El grillo de la suerte

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Katze se miró en el espejo. Su cabello todavía humedecido caía en mechones sobre su frente; las pequeñas gotas que caían, surcaban su rostro marcando el camino sobre su piel… Katze intentó fruncir el ceño, estrechar los ojos, esbozar una mueca enojada, no resultó… Empezando por sus ojos, tenía un brillo inusual que resplandecía, era como una chispa que cambiaba por completo su expresión facial. Además, su piel se veía tersa y suave… la tonalidad de sus labios, denotaban un rojo natural muy fresco. Existían noches que el insomnio ganaba, y por eso tenía algunas líneas bajo los ojos, pero las siestas ayudaban a mantener lejos cualquier signo de cansancio. Katze tocó con sus dedos los cabellos más próximos a su mirada y, con una gran cantidad de sorpresa verificó que se sentía muy sedoso.
Negó con la cabeza sin dejar de mirarse; quizá llegó a la conclusión qué, después de todo, empezaban a ser plausibles en su exterior todos los cuidados que Raoul procuraba para él.
Nunca antes se había visto tan… ¿lindo?
Y no  quería empezar a estudiar el cambio visible que existía de su cuello para abajo. Era pronto para ver resultados obvios en su cuerpo, pero Katze no dejó desapercibida la línea que comenzaba a marcarse entre sus pectorales, o la tonalidad de sus brazos, la piel de su estómago se sentía más firme… El espejo solo permitía que esas partes sean visibles, y eso fue bueno. No iría a arruinar su percepción positiva con detalles que ya conocía de su cadera para abajo.
Además, fue renovador que la visible marca de su mejilla izquierda quedara ignorada por todas las señales que encontró hoy.
Dejando a un lado su inspección, secó su cabello con una toalla porosa y luego colocó sobre su cuerpo una bata de baño. Suspiró y se decidió a salir.
- ¿Disfrutaste tu baño?
Raoul estaba en la habitación, preparando la indumentaria necesaria para llevar a cabo sus planes. El primer paso fue que Katze tomara un relajante baño sumergido en la bañera y en completa paz.
- No sabía que podía estar tanto tiempo sin hacer absolutamente nada y sentirme bien – comentó Katze, bajando la mirada. No quería hacer alusión al encierro, pero fue imposible no pensar en ese tiempo. Fue una suerte que se sintiera increíblemente bien estar en la bañera, como para que haya un punto de comparación  – Antes, para relajarme, yo trabajaba. No hacer nada, era estresante.
Raoul se acercó, tenía las manos ocupadas y no pudo abrazarlo como quería, le dejó un beso en la mejilla mientas terminaba de acomodar un par de toallas.
- Espero que, después de esta noche, me elijas a mí para relajarte – Raoul se apartó y señaló con la mirada la cama, un gesto claro que indicaba que quería que Katze se tendiera.
Contempló por unos segundos todo lo que Raoul había preparado para lo que llamó “unos simples masajes”. La cama sólo tenía puesta una sábana blanca y sobre el buró velas encendidas aromatizaban el aire, pequeñas botellas de cristal esperaban su turno de ser usadas, cada una era de diferente color.
No se hizo esperar para cumplir la amable solicitud; Katze… un poco incómodo, lentamente, pero no por nada parecido a la seducción, se despojó de la bata de baño desnudando la parte superior de su cuerpo, Raoul no lo estaba mirando precisamente y eso lo hizo más fácil.
Se tendió boca abajo y cerró los ojos.
- Un Blondie me dará un masaje… – la asimilación de la idea vino seguida de una sonrisa irónica aplastada contra la almohada. Al menos estaban en la privacidad de su habitación, Uri y Den no entrarían a sorprenderse de los hechos. Aunque era más que obvio que sabían lo que ocurría entre un viejo mueble y Raoul Am. 
Raoul terminó de familiarizarse con la variedad de aceites y escogió uno para empezar. Verificó que tenía todo lo necesario ya listo… y, a Katze también.
No estaba nervioso, Raoul como élite de mayor rango tenía modificado y mejorado su conducción cerebral para manejar las emociones, pero aún así, la imagen de Katze, boca abajo con la espalda desnuda delante de él y sobre la cama, hicieron aletear su corazón.
- He recopilado toda la información del tema, pero nunca practiqué apropiadamente ésta materia.
- De hecho es la segunda vez que me darás un masaje, aunque la primera fue improvisado, ¿recuerdas? Era porque estaba herido.
Hubo una pausa comprensiva, probablemente recordando el momento cuando los masajes provocaron que su relación avanzara en la cama.  
Katze estaba desnudo por primera vez delante del Blondie y Raoul, también.
Fue cuando surgió la idea de conocer las zonas erógenas del cuerpo de Katze, antes de continuar con su exploración sexual; el objetivo era que sea igual de placentero para ambos. Por la mutilación de su pelirrojo, a Raoul no le interesaba una egoísta culminación unilateral.
Siempre pensó que lo existente entre ellos no iba a ser definido por el sexo. Amaba a Katze más allá de esa promesa y por la misma naturaleza de sus sentimientos, abrazarlo, besarlo y sentirlo era muy deseado y gratificante.
- Esa vez era por algo medicinal, tenías un hematoma muy grande en la espalda – dijo Raoul e intentó que los recuerdos de Katze no se centraran en la parte erótica. Raoul no deseaba entorpecer sus verdaderos planes, que eran relajar a Katze. Los tintes sexuales… provocarían lo contrario. Conocía a su pelirrojo y sabía que era pronto para cualquier insinuación – Mi objetivo hoy, es que te relajes por completo.
Untando el espeso aceite de un fuerte olor herbal, comenzó a pasar sus manos por la parte superior de la espalda, usó sus dedos para friccionar en círculos, hacer presión con fuerza medida y por determinado tiempo en zonas específicas según la información recogida. Fue igual de gratificante para Raoul ver que Katze tenía cerrados los ojos y un suave “mmm" se le escapaba a momentos.
Desde su última pesadilla, Raoul hacía todo lo posible para que Katze no tuviera una recaída emocional, una crisis parecida a lo sucedido por el detonante de su sueño con Cal. Por lo general, después de la cena, Katze tendía a aislarse en su habitación alegando cansancio. Que deseara estar sólo no era un problema, pero Raoul lo motivaba a realizar alguna actividad que cambiara y mantuviera estable su estado de ánimo; a lo largo de las noches ya habían visto películas, salieron de paseo, jugaron juegos de mesa con los muebles; Raoul no pudo participar en todas las actividades como quería, y recurría a Uri y a Den para eso. Sin embargo, ésta noche fue el turno de los masajes.
Sin duda, la novedad de capturar grillos había ayudado bastante a que todos sus pensamientos se alejaran de los recuerdos que levantó la pesadilla.
Con los masajes, Raoul quería lograr que fuera más sencillo conciliar el sueño para Katze y ayudarlo a que durmiera plácidamente toda la noche.
- ¿Te gusta?
Preguntó cuando Katze suspiró.
- Sí, es increíble. Durante el entrenamiento para muebles nos capacitan para dar masajes, así que definitivamente tengo que darte uno Blondie. Te gustará.
Raoul arqueó las cejas sin ocultar su creciente sonrisa.
- Bien, lo estaré esperando.
Siguió con la base del cuello sintiendo los frágiles huesos debajo de sus dedos; cambió de aceite para aumentar la acción terapéutica en la zona y continuó amasando contento de la vocalización relajada que recibía.
- ¿Cómo estuvo tu semana? – preguntó Katze de pronto, después de un largo silencio – No mencionas mucho sobre tu trabajo.
- Está bien, tengo la agenda llena pero pronto podré tomarme un descanso. Estoy deseando pasar más tiempo juntos. Escaparé del trabajo si es necesario.
Katze pensó en la respuesta; llegó a la conclusión que los planes para devolverle el gesto amoroso que tuvo Raoul por San Valentín, debían ser después de que pasara la acumulación de trabajo. No eran gran cosa, ni siquiera sabía cómo saldrían, pero…
- ¿Cuándo tendrás más tiempo?
- En un mes o dos, amor. El trabajo nunca termina pero podré tomarme un descanso.
En definitiva Raoul tenía razón, un mes pasaría rápido y Katze podría organizar lo que tenía en mente ¡Sería perfecto!
- ¿Y cómo estuvo tu semana? – Raoul no desaprovechó su oportunidad de preguntar.
- Bien… – Katze esbozó una sonrisa – ¡Tus grillos se han vuelto una plaga invasora! Pero es entretenido atraparlos, cada vez es más fácil, Uri todavía les teme pero es menos que la primera vez.
- Me alegra que no los mates.
- ¿Qué haces tú cuando entran a tu oficina?
- No he visto a ninguno por ahí, pero si entran, prometo llamarte para que te hagas cargo.
- Bien.
- ¿No te dan miedo?
Katze guardó silencio antes de responder.
- La primera vez que vi uno, sí. Pero fue hace mucho, cuando empecé a trabajar en Ceres. Todavía no puedo agarrarlos con las manos directamente, son… – ¿Feos? ¿Aterradores? No quería admitir que también le producían “algo". Una sensación molesta por todo su cuerpo – Así que… antes los mataba. Ahora, tengo que ingeniármelas para atraparlos.
- ¿Quién te pidió que no los matarás? ¿Uri o Den?
- Escuché a Uri, por supuesto.
Raoul torció los labios pero Katze, por su posición boca abajo no vio el gesto de descontento. El Blondie sabía y entendía porqué Katze actuaba con reticencia hacia Den. Creía que la convivencia diaria, con el transcurso de los días, limaría todas las asperezas en los recuerdos de Katze. Su pelirrojo tenía buen corazón, y no era necesario pensarlo demasiado para entender que ambos fueron víctimas del mismo torturador. Que, en cambio, Katze cada vez fuera más crítico, estricto y severo en su forma de tratar a Den resultaba preocupante. La pesadilla que tuvo cuando soñó con Cal, significó un gran retroceso, pero aún así ningún avance se aproximaba. Todo lo contrario, parecía empeorar.
Den era un objetivo que no reaccionaba ni se defendía y permitía en silencio los atropellos.
Raoul suspiró… delante de él no había ocurrido ningún episodio por el cual alarmarse, solo correcciones al trabajo que hacía Den y bajo la percepción de Katze podía mejorarse. Habiendo sido un mueble, Katze, en términos de rango era superior a Den, y él debía escucharlo o tomar en cuenta sus recomendaciones. No estaba de acuerdo, cómo en ocasiones, Katze hablaba a Den, con ese mal humor predominante… con este escenario sin un cambio por venir, su intervención sería necesaria.
Para tener más información, cuestionaría a Uri sobre el tema y al propio Den; lamentaba que la situación llegara a ese extremo, pero…
Raoul justificaba a Katze, lo disculpaba al entender de antemano su comportamiento. Como una reproducción en vídeo, una película, tenía sus recuerdos del encierro… Sin dejar de amasar sus manos para lograr una mayor absorción de los aceites que usaba sobre los omoplatos, cerró los ojos por un momento. Que complicada situación…
Estaba cuidando los hábitos de descanso de Katze, también su alimentación, procurando ejercicios para su cuerpo y mente, dándole todas las herramientas para recuperarse… Sin embargo, era parte de un todo, su conducta hacia Den no podía continuar así por más tiempo.
Pero decidió concentrarse en el momento, podía considerar un gran avance y casi una victoria que Katze tuviera la confianza suficiente para tenderse semidesnudo delante de sus ojos y permitirle mimarlo como quería.
Sólo unas semanas más y gran parte de la tensión que guardaba Katze por su vida frustrada, sería liberada; su actitud hacia Den, debería mejorar en consecuencia.
Raoul se limpió las manos aceitosas y fue al buró, donde tenía listas unas compresas calientes para colocar en la espalda. Miró contento a Katze cuando una risa se le escapó.
- No mencionaste nada sobre masajes en los pies… ¡Me haces cosquillas! – Katze tenía los ojos cerrados y no se dio cuenta que Raoul no estaba cerca; el Blondie se quedó quieto cuando Katze volvió a reír –  ¡Raoul, no me hagas cosquillas!
Encogió las rodillas riéndose.
- Pero no lo estoy haciendo…
Katze, dejando de reír, abrió los ojos de golpe mirando a Raoul que estaba a más de un metro de su cuerpo.
Si no eran las suaves manos de Raoul rozando su piel…
- ¡Un puto grillo me está subiendo! ¡Ayuda! – chilló, dejando de moverse y tensando cada músculo de su cuerpo, paró de respirar y cerró los ojos. Incluso contrajo los dedos de los pies – ¡Quítalo!
Katze sintió el leve cosquilleo paseando libremente por la planta de sus pies, subiendo por su pantorrilla y metiéndose debajo de la bata de baño; el roce de sus patas, antenas y… cualquier parte más, llegó hasta sus muslos. Fue tan rápido que Katze sólo alcanzó a suprimir otro grito entre dientes apretados, mientras Raoul se acercaba.
-¡Quítalo! ¡Quítalo!
Bueno, fue inesperado.
No planificado.
Raoul levantó la bata de baño, básicamente ante la insistente y alterada petición de Katze, arrancó la prenda porosa teniendo ante su vista… la redonda carne de su pelirrojo.
El insecto de color verdoso estaba cerca de lugares peligrosos, específicamente de una línea realmente atractiva… anatómicamente hablando, Raoul Am, Blondie de mayor rango, encontró al insecto cerca de una zona denominada hendidura interglútea; con sus largas antenas tocaba la piel cercana y movía las patas sin decidirse qué camino seguir.
Tomó alrededor de dos o tres segundos que Raoul actuara, siguiendo esa alterada voz. Antes de eso sintió, lo paralizó, fue como un golpe que resonó con la misma fuerza en su corazón y su ingle… como una punzada hambrienta. Katze no lo había hecho más fácil al curvar la espalda logrando que su trasero se levantara… y se veía increíblemente bien, Raoul, que se había alejado de los pensamientos de la carne por su propia abstinencia, cayó de lleno en… lo que el panorama le ofrecía… esa vista de una de las zonas más eróticas de Katze y que sin duda, la que él más extrañaba amasar.
- ¡Raoul! ¡Qué estás esperan…!
¡Plaf!
Katze calló abruptamente ante la sacudida que lo llevó ligeramente un poco adelante. Pero que… por si no fuera poco, sucedió una vez más ¡Plaf!
El ardor que se asentaba en sus nalgas fue la inconfundible muestra de las dos palmadas que recibió. 
Con la mente un poco mareada y la habitación ahora silenciosa, Raoul se esforzó por normalizar su circulación sanguínea, que se acumuló en su zona íntima que, obstinadamente parecía muy atenta y animada por la agradable vista de esas carnosas nalgas, cubriéndose de color carmín.
Sin que ninguno de los dos dijera nada al respecto, Raoul con cuidado tomó los restos del desafortunado grillo que perdió el camino y se encaminó al balcón, por donde lo arrojaría al jardín. No estaba familiarizado con tocarlos directamente, pero debió actuar rápido.
Katze, sin levantarse, se había cubierto usando la toalla más cercana y, miraba molesto en dirección a la puerta que conectaba al interior de la casa.
Por supuesto, debajo del marco de la puerta… luciendo preocupado y luego confundido e incómodo, estaba Den.
No era necesario preguntar sobre su presencia; los gritos de Katze se debieron escuchar en toda la casa, alterando y convocando a los muebles. Uri estaba a unos pocos pasos atrás, pero desde la perspectiva de Katze, no era visible.
Ambos muebles al ver que no sucedía nada de qué preocuparse, no podían simplemente cerrar la puerta.
- Perdón, maestro – ofreció Den, con una reverencia – Perdón, Katze… escuchamos…
- ¡No es necesaria tu presencia! ¡Vete! – Katze cortó el discurso titubeante. Estaba claro, sea lo que sea que fuera el motivo de los gritos, los muebles incomodaban bajo el mismo techo.
Uri también murmuró una disculpa y la puerta volvió a cerrarse. Sólo ahí, Raoul se acercó a la cama.
Katze todavía respiraba profundamente, y tenía el ceño fruncido, al menos tenía las mejillas sonrojadas logrando suavizar un poco su aspecto, pero se debía a la vergüenza de haber gritado y convocado a los muebles… además de que Raoul descubrió su trasero y le dio dos nalgadas.
Era una lástima que la tranquilidad de los masajes se evaporara tan fácilmente.
- Lamento que se arruinara el momento – dijo Raoul con honestidad, él podía recuperar su buena disponibilidad, pero Katze…
- No fue tu culpa – dijo, mientras recuperaba la bata de baño y se la ponía. Se cubrió el frente y se bajó de la cama – Son esos malditos bichos. Te lo dije antes… ¡Serán una plaga! Ya sé que tú aprobaste su llegada a ésta casa, ¡pero las ideas de Den, son ridículas!
Katze continuó protestando un poco más entre dientes, mientras se perdía detrás de la puerta del cuarto de baño. No vio el momento que los ojos verdes de Raoul perdían su brillo de emoción cuando apagó con los dedos, uno a uno, la llama de las velas que acompañaban sus masajes.
Eso era todo.




La oscuridad de la habitación apenas era interrumpida por las lejanas farolas que dejaban llegar su luz amarillenta atravesando las ventanas desnudas. Sin cortinas.
Ese fue un detalle que Den notó. Y las paredes estaban sucias. Parpadeó notando el largo recorrido de manchas sobre la pintura opaca, que nadie intentó limpiar.
Se imaginó que tenía tiempo y nada mejor que hacer, podía mencionar el tema y dejar limpia la habitación ¿Por qué no?
Pero ya sabía que no era posible, por mucho que usara su voz, no sería escuchado.
A su lado, sentado en su propia silla de respaldo alto, estaba un hombre con actitud de martillo y él, era su clavo favorito.
Katze trabajaba en su computadora, sin mirar a nadie mas. Y Den, sentado en un banquito incómodo, muy por debajo, esperaba alguna indicación para ser de ayuda.
Den juntó las manos sobre su regazo y esperó, no podía hacer nada más. Estaba en un lugar nuevo y no sabía hacer nada productivo si no le daban indicaciones claras. Así que se quedó quieto y dejó que su mente divagara.
De pronto, cuando levantó la mirada, en la habitación ya no estaban simplemente los dos. Una puerta oscura permitía el ingreso a diferentes hombres, eran siluetas que se perdían y mezclaban en el fondo. Únicamente tenían ojos, que observaban a contraluz.
Katze se puso de pie, esperando decir algo. Den entendió quién mandaba ahí; todos aguardaban su tiempo para hablar porque era importante escuchar a Katze.
Den sintió el estremecimiento, él estaba a solo unos pasos de Katze, casi a su lado. No en el fondo de la habitación mirando a Katze como el resto de los demás.
¿Cuándo Katze hablara… lo mencionaría? Era pretencioso y soberbio esperar que dijera algo sobre él ¿Qué podía decir? Mejor pasar desapercibido, pero tanta contención por parte de esos hombres, despertaron curiosidad en Den.
Den notó que el último en entrar fue Uri, vestía diferente. Casi usando ropa parecida a la de Katze, una camisa dentro de un pantalón elegante, eran en colores sobrios y formales. Se quedó de pie al otro extremo de Katze, cuando Uri miró al grupo de hombres, por fin se rompió el silencio.
La voz confiada, madura y firme de Katze llenó la habitación. Den se quedó ensimismado al admirar la seguridad de sus palabras, algo complicadas y no las entendía por completo, debían estar relacionadas al retorno de Katze al mercado negro, que mencionó el maestro Raoul.
Las indicaciones fueron precisas, ocuparse de Katze, sobretodo de su alimentación y descanso. Vigilar su buena ingesta de nutrientes y respaldarlo en cualquier tarea que se requiriera. Como en ésta oportunidad, Uri, ayudándole a reunir a sus hombres.
Den suspiró imperceptiblemente, él había sido ignorado por completo toda la mañana.
-…Él es Uri – Den prestó atención ante las palabras que dijo Katze, señalaba al mencionado con un gesto de la mano, fue elegante y cortés – Deben ser educados y tranquilos con él, trabaja directamente conmigo, así que no lo busquen para sus trabajos.
Manteniendo su aura de estabilidad y  seguridad, tan propicia como del mismo Katze, Uri no modificó su gesto y miró a todos directamente a los ojos.
Katze bajó las manos repentinamente dejando las palmas abiertas sobre el escritorio e hizo un movimiento de cabeza para señalar a Den, con antipatía, con ¿desprecio?, los ojos dorados ni siquiera se dignaron a mirar de quién hablaba.
- Es Den.
Fue corto y simple.
Como Uri estaba de pie, Den dudó en imitarlo. Continuó sentado en su banquito con las rodillas juntas y paseando sus ojos de rostro en rostro, las caras anónimas que lo miraban gritaban que perdían su tiempo al observarlo.
- Trabajos de limpieza de pisos, destapar caños, deshecho de desperdicios, limpieza de baños. Y si alguno de ustedes tiene un perro, él también se puede hacer cargo de eso. Será su trabajo – Katze continuó después de dedicarle, lo que Den identificó, como una mirada filosa – Probablemente no lo hará bien, es una pérdida de tiempo intentar enseñarle, así que tienen permitido golpearlo. Se puede decir que está acostumbrado, no se quejará.
Uri no interfirió; Den esperó por breves segundos que dijera algo o interrumpiera a Katze al respecto, pero las palabras de Katze continuaron y Den sintió que literalmente se hundía con lo que se esperaba de él… ¡Era injusto! Era macabro…
En una cantidad mínima de tiempo, entre que Katze cerró la boca que tenía una mueca extraña de satisfacción, Den fue invadido por una ira que brotó detrás de su nuca, la frente y los ojos ardieron al unísono. Den se encontró a sí mismo, poniéndose de pie.
- Es cierto, mi nombre es Den – fue impulsivo su deseo de hablar ante todos; Katze no hizo nada para detenerlo, probablemente pensó que no tenía nada importante que decir después de esa sentencia – Para lo que sí soy bueno y quizá si uno de ustedes me necesita, lo haré con mucho gusto. Katze siempre dice que aplico enemas muy suaves y efectivos.
El bocado de aire que todos tragaron fue como un pesado bloque que cayó sobre Katze; con complacencia, Den lo vio palidecer brevemente, para luego pasar muy rápido a un rojo intenso que subió hasta sus orejas. 
Por el brillo mortal de los ojos dorados, que se sintieron como una daga contra su cuello, Den no se atrevió a moverse ante el golpe que venía. Tres pasos contados y había un puño sobre él… Antes de sentir que los huesos de su nariz se quebraran…
Den despertó.
Se quedó largo tiempo mirando el techo desde su suave cama, la casa en Apathy de Raoul Am. Sin atreverse a mover un músculo, reunió los recuerdos de su sueño…
Uri y él habían sido informados por el maestro Raoul, que se aproximaban días ajetreados y dependido de los próximos exámenes, existirían algunos cambios. Si todo marchaba en positivo, Katze necesitaría de su asistencia y cuidados fuera de la casa, probablemente en instalaciones del mercado negro.
Todavía no tenían detalles mayores, pero Den ya estaba pensando seriamente cómo lo trataría Katze fuera de estos muros. El estrés que sentía por lo incómodo que era cuando Katze “opinaba” sobre él… nunca perdía la oportunidad de lanzarle un golpe verbal castigando sus errores o lo que Katze considerara mal… era agotador y se estaba volviendo asfixiante. Antes… antes…
Den evitó que las lágrimas se formaran y se giró en la cama poniéndose de lado… extrañaba tanto su jardín. “Su”, por qué le había dedicado cariño y esmero a ése espacio que ahora era imposible pisar para él.
Sin el respiro que tenía antes, la pausa diaria en su paciencia y estabilidad, había tenido nuevamente problemas para conciliar el sueño; no pensaba correctamente porque varias veces al día se encontraba a sí mismo reviviendo los terrores que lo marcaron cuando sirvió a Iason Mink. Y manejar la presión que Katze sumaba a todo, lo empeora… Den sentía que estaba siendo empujado por la borda ¿Unos pasos más y luego, qué?
Analizando un poco el contenido extraño de su sueño…
¡Oh, rayos!
Significaba que… ¿Por él no esperaba nada bueno?
Si respondía, se defendía y desafiaba a Katze ¿Todo iría para mal?
Suspiró…
Qué dilema… Sin importar qué hiciera, él siempre perdería más.

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