados y paciencia – le dijo.
No quería caer en el hoyo negro que era intentar comprender su “yo de antes” con Riki, o porqué Riki era tan importante, más que su amistad con Raoul, que decidió mancillarla por su causa.
Como era su naturaleza curiosa, Iason vio su vida con el mestizo, pero bajo un lente analítico y objetivo. Entendiendo que si Júpiter le borró la memoria, justamente antes de su encuentro, era porque Riki era el inicio de su decadencia.
Porque para Iason...
Para él, fue despertar una mañana en la cúpula de Júpiter. Lo último que recordaba era la noche anterior a ser corregido, tuvo una cena con Raoul en su casa, cerraron un buen negocio con un extranjero y, al día siguiente, se enteró que transcurrieron más de tres años de su vida.
Había estado enojado con Júpiter, con Raoul, molesto con Katze. Odió a Iky y cambió de mueble varias veces hasta asumir que estaba vivo después de ser corregido y sin mantener siquiera el cargo que ocupaba antes.
Sin su amigo, sin su posición social y detrás de él, una avalancha de habladurías que tardó en comprender.
Asumir su responsabilidad llegó después. Plantearse sus metas y cómo conseguirlas fue parte de sentarse y revalorizar lo que tenía antes.
Comenzar a investigar en sí mismo, revisando sus propios recuerdos extraídos y comprender a Raoul, conocer cómo dañó a Katze y también, llegar a un acuerdo de paz consigo mismo. Eso lo empujó a salir de su amargura, aceptar la convivencia con su mascota, buscar la compañía que al menos disfrutaría un poco, encontró a Lowe y todo empezó a mejorar cuando se planteó sus objetivos (recuperar la amistad de Raoul) y compartió sus planes con su estridente mueble.
Ahora, estaba tan cerca e igual de lejos de recuperar a Raoul en su vida. Si Katze aceptaba su trato, tal vez volvería a tener una agradable conversación con su amigo o… no.
Iason se preguntaba si era por la ausencia de Raoul en su vida y también la falta de Katze, que no sabía que extrañaría, pero era por ese vacío silencioso (diferente a la zalamería de otros Élites), que se sentía propenso a conversar con Lowe y permitir que su mente se relajara al acariciar la cabeza de Iky.
Al final del día, eran ellos quienes lo esperaban en casa. Y los dos lo esperaban contentos.
Por ahora, no había nada más que hacer, excepto esperar.
Miraba por la amplia ventana de su condominio a la pesada oscuridad de la noche, estaba bañada por luces de colores de la ruidosa cuidad de Midas. Quería sentarse frente a su escritorio y buscar en su computadora; si usaba sus talentos podía infiltrarse en las anotaciones de Raoul y encontrar las fichas médicas de Katze. Conocer a detalle sobre su enfermedad y progreso.
“Hace meses atrás ni siquiera intentaba hablar, no me reconocía” dijo Raoul.
Había estado detrás de los pasos de Katze por un tiempo, pero no vio a lo que Raoul se refería. Lo observó cabizbajo y, debía decirlo, era fácil de notar, había perdido gran cantidad de peso y masa muscular antes de empezar a recuperarse y ser plausible su mejoría. Con todos los cuidados que le daba Raoul, seguramente el pelirrojo no era un paciente fácil de tratar y no cumplía con su tratamiento.
Sus capacidades cognitivas después del golpe emocional, la violencia física y sexual, la tortura en todas sus crueles formas, habían mellado a su brillante mente.
Eso lo sabía Iason cuando veía los recuerdos en la pantalla.
¿Qué tan lejos estaba Katze de ser el de antes?
- Maestro, ¿quiere más vino?
Lowe estaba detrás de él con una botella en mano.
- No.
- Mire, he sacado nuevas fotos a Iky para subirlas a la red. Se ve muy bien con su pijama nueva.
Iason se giró y dejó su copa vacía sobre su escritorio.
- En términos de publicidad es un buen trabajo, llamará aún más la atención.
- ¿De qué habla, Maestro?
- Dentro de unos días entregaré a Iky a un nuevo dueño.
Lowe dejó caer levemente la mandíbula y juntó las cejas. No era posible… para él, a pesar de ser una mascota, Iky no se parecía a las demás mascotas de la Academia que cuidó como parte de su entrenamiento como mueble.
Ése niño era diferente, era especial.
Iky tenía una mente confundida por los recuerdos desordenados e incompletos que no le pertenecían. Sin embargo, sentía un apego genuino hacía él e Iason, como un niño pequeño siente por sus cuidadores.
No existía la pretensión de ser una mascota mimada, era más como un niño que quería el cariño y los cumplidos, no satisfacer los deseos voyeristas de su Amo como otras mascotas, no, era… único. Cumplía y entendía las expectativas que tenían los Élites sobre los espectáculos que daban los de su clase. Pero Iason no estaba interesado en su desempeño, e Iky se desenvolvió con ternura a su lado.
Si Iason estaba de humor, conversaban, si quería acariciar su cabeza, Iky estaba feliz de dejarlo ser.
Lowe no lograba recordar algún episodio donde Iky disgustara a su Maestro, ¿Era por su edad? no entendía qué lo había empujado a tomar una decisión así. 
- ¿A quién lo entregará?
- No lo sé, Iky será parte de una subasta.
Lowe no necesitó de mucho esfuerzo para comprender que posiblemente un destino atroz le esperaba a Iky. Involuntariamente advino un nudo en su garganta – Pero, Maestro, por favor, reconsidere que…
- Lowe – dijo, lentamente, controlando la rabia que emergió. Esta era la primera vez que sentía que su mueble estaba yendo demasiado lejos al olvidar su posición – No te he preguntado.
Era una novedad, Lowe fue objetivo de la fría mirada y bajó la cabeza.
- ¿Acaso no sabes que las mascotas son bienes desechables? – era una pregunta que no necesitaba respuesta – Retírate.
Deshacerse de Iky no significaba nada para Iason, todo lo contrario, era un alivio no tenerlo en su casa por más tiempo. Le recordaba constantemente el acertijo que lo volvió loco en el pasado. Pero eso era antes… ahora… Iason quería convencerse de esos argumentos para poder sostener su decisión. La existencia de Iky sería de gran ayuda para la subasta.
El rumor de ser un auténtico clon de Riki, su antigua mascota, era algo conocido. Su precio podía ser lo que marcara la diferencia para Raoul.
No estaba enojado con Lowe, si no con su reacción, una demostración genuina de lo que sentía. Su joven mueble había dejado pasar sus emociones por su mirada, algo descuidada como nunca permitió a otro mueble en su presencia… pero, no podía empezar a molestarse meses después de haberlo dejado hacerlo.
Iason torció la boca con desagrado, quizá, lo que no quería era perder la estridente personalidad de Lowe cerca de él.


Había comenzado a trabajar buscando los archivos de Katze, cuando la puerta fue tocada con suavidad. Tal y como se anunciaría Daryl o Katze cuando eran sus muebles. La puerta se deslizó y Lowe ingresó. Lo había visto con esa actitud de mueble en público, cuando se lo exigía, pero dentro de casa, no lo solía hacer.
- Júpiter le ha dejando un mensaje, Maestro.
Iason escuchó sus palabras, pero prestó atención a su lenguaje corporal. Con los hombros inclinados en posición sumisa, sin levantar la mirada, una mano flexionada en la espalda y la otra levantando con disposición el mencionado mensaje.
- Gracias.
Tomó el fino papel donde Lowe anotó el recado y lo vio haciendo una reverencia. Antes que saliera silenciosamente, Iason carraspeó la garganta, como si tuviera una pequeña tos.
Lowe se detuvo en seco y se giró. Hubo un poco de cautela, pero no pudo evitar mirarlo a los ojos.
Duró muy poco, pero a Iason le fascinó, al punto de querer hacerlo sonreír, que Lowe mostrara sorpresa con todas las facciones de su rostro.
No sólo los ojos muy abiertos, también las cejas levantadas, sus delgados labios ligeramente separados. De la sorpresa pasó a la duda y pronto bajó la mirada y se hizo ilegible. También había miedo.
Claramente se debatía entre irse o preguntar.
Seguramente ese sonido que hizo con su garganta le recordó cuando fingió ser el mueble de un Rubí para engañar a Katze.
- ¿Se le ofrece algo más, Maestro?
- Acércate.
Regresó sobre sus pasos, en la misma marcha de mueble en servicio. Sin hacer alguna pregunta, esperó que su Maestro dispusiera.
- Sabes que no tienes que comportarte así – dijo Iason, con calma. Lowe arrugó el ceño y parpadeó confundido antes de animarse a levantar el rostro.
- Perdón. No quiero disgustarlo, Maestro. No he olvidado lo que aprendí en el entrenamiento y sé que fui torpe antes, pero puedo mejorar…
- Lowe, ¿qué intentas decirme?
- No quiero que se deshaga de mí también.
Lowe empezaba a recordar lo frágil y efímero que era la vida en Eos. Que un día vives entre cojines y burbujas en la bañera y puede que al día siguiente sea el último que veas la luz del sol.
- No lo haré.
No había lágrimas en los ojos de su mueble, pero sí mucho sentimiento. Y cuando Iason se dio cuenta que dijo eso, se preguntó porqué.
Culpaba a Júpiter por eso, al borrarle los recuerdos no se llevó el gran vacío que sentía mucho antes de que todo comenzara en Midas y el mestizo Riki.
- Me aseguraré de que alguien decente se lleve a Iky, olvida tu preocupación.
Eso no lo podía prometer, pero bastaba con que Lowe lo creyera.
- ¡Eso sería genial!
Y Lowe relajó su postura y habló como solía hacerlo.
- ¿Quiere puré o patatas fritas para cenar?



Katze había logrado sentarse en el suelo y apoyar la espalda contra la pared. Respiraba con menos agitación a diferencia de cuando Iason se fue y al menos ya no lloraba.
Sabía que Den estaba cerca, hablándole, y el tono seguro de sus afirmaciones dejaban irse a la incredulidad que lo dominó. También escuchó a Uri, y de alguna forma, eso también pasó a su compresión. Que saliera lastimado era una posibilidad muy grande.
Iason…
Estaba sujetando las cuerdas de su autocontrol para que no se rompieran, el impacto de ver a Iason lo sacudió y destrozó, aún más si fue tan fácil meterse a la propia casa de Raoul, por la misma puerta.
Entonces, no existía ningún lugar seguro.
Iason ni siquiera usó la fuerza, solo tocó la puerta. Era risible.
Como si estuviera acechando todo el tiempo en la oscuridad y de pronto solo tenía que jalar la mano para alcanzarlo.
Además, se tomó su tiempo para hablarle, como si estuvieran solos o en una reunión de negocios. Como si nada detestable hubiera ocurrido entre ellos en el pasado.
Dio indicaciones.
Casi sonaron como órdenes.
Como si no se hubiera podrido en vida, en una habitación de su casa, por seis meses.
“Sé que te estás recuperando”, ¡dijo el bastardo!
Casi vomitó con la idea de que únicamente recobraba fuerzas para darle otra oportunidad de lastimarlo, hasta llevarlo al límite, nuevamente.
Y lo más repulsivo de todo, que revolvía sus entrañas y quemaba la bilis de su estómago, era que el hijo de mil putas, se dio el lujo de no mencionarlo.
Como si no fuera su tema de conversación, de pensamientos, pesadillas, sobre la mesa y debajo de la sábanas, de todos los días en cada segundo de su vida.
El miedo se transformó y dejó de enroscarse en sus extremidades temblorosas, y apretó los puños al sentir que los oídos le resonaban con su voz impecable, su tono sedoso con su perfecta cara  de preocupación.
Le dio asco la idea de sí mismo... sumiso y lloroso.
¡Mierda!
Iason lo cagó otra vez.
El dorado engendro de Júpiter no necesitó tocarlo para someterlo y eso fue...
La vorágine que le gritaba porquerías en la cabeza, riéndose de él, permitió que también llegara la asimilación de lo que vino a decirle…
Raoul se encuentra bajo la amenaza de Júpiter.
Unas manos firmes y fuertes lo sujetaron de los hombros y lo ayudaron a ponerse sobre sus pies. Unos dedos le peinaron el cabello, despejando su campo de visión, más no alzó su mirada, la mantuvo al nivel del suelo.
Una voz conocida estaba pronunciando su nombre y le hablaba con seguridad.
Hubo un poco de dolor en sus hombros, cuando esas manos comenzaron a apretar. Y alzó su mirada.
Se cegó por unos segundos, la luz de una linterna le llegó a los ojos.
- Pupilas reactivas – dijo Raoul, tomando a Katze de los hombros una vez más y sacudiéndolo un poco – Vamos, amor, contéstame.
Raoul dejó de contener el aire y respiró con alivio, Katze por fin hizo contacto visual con él.
- Perdón...  estaba muy impactado, no quise...
Cuando no pudo continuar, Raoul lo abrazó. Sintió cómo Katze se apretaba a él.
- Lo lamento. Iason no debió…
- Tú…
Raoul interrumpió a Katze, miró a Uri y Den que estaban detrás de él.
- ¿Qué es eso? Algo se está quemando.
Solo pasaron tres segundos en mutismo de comprensión. Katze, Uri y Den recordaron que tenían el horno encendido.
Inmediatamente la alarma contra incendios se los recordó también.
Sonó bulliciosa, activando su particular luz de color naranja en el centro de la cocina.
No había fuego saliendo literalmente del horno, pero sí una cantidad espesa de humo negro que activó la alarma.
Todos se apresuraron a ver lo que sucedía. Raoul fue el que se acercó al horno y lo apagó, percatándose de los preparativos que esperaban sobre la mesa.
Era obvio que lo que había en el horno estaba completamente estropeado.
Uri y Den abrieron ventanas y activaron los extractores de aire.
- ¿Quién tenía que programar el horno?
Todos escucharon a Katze, que estaba bajo el marco de la puerta observando todo el trabajo a medio realizar y los planes frustrados de una agradable noche.
Uri y Den se miraron entre ellos, pero no se mencionó el nombre del responsable. Fue la mueca culpable de Den que lo delató, recordó las indicaciones de Uri antes de dirigirse a abrir la puerta.
- Den... – rápidos fueron los pasos de Katze a medida que se acercaba hasta quedar frente al más joven de los muebles – ¡Tenías que ser tú!
Innumerables ocasiones antes, Katze habló mal de él, le dijo cosas crueles indirectamente o de frente, criticó su trabajo e insultó su comida, sin embargo, esta era la primera vez que le gritaba y usaba ese lenguaje corporal explosivo. Den sintió el peligro y retrocedió un paso inconscientemente chocando con la mesa de la cocina.
- ¡¿Por qué mierda no programaste el horno!?
A solo un paso de Den las palabras fueron tan fuertes y filosas que reemplazaron el chasquido de un látigo.
Den inhaló aire y se congeló por el miedo al asumir su responsabilidad.
- Katze... – intervino Uri mirando desconcertado al pelirrojo que por poco aplastaba al más pequeño – Estábamos en eso y sonó la puerta... Fue imposible...
- ¡No! ¡Maldita sea, Den sólo tenía que programar el horno para que se apagara automáticamente!
- ¡Katze! – intervino Raoul – ¿Qué te...?
Katze que no había dejado de fulminar a Den con su expresión enojada, lo señaló con un dedo y al mismo tiempo, habló ilustrando con la otra mano.
- ¡¿Crees que no te he visto?! ¡¿Te crees especial?! Nunca haces las cosas como deben ser, sin utilizar los aparatos, haciendo las cosas a tu modo ¡Mira lo que ha causado tu estúpida forma de hacer las cosas! ¡Sé que nunca activas el temporizador! ¡No activas la regadera automática en el jardín para hacerlo tú mismo! ¡Sin automáticos! Incluso te he visto limpiando las ventanas sin aparatos! ¡Mira el resultado!
- Katze, por Júpiter esto es...
Pero el pelirrojo sólo vio el desastre, la perdida de todo el esfuerzo de su trabajo arruinado por el mal hábito creado por Den.
Se acercó al horno y tomando el guante de cocina, abrió la puerta. Ya no había humo, pero una gran cantidad de mal olor a quemado los golpeó a todos.
- ¡Mira esto, pequeña mierda! ¡Sólo tenías que apretar un puto botón!
Se dio el trabajo se sacar una bandeja llena de trozos informes de carbón que antes eran masas destinadas a ser unas donas.
- ¡Katze! Esto es una exageración – Raoul también elevó la voz, poniéndose delante de él, bloqueando su vista de Den que ahora tenía problemas para respirar con normalidad. Tomó la bandeja con restos de comida quemada y deforme y la devolvió al horno y cerró el aparato. Nadie debía tocar eso, obviamente todo era para la basura, incluyendo las bandejas que eran imposibles rescatar.
- ¡Eso… –  Katze tiró a los pies de Den el guante de cocina – no es una exageración, Raoul! Era todo nuestro trabajo ¡Llevamos horas cocinando con Uri! ¡Sabes de lo que hablo! ¡Cuántas veces hemos comido sus preparaciones mal hechas y todo por no usar la maldita tecnología!
- Basta, basta, Katze... – Raoul también veía los preparativos para la cena, todo estropeado, pero no se le ocurría otro culpable más que Iason – Den no es... Katze, por favor, escúchate a ti mismo. Tenemos que hablar sobre...
- ¡No!
Katze pasó por el lado de Raoul y se volvió a plantar delante de Den que por un instinto de mueble, consiguió enderezarse como si estuviera delante de un Maestro.
- ¡¿Por qué lo haces así?! – exigió Katze, como otro látigo de orden esperando la respuesta. Impaciente, furibundo – ¡¿Por qué?!
Den, desde que escuchó a Uri decir "Iason Mink", le pareció que sus emociones se subieron a un tobogán del terror y ahora hacía un recorrido por un túnel del horror. Su mente estaba vacía, no podía contestarle a Katze.
- ¡¿Por qué no enciendes nunca el puto temporizador?! – tres segundos y solo se escuchó un jadeo silencioso por parte de Den, Katze perdió los estribos – ¡Contesta!
Cuando parecía que usaría su fuerza, Raoul intervino también con la suya.
Sujetó a Katze del brazo antes que lo bajará en dirección a Den.
Pero no se lo llevó a la habitación cargando, aún si era necesario para que se tranquilizara; tomarlo del brazo le permitió sentir su ritmo cardíaco y percatarse del riesgo.
Con la intromisión de Iason, Katze podría estar atravesando un episodio de estrés postraumático, explicaría su exagerada respuesta a un problema que se arrastraba por meses con Den.
Debía medicarlo para normalizar los latidos de su corazón.
Katze luchó inicialmente, pero su fuerza pronto se debilitó al sentir su corazón tropezando en su pecho, tomó a Raoul de los brazos, como apoyándose en él y permitió que lo ayudara a sentarse en una silla.
- Respira, respira profundo.
- Me duele el pecho...
- ¡El botiquín! – solicitó Raoul.
Den estaba a unos pasos, con las manos se apoyaba sobre la mesa que tenía detrás, pero miraba al vacío, respiraba con bastante agitación.
No reaccionó a la solicitud de su Maestro.
Uri, que estaba tan afectado como el resto, logró poner sus pies en marcha y regresó con los medicamentos. Pero las manos también le temblaban, y no era bueno trabajando bajo presión, conocía los medicamentos pero igual que sucedió la primera vez que presenció un ataque de psicosis de Katze, no sabía cómo actuar.
Iason invadiendo la casa y luego, Katze gritando así...
- Uri, mi escáner.
Cuando parecía que nada más podía salirse de control, Katze se sujetó el pecho y se esforzó por respirar.
- Respira profundo.
Katze lo hizo, cerrando los ojos intentó llevar oxígeno a sus pulmones.
- Me siento mareado.
Apenas fue un balbuceo. Raoul necesitaba todo su equipo médico, pero sus muebles no estaban siguiendo los procedimientos. Raoul tuvo que tomar el escáner de las manos de Uri que pareció olvidar como usarlo.
- Prepara el betabloqueador ¡Uri! – exigió Raoul cuando lo vio temblar de los dedos y dudando del tipo de tubo que tenía que preparar. Sin poder esperar un segundo más, Raoul lo hizo él mismo.
- Llévame a la habitación, por favor. No puedo estar cerca de éste torpe – dijo Katze.
El dolor de ser atravesado en el antebrazo lo hizo tensar la mandíbula. Contuvo la queja, pero miró fijamente a Den mientras un líquido espeso ingresaba en su torrente sanguíneo.
El más joven de los muebles no se había movido y tenía la cabeza gacha.
Katze evitó que Raoul lo escaneara nuevamente para ver el efecto de los medicamentos, e intentó pararse.
- Katze, tienes que mantenerte sentado y tranquilo.
Discutir parecía inútil, bastante molesto con todos los eventos sumados y su resultado, Raoul empezaba a perder su infinita paciencia; se puso de pie y abandonó su mueca preocupada.
- Vamos.
Raoul tenía el ánimo indicado para cargarlo sobre su hombro y no importarle la réplica, pero sólo espero que Katze comenzara a moverse por sí mismo.
Uri, que todavía no controlaba el temblor en la punta de los dedos, por sus nervios llevados al límite, sintió alivio al ver que su Maestro ayudaba a Katze a pararse y luego caminaron juntos a la habitación. Se sintió dividido, por un lado quería acercarse a Den y darle su apoyo y por el otro, no podía dejar a su Maestro sólo y no estar alerta si surgía alguna orden.
Siguiendo su entrenamiento de mueble, no pudo estar cerca de Den, y fue detrás de Raoul y Katze.
Camino a la habitación, en el suelo del  pasillo, estaba la tableta y varios sobres que Iason le dio a Katze. Raoul solo tomó la tableta.
- Recuéstate – dijo, cuando llegaron. Pero Katze continuó caminando hasta el balcón. Atravesó las puertas y salió.
La noche había caído y el cielo estaba cargado de pesadas nubes grises, sólo la luz artificial rompía la oscuridad por la falta de las lunas.
Al ver a Katze apoyarse en el barandal, Raoul se frotó los ojos con cansancio.
- Katze – dejó pasar por el tono de su voz algo de impaciencia – Acabas de recibir un peligroso medicamento para controlar tu corazón, ven a la cama. Tengo que revisarte.
- ¿Por qué estás aquí, en primer lugar? – dijo Katze completamente molesto, girándose para hablar – Con todas tus obligaciones y pendientes, no logro entender tus prioridades. Si estuvieras en tu trabajo, atendiendo lo que es realmente importante, no sería necesario que nadie viniera aquí para advertir sobre el peligro que corres. Porque todo lo que dijo él, es cierto ¿Verdad?
Por supuesto, Raoul ya imaginaba lo que Iason dijo. 
En su rápido camino a casa, pudo ver por las cámaras de seguridad la interacción entre ellos. La reacción de Katze había sido básicamente una de auto conservación mientras duraba el encuentro.
Por el corto tiempo que duró, Iason sólo debió ser puntal en sus palabras, todavía tuvo el descaro de entregarle los sobres de solicitud de apareamiento, pero era una manera de escarmentar a Katze para sacarlo de su hogar.
Quizá, lo más peligroso, era que Iason conocía bastante bien a Katze y sabía cómo darle el impulso que quería con el material disponible. Cómo sería su reacción a cada estímulo.
- ¿Todo lo que dijo él es verdad?
Raoul devolvió su mirada de sus manos hasta el rostro de Katze.
Repitió su pregunta, sin embargo, su voz estaba cargada de vulnerabilidad, dejando pasar atisbos de lo desconcertado que se sentía.
- Estás bajo la amenaza de Júpiter, si no consigues los números que ella quiere en la subasta, te corregirá – Katze citó las palabras de Iason. Esperaba que Raoul negara con la cabeza o empezara a molestarse con Iason por inventar una mentira, pero su silencio lo confirmó – ¿Por qué no me lo dijiste?
- La subasta cumplirá con todas las expectativas, si te lo decía, sólo te preocuparías sin razón.
- Pero yo... – Katze no terminó lo que quería decir: "si lo supiera me preocuparía e intentaría ser de ayuda" sólo se sujetó la cabeza... ¿De ayuda? ¿Cómo? Tenía presente su deteriorada capacidad para trabajar en comparación al pasado. En cambio, continuó desintegrando cada punto que tocó Iason – La moda de los pelirrojos en Amoi, me dijiste que no tenía nada que ver conmigo, pero incluso hay solicitudes de... apareamiento.
- No debiste ver las solicitudes. Ignoramos esas cartas desde el inicio.
- Pero tú, ¡sí debiste decirme!
- ¿Para qué? El resto de Élites pueden pensar lo que quieran, pero si te lo decía, te hubiera alterado.
- Preocupado o alterado... – susurró Katze – Parece que piensas en la forma que reaccionaré todo el tiempo, con cada cosa. Si dejaras de suponer lo que haré con la información, tal vez no tendría que enterarme de éste modo. Si dejaras de intentar protegerme... ¿Es verdad que estás al mando del Mercado Negro, únicamente por mí? 
- ¿Dijo eso?
- ¿Es verdad?
"Iason está especulando" quiso responder Raoul, pero ahora que Katze tenía esa información en su cabeza, una negativa sería una distracción.
Para qué disfrazar la verdad por más tiempo.
- No pude salvarte antes, pero si hago esto podrías retomar tu vida.
Era una forma más que Raoul había encontrado para demostrar sus sentimientos; Katze no halló otra palabra más para describirlo que "altruista". Sin duda, su amor era desinteresado.
Anteponiendo el bienestar de Katze, antes que el suyo.
- ¿Dijo algo más? – cuestionó Raoul ante la larga pausa.
- ¿Su mascota estará en la Sala VIP?
- ¿La mascota de Iason? – Raoul sintió que una serpiente se enroscaba en su estómago.
- Sí, dijo que la vendería en la subasta para subir los números ¿No lo sabías?
- No. Debió presentar su solicitud a Júpiter recientemente. Antes de venir.
- ¿A Júpiter? ¿Por qué tendría que pedir permiso a Júpiter?
Para Katze era tan extraño que Raoul mostrara frustración; sintió, con malos presentimientos que algo más turbio existía detrás de eso. No se opuso cuando Raoul le dijo que se sentara en la cama, luego lo hizo él. Frente a frente.
- Para intentar salvarte de Iason, cloné a Riki. Pero la memoria de Riki era inaccesible, sus recuerdos estaban compuestos de un conjunto de información mezclada, eso imposibilitó que el clon fuera viable para ser entregado a Iason e intentar engañarlo.
- Oh... vaya.
- Cuando sus crímenes fueron descubiertos por Júpiter, obligó a Iason a quedarse con el clon, como un castigo por todo lo que hizo.
- Un clon de Riki... Oh... voy a vomitar.
Raoul se acercó al balcón y despejó las cortinas. Necesitaba recuperar su paciencia y el aire fresco nocturno dándole en la cara tal vez le ayudaría a enfriar sus pensamientos, después de tanto estrés todavía faltaba trazar un plan de acción.
Esperó que Katze saliera del baño, había rechazado su ayuda o la de Uri, que estaba bajo el marco de la puerta aguardando alguna orden.
Realmente, la acumulación de todo lo sucedido descompusieron su estómago.
Cuando salió, tenía la cara lavada y no se veía mejor.
La pausa que hicieron les mostró que, tenían muchas cosas más por expresar, desentrañar lo que harían a continuación.
Ambos debían hablar de lo sucedido.
Sin embargo, bajo la opaca luz de las lámparas de la habitación, entendían que no podían darse el lujo de avanzar a ese ritmo lento, con todos los eventos tan frescos nublando su raciocinio.
Esta noche era imposible continuar hablando.
Katze se aproximó al balcón, quedándose cerca de Raoul.
- Por favor, – Katze tomó aire, conectando su mirada con los hermosos ojos verdes que reflejaban la gran intensidad de sus emociones – sé que siempre estás cuidando de mí y por eso estas aquí. Pero lo más sensato ahora es, trabajar.
Como muy pocas veces, Raoul Am se veía cansado, afligido. Estaban postergando una conversación importante sólo para no llevar a Katze al límite de lo que físicamente era capaz de soportar, hace muy poco su corazón respondió muy mal a tanto estrés.
- Lamento no poder protegerte. Lamento que Iason tuviera que venir. Sobretodo, lamento no saber cómo curarte.
Katze desvió la mirada, en dirección a la ciudad a lo lejos, se veía en movimiento y circulación continua; imaginó el cambio de color de las luces, el ruido de las personas y los autos...
Pensaba que él era parte de eso. Parte de un gran organismo, que la ciudad viva había sentido su ausencia y además, ahora lo esperaba.
Pero eran los dominios de Iason, aún si no estaba al comando, Iason tenía su huella imborrable ahí.
Y ahora, debía volver al trabajo...
Creía que, con todos los pasos a seguir, bajo los cuidados de Raoul, todo sería lento y progresivo.
Con lo dicho por Iason, era ser arrebatado de sus muletas mentales y ser arrojado directo a las fauces, que lo lograra o no, dependía de su fuerza de voluntad.
Aún si fracasaba, era el momento.
Y no trabajaría para Raoul, sería Iason el que estaría al mando.
- Sé que no quieres escuchar esto ahora, pero...
- Me quedaré en la habitación hasta sentirme mejor – adivinó Katze, de todas formas no iba a ser estúpido y no dejar que lo revisaran después de sentir que su corazón por poco explotaba – Por favor, vete a trabajar. Aún es temprano por la noche. Tienes que ganar tiempo.
- ¿Estarás bien?
Raoul necesitaba saber con precisión qué más le dijo Iason. Pero tampoco podía negar que no tenía el lujo del tiempo y estaba bajo una agenda apretada. No lo sorprendería si en su comunicador silenciado, varios mensajes de sus subordinados estarían esperando por él.
- Sí. Intentaré leer un poco – señaló con la mirada la tableta que tenía Raoul en las manos.
Raoul se permitió un minuto más. Se acercó a Katze, quedó un espacio de milímetros entre ellos, llevó una mano a posarse sobre su mejilla. Todo el tiempo mantuvo sus ojos dorados sin querer mirarlo directamente.
Tal y como conocía a Katze, lo hacía cuando estaba enojado.
- Cualquier cosa que surja, avísame, o a Uri – Raoul no podía evadir el tema de lo sucedido en la cocina – Deja a Den fuera de tu enojo. Sabes, dentro de ti, que no fue su culpa. Esta noche fuiste demasiado lejos con él, deberías disculparte.
Cerró sus ojos y exhaló con cansancio. Se apartó un paso hacia atrás con la suficiente calma para que no sea demasiado brusco y alejó la mano de Raoul de su rostro.
- No quiero hablar de Den, pero te aseguro que dentro de mí, sé muy bien que tan culpable es. No me disculparé.
- ¿Por qué no?
- Es más, no entiendo cómo eres tan tolerante y permisivo con él.
- ¿Me estás diciendo que debería castigarlo?
Katze afirmó moviendo la cabeza, sin atreverse a hacer contacto visual. 
- Quiero entenderte. Pero esto, no puedo. Deja a Den en paz.
En otra ocasión, Raoul se hubiera asegurado de ponerle ropa abrigada sobre sus hombros, intentar hablar un poco más hasta llegar a una promesa para cambiar su actitud con Den y sobrellevar de la mejor manera la invasión de Iason a la casa.
Pero los ánimos de ninguno de los dos daba para eso. Raoul se conformó dejando a Katze sentado en la cama, mientras era revisado por Uri y fue a su oficina.


- Yo abrí la puerta. Debí mirar quien era antes de abrir, lo lamento. Es mi culpa.
La suave voz de Uri sonó preocupada. Pero a pesar de su aflicción, sus manos se movieron sobre Katze. Sabía lo que hacía. Era una situación diferente en la calma de la habitación, y con Katze siguiendo sus instrucciones.
Comprobó los resultados en el escáner, anotando en sus registros y mandando un mensaje a su Maestro con todos los datos.
- Tu corazón está bien – le informó Uri – tal vez deba sacarte sangre para analizar...
- No estoy enfermo.
Uri había escuchado la conversación entre Katze y su Maestro, fue decepcionante que Katze se aferrara a su comportamiento con Den y no aceptara que estaba en un error y aún peor, que no considerara pedir disculpas. Una consecuencia nefasta fue que no profundizaran en cómo resolver los inminentes riesgos que existían si la subasta no daba los resultados que Júpiter esperaba. 
- Pensaba que el episodio de irritabilidad que experimentaste antes era parte de un subida de serotonina, la hormona del estrés. Si al analizar encuentro un recuento alto, un medicamento podría ayudarte a no sentirte tan enojado en otra ocasión, y ver la situación sin explotar nuevamente.
- ¿Te refieres a lo sucedido en la cocina con Den?
- Sí.
- ¿Crees que exageré?
- Sí. También creo que... – Uri dudó, no quería molestar a Katze, pero callar su opinión sería peor – Por actuar así con Den, provocó que tu corazón llegara a su límite, quiero decir, decidiste enfocarte en Den y no en el Maestro.
Katze formó un pequeño ceño, bajando la mirada.
- Por lo que entendí... el Maestro necesita tu ayuda.
- Lo sé - Katze encogió las piernas sobre la cama, apoyando los codos en las rodillas – Necesita toda la ayuda que se pueda reunir.
Uri le alcanzó una copa con agua y sus píldoras. No pudo conseguir más palabras de Katze, que se quedó con esa expresión pensativa en su rostro. 
- Prepararé la cena - dijo antes de salir. Había tristeza en su voz, reflejaba la opresión de su pecho ante la angustia que se respiraba en la casa.
Iason Mink había agitado a todos los habitantes, si fue con la intención de "ayudar" como había mencionado, parecía que estaba provocando el efecto contrario.


Katze intentó ignorar las nauseas que tensaban su estómago, producto de los medicamentos; también hizo caso omiso a las involuntarias imágenes repetitivas que su mente se empeñaba en traerle al frente de sus pensamientos...
Iason cerca de él...
Todo el miedo que le provocaba lo tenía recorriendo cada extremo de sus nervios. Se había paralizado debajo de la fría mirada y todavía se sentía así.
El miedo lo tenía grabado en él, entender eso era desalentador, podían transcurrir mil años más y sucedería igual.
Había intentado mostrar fortaleza delante de Raoul, pero todavía sentía a Iason mirándolo con desapego y desprecio.
Ahora, solo en la habitación, intentaba leer su tableta para despejar su mente de su triste y pobre valentía que por poco lo hace desmayar; deseando, estúpidamente, haber corrido en otra dirección, cualquier cosa, menos congelarse.
Intentaba enfocarse en lo que debía hacer. Ya no era una opción, realmente debía avanzar en sus pendientes. Como en el pasado, un trabajo retrasado sería un desastre.
Además, de pronto, tenía mucho trabajo.
Al día siguiente tenía una reunión programada con el Rubí que quería los grillos y el informe de ventas (que aún no había terminado de realizar).
Raoul debería entregarle el primer lote de grillos para completar las ventas.
Debía prepararse para la subasta. Era el encargado de la sala VIP, su desempeño podía significar la diferencia en el monto a recaudar.
El clon de Riki estaría ahí...
"…convence a Raoul de dejar el Mercado Negro, volveré a mi puesto y tú, también".
Trabajar para Iason...
La simple idea de tenerlo cerca era... pero Raoul confirmó que dirigía el bajo mundo sólo por él, y hacer eso lo estaba empujando a fallar delante de Júpiter.
Katze suspiró.
Intentó, tercamente, leer sobre el informe de ventas que había escrito el día anterior, quería distraer a su mente antes de llegar a una resolución.
Limpió sus ojos humedecidos.
Lo más cruel resultaba, que si Iason decía la verdad, también tenía razón.
Raoul estaba en peligro y debían llegar a un acuerdo con Iason para que tomara su puesto en el Mercado Negro.
Con honestidad, Katze pensó, qué tipo de burla del destino era esta, que debían recurrir por ayuda al mismo hombre que les arruinó la vida.




- ¿Para qué me llamaste, Iason? ¡¿Todavía tienes el descaro de llamar a mi casa después de lo que hiciste?!
Iason apenas hizo una pausa analizando la expresión molesta de Raoul, descartó las preguntas y fue directo al punto.
- Obtuve los archivos médicos de Katze. Me dijiste que no tengo idea de su enfermedad, pero no es así. Estuve, durante mucho tiempo, siguiendo sus pasos.
Raoul apretó los puños por el descaro de admitirlo sin el menor temblor en su voz ¡Maldito!
- Raoul, – continuó Iason aprovechando que no le gritó o terminó la llamada – en términos médicos, no estoy familiarizado con enfermedades y tratamientos. Tus anotaciones son muy precisas y eso es de bastante ayuda...
- Pirateaste mi computadora.
- Sí. Hoy dijiste algo crucial.
- Ilumíname – el Blondie de ojos verdes exudó sarcasmo, que fue ignorado.
- Por todas tus anotaciones entendí que, eres el médico de Katze, su psicólogo, psiquiatra, por supuesto que su amante y podría apostar que, también su dentista.
Raoul alzó una ceja, no le daría la razón pero sí, obviamente sus conocimientos lo capacitaban para cubrir la vasta lista. Además, Katze había consumido tantas piruletas que tuvo que revisarle la boca hace unos días atrás.
- Estás severamente comprometido en tu juicio.
Como era una conversación a través de la computadora, Iason activó una pantalla visible para Raoul. Era el rostro de un hombre.
- Wallace S. El segundo mejor en la galaxia, justamente después de ti – Raoul apretó los labios, ya podía intuir por dónde iría Iason.
- Nunca compartiría los expedientes de Katze con nadie .
- Pero yo, sí – dijo Iason rotundamente – de hecho, está en la línea.
- ¡¿Qué?!
- Le mandé los expedientes, debe encontrarse leyendo en este momento.
Iason dejó fuera de conocimiento a Raoul, que el doctor, también un genio, había resultado difícil de contactar, especialmente si en su planeta y residencia actual era las tres de la madrugada. Además que lo atendiera tan prontamente y, sin mencionar todas las cláusulas de confidencialidad que debía guardar. Wallace aceptó sólo cuando puso el precio sobre la mesa.
Hacerle un favor, y aún más si era confidencial, a un Blondie era una carta que todos querían.
- No puedo creerlo. Es una impertinencia de tu parte. Con la cantidad de información comprometedora que se describe ahí, tuya y mía, sin mencionar los detalles de la intimidad de Katze. Espero que la isla privada que vayas a entregarle a este hombre, o cualquier otra forma de pago, por su silencio, sea suficiente para que no exponga o haga público la mina de información que le has entregado.
- Su servicio profesional ha sido requerido, pero si decide usar de mala manera la información sería estúpido ponerse una lápida antes de tiempo. Raoul, sabemos que eres un genio, pero aún más si de trata de Katze, con mayor razón, buscar una segunda opinión no estaría mal. Dos genios son mejores que uno.
- No tengo tiempo para esto. Wallace, y cualquier erudito en el tema hubiera tomado otros caminos en cuanto a la recuperación de Katze. Iason, – Raoul apretó el puente de su nariz, sentía que la cabeza le podía estallar – los métodos que proponen son la manipulación mental, internación en institutos mentales especializados y terapias conductuales. Estos dos últimos no existen en Amoi, ¿crees en verdad que no pensé en lo convencional?
Iason prestó atención, que Raoul expusiera el tema, aún si tenía esa cara de fastidio, ya significaba mucho terreno ganado. Pudo colgar desde el inicio, o gritarle por invadir su casa, pero estaban conversando... y de Katze. Era un gran avance.
- Habla con Wallace por unos minutos.
- ¿Para qué?
- De todas formas es uno de tus admiradores y te sigue en cada nueva publicación que realizas. No creo que te critique, y posiblemente te secunde. Si va en contra de tu método es porque realmente algo podría cambiar.
Como Raoul no afirmó ni negó, Iason permitió que el doctor, especialista en varias áreas de estudio clínico del ser humano, ingresara a la sala virtual donde conversaban.
Después de saludos protocolares y la primera exposición del tema, Raoul Am debatió sobre su diagnóstico y elección de tratamiento, con otro hombre de recorrido prestigioso y reconocido como el suyo.
Pronto, Katze dejó de ser Katze para llamarse el "paciente" y Wallace cuestionó los métodos de Raoul que, irónicamente, estaban descritos con detalles precisos; todos los eventos del día a día fueron anotados por sus muebles y contenían la información del comportamiento, respuestas, humor y disposición de Katze en cada momento. 
Las preguntas surgieron parecido a un debate médico. Raoul supo defender su proceder y método, respondiendo de manera sistemática el porqué había elegido determinados tratamientos  cognitivos y medicinas, o en todo caso, explicando porqué no usó las más convencionales.
“En la página 254, se encuentra su último análisis conductual y los avances de su química sanguínea con respecto a su respuesta con la realidad”.
“Descarté, desde un inicio, la internación en un centro de atención especializada, por la ubicación. En Amoi no existen los Psiquiátricos. Podía atender y hacerme cargo del paciente yo mismo”.
“La capacidad de retención y procesamiento de información ha mejorado un 67% en cuatro meses con los métodos actuales y no, no se ha estresado a su sistema con medicamentos que depriman su respuesta inmunológica, aún si se optimizara su capacidad intelectual”.
“El paciente perdió, en promedio, 15% de su masa muscular, y 20% de su índice de grasa corporal*, en un periodo de tiempo reducido y bajo condiciones extremas. Por el impacto del trauma, su subida de peso fue muy lento y progresivo, los vitamínicos y suplementos alimenticios han sido nuestros aliados y enemigos, ya que varios de sus componentes son contraproducentes con los medicamentos anti psicóticos que el paciente ingiere para tratar su enfermedad”. 
Iason escuchó el debate casi unilateral, Raoul demostró que realmente sabía lo que hacía y como había elegido los mejores métodos para que Katze se recuperara. Derribó todas las cuestiones de Wallace con sólidos argumentos.
Sólo hubo una cosa que Raoul no pudo contestar.
- Lord Am, estoy buscando en los registros, tengo aquí el cronograma establecido, con detalles muy específicos de cómo se distribuye el día del paciente. Todo está agendado. Tengo el registro de su dieta y las prohibiciones alimentarias.
- ¿Cuál es la pregunta?
- No encuentro el certificado o en este caso, expresión voluntaria del paciente para aceptar este trato.
Raoul arrugó el ceño e Iason levantó las cejas.
- En los registros de anotación diaria que llevan sus muebles, se puede entrever con claridad que el paciente rechaza estos cuidados – Wallace se arregló las grandes gafas y continuó leyendo – en este caso en particular, como el paciente es capaz de tomar decisiones y comprometerse con la vida diaria, sería dado de alta, fuera de las instalaciones médicas y se seguiría con un tratamiento ambulatorio. Es decir…
- Sé lo que es un tratamiento ambulatorio. Pero resulta, que en este caso en particular, el paciente es parte de mi círculo íntimo de personas cercanas y no tiene otro hogar – el culpable era Iason y se lo hizo saber con una mirada enojada. No solo se trataba de un lugar físico para vivir, si no la pérdida de las personas importantes para él, como Cal, Max, Kobo y Nino  – Entonces, mis muebles cuidan su dieta y lo guían en su horario.
Wallace guardó silencio. Una línea plana se formó en sus labios.
- Pero él no quiere – dijo como algo obvio.
Raoul no dijo nada, era verdad que en cualquier otro caso, Katze debería elegir sus alimentos libremente y no ser vigilado constantemente en cada decisión. Que mejorara o que empeorara, sería como consecuencia de sus propias elecciones.
Pero, temía que los hábitos ganaran sobre la razón y retrasar aún más la llegada al punto que necesitaba Katze para estar libre del peligro de una recaída.
- Yo tengo una pregunta, – intervino Iason – ¿Por qué no mandaste a Den directo a la licuadora? Era mi mueble y un instrumento de tortura para Katze ¿Por qué conservarlo si es un recordatorio de todo lo que sucedió?
Wallace buscó en los registros lo mencionado.
- Ambos son víctimas. Den fue... – Raoul evitó suspirar por los viejos recuerdos dolorosos y se centró en ser explicativo – Página 12, el paciente fue trasladado de las instalaciones médicas de Júpiter hasta mi residencia. Fueron largos nueve meses, desde ese entonces tuvo todos los síntomas del Síndrome de la Negación; Den no era un instrumento de tortura o un recordatorio de sus traumas. Era el único que podía acercarse sin riesgo de desatar un ataque de pánico.
- Una vez que el paciente hizo contacto con la realidad se volvió hostil con su principal cuidador – razonó Wallace.
- Sí, antes de eso existía plena confianza.
- Mantiene cerca al niño por alguna causa relacionada a valores personales – cuestionó Wallace.
- Sí y si no tiene alguna otra pregunta, debo continuar con mi trabajo.
- Un placer Lord Am, Lord Mink.
Después de despedirse del hombre, aunque Raoul intuía que Iason lo seguiría buscando para comprender más aspectos relacionados a Katze, colgaron.
Para Iason fue un completo alivio que Raoul no le colgara también al despedirse de Wallace. 
Se miraron por unos momentos, en silencio.
Aún, a través de la pantalla, pero gracias a todos los años de amistad, Iason vislumbró señales físicas de cansancio en el hermoso rostro de su hermano. Sobre los ojos, en la fina piel de sus pómulos altos.
- No lo había considerado antes, Iason, debo admitir que este ejercicio fue bastante interesante para discutir sobre mis decisiones – Raoul se permitió un suspiro, desde su oficina y gracias a sus sentidos desarrollados, podía escuchar la voz de Katze y Uri en el salón; al menos había salido de la habitación y eso era bueno. Por las cámaras, vio que todo este tiempo había estado ensimismado intentando trabajar en su tableta – Lastimosamente, no lo hice por la enorme cantidad de información que has entregado a un tercero.
- No te preocupes de eso, Wallace, bajo el estímulo correcto, respeta las cláusulas de un contrato.
Raoul estrechó los ojos.
- Ya es suficiente, además de confirmar mi diagnóstico, ¿qué pretendías con esto?
- ¿No es la parte más importante de todo? Puedo ver que Katze no está conforme con nada, acepta su tratamiento, pero no de buena gana ¿Cuántas veces dudaste si tus decisiones son las correctas? – Raoul no diría que, básicamente, todo el tiempo. Aún más cuando Katze era un paciente tan difícil – Me parece que has logrado bastante, para considerar que Katze esté listo para dar un paso importante…
- No importa lo que digas, lo manipulador que eres, no se me olvida. Además, nada de esto sería necesario si no hubieras enloquecido en el pasado.
- ¿Katze te dijo lo que hablamos? – Iason había aprendido a ignorar las acusaciones de Raoul, quería recuperar su amistad, y parte de ello era dejarlo despotricar un poco.
- ¿Antes o después de que su corazón casi explotara?
- ¿Él está bien?
- Por supuesto, de lo contrario ya estarías muerto.
Raoul esperó la respuesta ingeniosa o la afrenta directa, no que Iason bajara la mirada.
- ¿Algún día vas a asumir que yo no hice nada? El Iason que lastimó de formas imperdonables a Katze y a ti, tú mismo lo mataste. Eso fue todo con él. Yo soy otro.
Raoul no necesitó pensar la respuesta, esa era una cuestión que analizó varias veces.
- Dentro de ti esta el gen del mal o una semilla maligna. No quiero vivir preocupándome de cuando volverás a dejarte dominar por tu lado oscuro.
- No tiene que ser así, Katze seguiría siendo de tu propiedad y…
- Basta Iason. Sobre lo que dijiste, no estoy interesado. Nosotros no volveremos a ser amigos. Puedo ver que has trazado un plan, ninguno de tus actos es descuidado. Ahora pretendes ayudarme en la subasta apareciendo con una milagrosa idea que pondría fin a mis conflictos con Júpiter, ¿realmente esperas que crea que quieres mi amistad? ¿Entregas a tu mascota, supuestamente para mi beneficio? Pero, es más para el tuyo. Lo que sucede aquí, es que no te creo.
- Le dije a Katze que el día de la subasta no iré, para que él pueda desenvolverse con mayor seguridad.
- Demasiada cortesía de tu parte.
- ¿Qué puedo hacer, Raoul? Para que creas en mis intenciones. Que no tengo pretensión de algo más, quiero ayudarte y que volvamos a ser amigos. No te pido que sea ahora. Entiendo que tengas tus reservas y no confíes en mí – dijo Iason, pensando en sí Katze había mencionado que él podía recuperar su puesto en el mercado negro y Katze también. Lo hacía, no sólo para recuperar el curso normal de su vida, si no para salvar a Raoul de una corrección. Si Raoul dirigía el bajo mundo de Amoi por Katze, ya no era necesario que lo hiciera.
Todo podía volver a su lugar.
Iason llegó a la conclusión que Katze no le dijo todo a Raoul, tal vez lo mejor era esperar que el tema surja entre ellos.
Raoul sintió que una de sus venas, que transportaba sangre Élite, temblaba dentro de su frente. No dejó de enfocar a Iason con su mirada molesta.
No había nada en el universo que devolviera el tiempo atrás. Como también, implicaba un esfuerzo descomunal de su parte el sólo imaginar a Iason cerca de él. Ni mencionar que para Katze… todavía no era capaz de siquiera pronunciar su nombre.
Cansado como se sentía, molesto con Iason por todo lo que había provocado y día a día lidiaba con las consecuencias, además de su discurso de confianza y amistad, Raoul se arregló un mechón de cabello y arremetió.
- He visto cómo lo tratas, la simpleza con la que se dirige a ti. Hay confianza, y de un niño de su edad, después de su entrenamiento como mueble, no es fácil de conseguir ¿Te estás desviando de nuevo?
- ¿De qué hablas?
- Tu mueble. Pero no me interesa lo que exista entre ustedes. Lo que exijo como una muestra de tu lealtad a tus propias palabras de buenas intenciones, es que entregues a Lowe a la subasta.
Raoul esperó, visiblemente no hubo señal de algún sentimiento conflictivo formándose en Iason.
- Tú mismo has publicitado las características de tu mueble como el más hermoso, será de gran interés. El mismo mueble de Iason Mink, vendido como una puta.
- Bien.
- Te daré los detalles después, no hace falta decir que faltan pocos días para la subasta.
Raoul colgó, apagando la pantalla por dónde veía el rostro de su hermano. 
Se alejó de su escritorio, retrocediendo en su cómoda silla.
Quería, si podía, infligir algo de dolor o molestia a Iason. Si pudiera hacerlo sufrir al menos el uno por ciento de lo que él había atravesado, eso ya sería mucho ¿Sentía algo por su mueble pelirrojo? ¿Por qué esa conducta entre ellos?
Éste Iason, no recordaba a Riki, pero todavía dentro de él estaba el mismo impulso que lo llevó a tomar a un mestizo como mascota. Ahora, lo vio muy cómodo con Lowe, ¿de alguna forma la historia se repetía?
Si Iason se negaba a dejar ir a Lowe, también sería algo bueno, demostraría que por lo menos, de alguna manera estaría cambiando. Llegando a valorar la vida de un humano, de la clase más baja, como lo era un mueble.

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